El tratar el Club Bilderberg en un marco de conspiracionismo sería caer en una trampa. Los hechos (bien reales, aunque algunos pretendan presentar a quienes nos referimos a ellos como personas propensas a lo conspirativo) son mucho más prosaicos que una conjura novelesca de la que solo son conscientes unos pocos individuos amantes de lo misterioso: las élites siempre se han unido a fin de defender sus intereses conjuntamente. El problema es que con demasiada frecuencia tales intereses son inconfesables. De ahí su secretismo. Especialmente si se trata de funcionar de facto en régimen de monopolio mientras se guardan las apariencias legales de libre competencia. ¿Cómo las petroleras van a pactar precios con luz y taquígrafos? En este sentido, el grave ataque a la libre competencia denunciado por MES a comienzos de 2015 no es nada comparado con las muchas ilegalidades e incluso crímenes llevados a cabo durante siglos por las grandes familias financieras anglosajonas a fin de conseguir del Gobierno de Estados Unidos la increíble concesión del más decisivo de los monopolios: el de la emisión del dólar, el de su fabricación desde la nada y el del control absoluto de la masa monetaria circulante, con todo lo que ello comporta; concesión que, violando la constitución con nocturnidad y engaño, convirtió a estas familias en los dispensadores de crédito al mismo Estado al que arrebataron su principal prerrogativa.

Lejos de toda conspiranoia, el hecho incontestable es que la Fed (Reserva Federal) produce dólares fiduciarios en cantidades ingentes, cantidades cuyo monto real nadie conoce desde el año 2006, ni aún el mismo Gobierno. Justo inmediatamente antes de la gran crisis-estafa y del rescate bancario con decenas de billones de dólares ocultados a la opinión pública (¡sí, aunque parezca increíble a aquellos que no se informan bien, con decenas de trillones, según el modo estadounidense de contabilizar), se dejó de informar sobre la cantidad de dólares en circulación. Se trata además de un rescate “abierto”, que autoriza a la Fed a inyectar a la banca una cantidad límite de 780.000 millones de dólares, aunque… ¡cuantas veces haga falta! Por otra parte, no hay casi dinero real en el actual sistema financiero occidental, tan sólo deuda.

Pero, como muy bien afirma el profesor exanalista de Wall Street Michael Hudson (el primero en anticipar el futuro estallido de la burbuja inmobiliaria), “El problema es que nada de eso está incluido en el currículum académico. Y el silencio de los principales medios de comunicación, la incapacidad de los mismos para informar de esos asuntos, o aun para reconocerlos, hace que resulten invisibles, salvo para sus beneficiarios, que son quienes manejan el sistema”. A pesar de todo, muchos otros analistas van abriendo día a día los ojos a este enorme engaño que califican de “colosal expolio”. El Che ya supo ver no solo la enorme estafa que es esta colosal transferencia de riqueza al sector financiero sino también el increíble engaño del Sistema al respecto: “Pueden [los banqueros internacionales] darse el lujo hasta de financiar una ‘izquierda controlada’ que en modo alguno ni denuncie ni ataque el corazón del Sistema: el Banco Central y los ciclos de expansión-inflación / recesión-deflación.”

La Fed, con la intermediación de los bancos comerciales (cuyos propietarios son también a la vez en su gran mayoría accionistas de la Fed y miembros de clubes como el Bilderberg), presta al Gobierno de Estados Unidos las montañas de dólares que crea sin control alguno. Los presta a cambio de bonos del tesoro que financian la descomunal deuda del Gobierno Federal. Los bancos de la Fed, en posesión de esos títulos perciben colosales flujos de intereses. Y mientras nosotros estamos aquí y ahora absortos en los problemas del día a día, el Banco Central Europeo, creado y dirigido por gentes de estas mismas élites, reproduce el mismo proceso de la Fed: con su extraño modo de funcionar, que según el artículo 101 del Tratado de Maastricht imposibilita a los estados el ser financiados directamente por el Banco Central Europeo, y con la inestimable colaboración de las corruptas agencias de calificación, nos ha originado en unos pocos años una gran deuda soberana.

Pero esta es una cuestión que sobrepasa de tal manera nuestros limitados horizontes que casi no es tenida en cuenta en el día a día de la política autonómica (ni aún en el de la nacional). Es una especie de tabú mayor aún que el del independentismo. Y quizá deberíamos preguntarnos de que independencia hablamos cuando nos referimos a unos estados convertidos en meros clientes sumisos de “los mercados”. Mercados a los que los estados han concedido el control del dinero que la sociedad genera con su trabajo y el pago de sus impuestos, unos mercados que son supuestamente libres pero que en realidad están absolutamente manipulados y dirigidos hacia una concentración cada vez mayor del dinero y el poder. En palabras de Alfredo Apilánez:

“Los manuales de economía ni siquiera mencionan estos hechos. La función del banco central es envuelta en una ‘música celestial’ –búsqueda de la estabilidad de precios, pleno empleo (excepto en el caso del ultraliberal BCE, que ni siquiera incluye este objetivo ‘social’ en su mandato), operaciones de mercado abierto, emisión de moneda de curso legal, fijación del tipo de interés, ajuste de los coeficientes de caja y reservas de la banca privada y suministro de liquidez para el ‘normal’ funcionamiento del mecanismo de pagos- que disuade al lego con su jerga pseudocientífica y encubre eficazmente de aséptica neutralidad su función real. Como explica Michael Hudson, ‘La FED, otras agencias gubernamentales, Wall Street y el resto de la banca central post-telón de acero forman parte de un sistema de conjunto. Ha de verse cada agencia en el contexto de ese sistema y de sus dinámicas. Y esas dinámicas son dinámicas de polarización social que echan su raíz, sobre todo, en mecanismos financieros’. Murray Rothbard, autor de una famosa filípica contra la FED, resume, en fin, el núcleo del asunto: ‘De hecho, este es el papel que justifica su existencia: apoyar a la banca comercial privada, ayudándoles a inflar dinero y créditos, aportando reservas a los bancos, y sacándoles de apuros cuando se encuentran con problemas’. La función esencial de la banca central moderna –‘al fin y al cabo, consorcios de bancos privados con la bendición del Estado’ -es pues potenciar la expropiación financiera característica de la matriz de la acumulación de la fase neoliberal a través del ‘imperio de la renta’ que sustenta la condición de las finanzas privadas como máquina de captura predatoria de la riqueza social. Pero son sólo los mamporreros de la gran ‘manguera de succión’ financiera: su vórtice real reside en otro lugar.”

Llegando ya a ese “lugar” en el que reside el vórtice, que no es otro que la élite constituida por las grandes familias financieras creadoras de la Fed, voy a acabar con dos constataciones. Es imposible, en primer lugar, entender la historia reciente de Occidente, incluida la española, y en especial la gran crisis-estafa que se inició en 2008, sin conocer qué es la Fed; sin conocer cómo, cuándo y quienes la crearon; sin conocer los resultados de la auditoría que se le hizo, por fin (la única que se le ha logrado hacer), gracias a la iniciativa de Bernie Sanders y otros dos senadores en 2010; sin conocer cómo se pudo llevar a cabo el descomunal rescate bancario, etc. Pero, en segundo lugar, es igualmente imposible conocer a su vez cualquier cosa referente a la Fed sin conocer las alianzas y clubes (siempre rodeados del mayor secretismo) de dichas élites. El Club Bilderberg, y David Rockefeller en especial, son verdaderamente representativos de ellas. Sin olvidar a Zbigniew Brzezinski, el ideólogo-creador de la Comisión Trilateral (fundada por David Rockefeller en 1973), exdirector del Consejo de Relaciones Exteriores y miembro relevante del Club Bilderberg (los otros dos grandes clubes en cuya creación, en 1921 y en 1954 respectivamente, los Rockefeller tuvieron también un papel fundamental), creador de los muyahidines (o al menos el que los hizo realmente temibles), miembro del Consejo de Administración de Amnistía Internacional, etc. etc.

Zbigniew Brzezinski es un personaje excepcional para llegar a entender el complejo y engañoso mundo en el que vivimos, así como el enorme control que estas élites han logrado en él. Control que va desde el ámbito de “los mercados” hasta el de las hordas de muyahidines, pasando por el de las agendas de las grandes ONG cuando estas tocan las cuestiones realmente “sensibles”. De hecho, su figura articula mi libro La hora de los grandes “filántropos”, es su eje vertebrador. En él comparo al club Bilderberg, o más bien a la exclusiva élite que conforma este y otros clubes semejantes, con los agujeros negros: han cuidado tanto su secretismo que son prácticamente invisibles, pero sus efectos gravitacionales delatan su presencia. Hace ya años que descubrí que en todo cargo clave en las instituciones occidentales siempre hay un Bilderberg. Algunos de ellos son españoles. Como Bernardino León, representante de la UE en su criminal misión en Libia y el Mediterráneo Sur. O como Javier Solana en el vértice de la OTAN. Sin hablar del daño inmenso que han hecho en nuestra misma España muchos otros de estos nefastos personajes, entre los que hay que destacar por su peso en este club a Juan Luís Cebrián y un largo etc., mucho más largo del que cabe en este artículo.

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