Hace unos días, al acercarse la gran fiesta de la Pascua cristiana, pensé que, en un mundo tan injusto y cruel como el nuestro, en el que parecen triunfar siempre la mentira y la ambición, quizá eran necesarios un tiempo y un espacio para que algunos renovemos nuestra esperanza haciendo memoria de Jesús de Nazaret. Pensé que quizá era necesario dedicar uno de mis artículos semanales a aquel fracasado que, a pesar de ser sepultado tras una pesada losa, ha llenado millones de vidas, como la mía misma, de sentido, dignidad y coraje. Aquel torturado y asesinado que, despojado hasta de sus vestidos, se atrevió a enfrentarse a los perversos poderosos de este mundo, anunciándoles (al igual que hizo antes su predecesor Juan, el Bautista) que no se librarán del juicio divino, por más que se empeñen en despreciar y ridiculizar ese tipo de “patrañas”. Aquel de quien el mismo Gandhi diría un día: “Jesús fue el resistente más activo que quizá haya conocido la historia. Su vida fue la encarnación por antonomasia de la no violencia”. Y también: “Jesús expresó, como nadie más podía hacerlo, el espíritu y la voluntad de Dios. En este sentido, veo y reconozco en él al Hijo de Dios”. Aquel a quien Martin Luther King llamaba “mi Señor”. 

Sin embargo, también en estos días se están haciendo públicos unos correos tan graves y relevantes como los de Hillary Clinton sobre la agresión internacional y la destrucción total que sufrió la Libia de Muamar Gadafi. Y me parece que no debería dejar de lado algo tan importante: una gran agresión internacional y un planificado terrorismo de Estado incomparablemente mayor que el llevado a cabo por cualquier grupo terrorista no estatal. No podemos dejar de lado esta trascendente información porque además, “gracias” a la vandálica “intervención” atlantista, la cercana Libia se ha convertido en la nueva guarida del terrorismo más fanático. Y dado también lo avanzado que está ya el dispositivo destinado a atacar de nuevo a esa Libia que se suponía que ya habíamos liberado y pacificado. Un ataque  que buscará ocupar sus zonas costeras, las económica y estratégicamente más importantes.

Se trata de unos documentos que dejan en evidencia que se atacó a Libia basándose en unas grandes mentiras semejantes a las que se utilizaron antes para atacar a Irak y a las que más tarde se utilizaron para atacar a Siria. En esencia, se puede decir que se atacó a Libia no solo por sus yacimientos petrolíferos enormes, de gran calidad y fácil extracción, sino para salvar el petrodólar y el sistema financiero occidental amenazados por las medidas que empezaba a tomar Muamar Gadafi, así como para impedir la integración y el progreso de África que el líder libio se había propuesto. Es lo que auténticos especialistas ya habían denunciado y lo que yo mismo escribí en mayo de 2011 en un artículo titulado “Libia, mucho más que petróleo”. Y lo que, unos meses más tarde, expuse de un modo más sistemático aún en mi libro La hora de los grandes “filántropos”.

Son unos documentos que evidencian hasta qué punto el terrorismo de Estado es incomparablemente más grave y perverso que el de los terroristas armados de kaláshnikov o explosivos artesanales. Hace ya cuatro décadas que me tocó vivir el terrorismo de Estado en Argentina, un terrorismo de Estado que ha tardado demasiado en ser reconocido. Pero ahora estamos hablando de algo mucho más terrible: del terrorismo coordinado de un Occidente compuesto por un conjunto de estados terroristas. Los grandes crímenes en Irak, Libia o Siria, decididos por una poderosa élite económica globalista inmisericorde y sádica, crímenes que han sido posibles gracias a la colaboración de la falsaria élite política que desde hace más de un cuarto de siglo viene ejecutando el vandálico proyecto de dominación hegemónica de los primeros, ha sobrepasado ya todo lo que algunos podíamos imaginar. Y han originado la espiral de violencia fanática y enloquecida que estamos sufriendo.

Pero finalmente el martes de esta semana llegaron los terribles atentados en Bruselas. Y la declaración  del primer ministro Manuel Valls (y de otros muchos): “Estamos en guerra”. Ante tales atentados y tal declaración, ¿cómo pasar de largo? Además de condenar esos crueles atentados con toda energía y de solidarizarnos con las víctimas de ellos, ¿cómo no rebelarme ante una declaración profundamente tramposa que oculta lo fundamental? Señor Valls ¡estamos en la guerra ilícita e injusta en la que ustedes nos han metido con su seguidismo de criminales como Bill Clinton, George W. Bush o Barack Obama! Porque no fue lo mismo la guerra de Adolf Hitler que la de aquellos franceses de la Resistencia, aquellos jóvenes estadounidenses de las playas de Normandía o aquellos rusos de la batalla de Stalingrado que dieron su vida por la libertad.

Ciertamente aquellos héroes no tenían nada que ver con los fanáticos criminales que acaban de asesinar a más de treinta personas en Bruselas y de herir a más de trescientas. Pero eso no da derecho a nuestros dirigentes políticos a intentar confundirnos: ¡Somos nosotros quienes hemos agredido a Irak, Libia, Siria, etc.! ¡Somos nosotros, “los buenos”, los que hemos convertido a unos pequeños círculos de fanáticos en organizaciones terroristas tan poderosas como el llamado Estado Islámico! Sus atentados en Europa (sin hablar de la destrucción de Irak, Libia y Siria) así como las avalanchas de indefensos refugiados (que nosotros mismos también contemplamos inermes) son el resultado de los crímenes contra la paz de gentes que incluso pretenden ser cristianos (terrible imagen la de George W. Bush rezando antes de atacar Irak) o que pretenden apropiarse de la imagen del Martin Luther King que se enfrentó frontalmente a la guerra de Vietnam (indecente imagen la de Barack Obama intentando asociar su imagen a la de aquel líder de la no violencia). Hoy, Viernes Santo, mientras escribo, me resulta especialmente insoportable tanta farsa y tanto crimen.

Así que, ya que en nuestro mundo globalizado todo va tan acelerado y todo se vuelve más y más grave y peligroso, no me ha quedado más remedio que intentar articular todos estos elementos en unos pocos folios. Como veremos en las próximas semanas, los correos privados de la candidata a la presidencia estadounidense que están saliendo a la luz son demoledores. Sin embargo, a pesar de que deberían producir un auténtico terremoto mediático y político, no están teniendo un impacto digno de consideración. La historia juzgará muy duramente las responsabilidades de los grandes medios y de los grandes “expertos” occidentales.

En conclusión, no se me ocurre otra imagen para entender el papel que está jugando Europa en relación a los últimos gobiernos estadounidenses y sus grandes crímenes de agresión internacional que el de las sometidas mujeres maltratadas que son incapaces de cortar con su agresor. Esto lleva camino, cada vez más, de acabar en una tragedia en la que Europa sea sacrificada por aquel “sujeto” con el que ya hace tiempo deberíamos haber cortado nuestra patológica relación.