Hace ya bastantes décadas, alguien “demasiado” sensible a la injusticia, “demasiado” lúcido, “demasiado” libre y “demasiado” valiente para que le dejaran seguir moviéndose por el escenario, el Che Guevara, denunciaba: “Pueden [los banqueros internacionales] darse el lujo hasta de financiar una ‘izquierda controlada’ que en modo alguno ni denuncie ni ataque el corazón del Sistema: el Banco Central y los ciclos de expansión-inflación/recesión-deflación”.

Sin embargo, han sido muchas las personalidades que también supieron ver lúcidamente este problema. No me referiré a Karl Marx, que, con su solo apellido, tantas fobias suscita. Citaré tan solo a dos figuras, de ámbitos muy diferentes y cada una muy significativa en el suyo. Albert Einstein, que no necesita presentación, consideraba que la concentración del capital y el poder, concentración cada vez mayor, era “la verdadera fuente del mal”. También se opuso frontalmente a un Banco Central de Estados Unidos en manos privadas uno de los más influyentes de los llamados padres fundadores, un verdadero demócrata y luchador contra el imperialismo, el principal autor de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, su tercer presidente y uno de los más respetados y queridos, Thomas Jefferson.

Y, sin duda alguna, como también sabía bien el Che, la fase final de este capitalismo insaciable es el imperialismo. Los crímenes atlantistas contra la paz que no parece que afecten a nuestro día a día, crímenes de los que España es corresponsable, están absolutamente relacionados con todo el sufrimiento de los más débiles de nuestra sociedad local y con el poder cada día más descontrolado de los grandes financieros-“filántropos” de Occidente. De ahí que siempre insista en la trascendencia para nuestra vida cotidiana de todo este proyecto de dominación y de todas esas guerras de agresión. Nos parecen muy lejanas pero, además de arrasar tantos países y dejar en las cunetas tantos millones de cadáveres, hacen cada día más poderosa a la élite que aquí está acabando con el Estado del bienestar e incluso con la soberanía misma de los estados.

Hay demasiados partidos, medios de comunicación o ONG que, tras una apariencia de “progresismo” en lo local y nacional o tras una preocupación por los derechos humanos individuales, apoyan sutil pero decididamente la agenda de dominación de los grandes poderes financieros occidentales. Si es que no son, en muchos más casos de los que la gente se puede imaginar, directamente financiados por ellos. Les recomiendo que entren en páginas como la de nuestro conciudadano Mikel Itulain, ¿Es posible la paz?, o que se informen sobre el ejército terrorista encubierto de la OTAN, la red Gladio, sacada a la luz por el historiador suizo Daniel Ganser. Encontrarán un mundo sorprendente que desconocen, al parecer, nuestros grandes políticos, nuestras grandes ONG y nuestros grandes medios y agencias de información, así como, por supuesto, nuestras cadenas de televisión. Se sorprenderán, al igual que algunos se sorprendieron al leer en mi último artículo la relación de accionistas de El País que nos aportaba Pere Sampol.

Este proceso de engaño masivo empezó hace muchas décadas: desde que las grandes familias financieras anglosajonas, violando la constitución estadounidense con nocturnidad y alevosía, se hicieron con el control del dólar, creando su poderoso banco al que dieron una apariencia de institución pública, la Reserva Federal. Secuestraron así la democracia en Estados Unidos al apoderarse de su mayor pilar: el control de la economía. Alguien que es ahora en Europa una importante pieza en el tablero global de estas gentes, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, afirmó tajantemente hace unas semanas. «No puede haber decisiones democráticas [en Grecia] contra los tratados europeos».

Y luego está Podemos… que me preocupa. ¿Cómo se puede pasar tan rápidamente del “No a la OTAN” al “Bueno, ya veremos que se puede hacer”? Me recuerda demasiado a aquello de “OTAN, de entrada no” de los tiempos de Felipe González, el protegido del gran “internacionalista” David Rockefeller. No es lo mismo la coherencia, mantenida durante décadas, por un Jeremy Corbyn que, finalmente, en el momento que corresponde, llega a ser un referente importante en el Reino Unido, que el pasar en cuestión de meses de ser una izquierda lúcida a un partido decidido a conquistar, sea como sea y cuanto antes, un centro sociológico ocupado por demasiada gente que, ustedes me perdonen, está demasiado desinformada y adoctrinada.

Finalmente está la buena gente de los partidos que, absorbidos por lo más inmediato y cercano, no llegan a informarse en serio sobre estas cuestiones internacionales que tanto condicionan nuestra realidad local, sobre estas grandes geoestrategias de dominación y control de los recursos del planeta que son las que más interesan a los grandes poderes que mueven a Occidente y las que, por eso mismo, son las más “enturbiadas” por sus medios “globales” de comunicación. No en vano dedican una energía tan sorprendente a presentar sus crímenes de agresión internacional como un modo “superior” de actuar a favor de la paz y de la democracia en el mundo, como intervenciones “humanitarias”, como protección de los pueblos oprimidos por dictaduras, etc. Me considero un nacionalista convencido, pero no enmarcar las cuestiones locales y nacionales, bien importantes sin duda, en el marco de los acontecimientos globales, podría tener mucho de provincianismo.

Pero más allá de tanto análisis y de tantas razones de naturaleza económica y política están la ética y la dignidad: no en mi nombre, no. No a tanta sangre derramada actualmente y a tanta desolación medioambiental. ¿Entraré, pues, a formar parte de un minoría marginal? No sería la primera vez que me quede al margen… hasta que, de nuevo, sea el escenario mismo el que se desplace. Lo realmente importante son la verdad y la justicia.

Algunos de los muchos enemigos de Albert Einstein y de sus teorías en la Alemania nazi crearon una asociación para atacarlo. Llegaron a publicar un libro titulado Cien autores en contra de Einstein. Una vez más, la respuesta del genio fue genial: “¿Por qué cien? Si estuviera equivocado, bastaría con uno solo.” Ya antes de la Primera Guerra Mundial había experimentado esa misma soledad. En 1914, noventa y tres intelectuales alemanes firmaron el “Manifiesto para el Mundo Civilizado” justificando la invasión alemana de Bélgica. Albert Einstein se negó a firmarlo e incluso pretendió impulsar, junto a otros dos intelectuales, un contra-manifiesto del que era autor el fisiólogo Georg Friedrich Nicolai (1874-1964), intento que fue un absoluto fracaso. Tras semejante experiencia, afirmó: “Es increíble lo que Europa ha desatado con esta locura. […]. En estos momentos uno se da cuenta de lo absurda que es la especie animal a la que pertenece”.

Solo gentes como él hicieron avanzar a la humanidad. Los cómplices, por acción u omisión, en tanto engaño, estafa y mediocridad no hicieron otra cosa que retrasar ese avance. Entonces, ¿dejaré de depositar mi voto en las urnas por primera vez en mi vida? También esa no-opción sería una opción. Así que, a pesar de todo, votaré a MÉS. Y lo haré porque creo que personas como Toni Verger (que es el único de los candidatos que conozco personalmente) son lo suficientemente íntegras y humildes como para ir aprendiendo en el día y a día y como para escuchar y tener en cuenta “sermones” como este mío de hoy.