Eventos recientes relacionados con ataques terroristas en varios países llevados a cabo en nombre de los yihadistas y las llamadas para una guerra contra el extremismo islámico están obligando a un replanteamiento sobre por qué la batalla a largo plazo contra los grupos musulmanes radicales está dando un fruto tan pobre.

A raíz de los trágicos acontecimientos de Francia y Dinamarca en enero y febrero, cuando caricaturas inflamatorias del profeta Mahoma dieron lugar a una serie de asesinatos, los políticos europeos declararon casi unánimemente que los ataques islamistas a los valores europeos son una amenaza para toda la comunidad internacional. Obviamente, no hay punto de comparación entre la magnitud de los acontecimientos de París y Copenhague con, por ejemplo, la muerte de miles de niños en África a causa del hambre, que son infinitamente menos preocupantes para el mundo occidental. Al mismo tiempo, el nivel excepcionalmente alto de apoyo de los medios de comunicación a las exhibiciones del extremismo islámico, que los medios occidentales presentan como uno de los grandes males del mundo, no puede sino sugerir que no sólo son sus partidarios los que tienen interés en la existencia de este mal, sino también los que están librando una lucha tan intransigente en contra de él.

En los 13 años y pico desde que EEUU declaró una «guerra global contra el terrorismo» e invadió Afganistán en su nombre, el terrorismo en el mundo no ha disminuido. Ha crecido. Las organizaciones terroristas han comenzado a aparecer, desaparecer y luego reaparecer con una regularidad nunca vista anteriormente. Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, al-Qaeda y Osama bin Laden, que permanecieron evasivos los diez años siguientes, fueron declarados los principales enemigos de la humanidad. Washington anunció una cruzada contra este enemigo, que fue utilizado para ayudar a fortalecer la posición de la «única superpotencia» en el Próximo y Medio Oriente. Con el tiempo, los medios de comunicación del mundo poco a poco comenzaron a prestar menos atención a al-Qaeda, llegó el informe de la muerte de bin Laden en 2011, pero nada de eso probaba la eficacia de la guerra de Occidente contra el terrorismo. La cruzada declarada por Occidente tampoco fue llevada hasta el final. Los terroristas fueron simplemente reemplazados por otros que son aún más sanguinarios, y que ahora ya amenazan con crear un «califato mundial». Al Qaeda fue sustituido por Estado Islámico (IS), la comunidad internacional se presentó rápidamente con un nuevo enemigo de importancia mundial, y Estados Unidos se apresuró nuevamente a presentarse como salvador de la humanidad: el 11 de septiembre de 2014, Obama declaró la guerra al Estado Islámico.

El extremismo islámico y la tan cacareada guerra de Estados Unidos en su contra son un instrumento unificado para influir en el sistema moderno de relaciones internacionales. Esta influencia se produce tanto por la consolidación de la posición de EEUU en las regiones geopolíticamente sensibles del mundo en que esta guerra se está librando, como por la desestabilización de gobiernos cuyas políticas no cumplen con las expectativas de Washington. El fomento de la animosidad religiosa en Europa, el rápido crecimiento de la desconocida organización terrorista del Estado Islámico, los vídeos profesionales sobre ejecuciones para mostrar al mundo la aparición de yihadistas en muchos de los puntos calientes del mundo, incluyendo las fronteras con Rusia, forman parte de un cuadro mucho mayor que no sólo se está dibujando por los islamistas.

¿Qué podemos ver en esta imagen? La proyección continua de ejecuciones de personas nombradas como enemigos del Estado Islámico por todos los canales de televisión de todo el mundo, que se ha convertido en una tradición detestable desde hace un cierto tiempo. Las ejecuciones en masa que tienen lugar en algunos lugares de Oriente Próximo no despiertan ni de lejos el mismo tipo de protesta en Europa y en EEUU que, por ejemplo, el asesinato de varias personas en Francia y Dinamarca. Pero entonces estas ejecuciones televisadas apoyan y fortalecen el compromiso de la batalla de hoy contra un mal universal que, después de haber reemplazado al-Qaeda, es el papel que ocupa actualmente el Estado Islámico. En Europa, por su parte, los musulmanes todavía están siendo provocados por las caricaturas del profeta Mahoma, las declaraciones contra los musulmanes, las propuestas de introducir la pena de muerte y así sucesivamente. Y todo ello combinado aumenta las tensiones y crea la apariencia de una amenaza global, por un lado, y realza el notorio caos controlado por el otro. Hasta el momento, no hay ningún otro resultado visible de la guerra de Occidente contra el terrorismo emergente bajo la bandera del Islam.

Por tanto, es también sorprendente que la guerra contra el IS, que se ha estado produciendo durante más de seis meses y en la que Washington ha implicado oficialmente a 60 estados, aparentemente no se está llevando a cabo en serio. ¿Qué ha producido la operación Resolución Inherente, que comenzó en Irak en agosto de 2014 y fue trasladada a Siria en septiembre? Más de 2.000 ataques aéreos y el apoyo de los kurdos que luchan contra el IS han destruido, según los informes, a 7.000 militantes y conquistado 700 kilómetros cuadrados, sólo un poco más del 1 por ciento del territorio ocupado por el Estado Islámico. El líder del IS, Abu Bakr al-Baghdadi, que se ha declarado califa, se ha vuelto tan escurridizo como lo había sido bin Laden. Resolución Inherente está costando a EEUU 8’3 millones de dólares al día, que parece una frivolidad en comparación con los costes asociados a las guerras de Irak y Afganistán, que costaban un promedio de 800 millones de dólares al día.

Los esfuerzos «para socavar y finalmente destruir» IS han fracasado y podemos aventurarnos a suponer que nunca tendrán éxito. Esto se debe a que como instrumento de influencia en el sistema de relaciones internacionales, el Estado Islámico es esencial para la élite mundial que dirige la política. En particular, el Islam radical es esencial para el destacamento de la civilización occidental en el Este, Israel. Por lo tanto, se puede suponer que el islamismo seguirá manteniendo su bandera negra alzada, las imágenes de vídeo que muestran las ejecuciones ejemplares de «enemigos del Islam» seguirán repitiéndose y serán aún más horribles, la guerra contra el Estado Islámico se extenderá a áreas cada vez más vastas, y Estados Unidos pedirá a otros de unirse para librar una guerra contra esta amenaza a la humanidad bajo su liderazgo. ¿Cuántas personas se han preguntado si este camino que se pierde en la oscuridad infinita podría convertirse en el medio para la auto-destrucción de la civilización occidental?