Esta historia no se enseñaba en la escuela. Tampoco era cantada por los trovadores del mwami. Los libros y los cantos recogían sobre todo las grandes hazañas de la dinastía Nyiginya y debían justificar su hegemonía y superioridad, además de la de los tutsis en general. Se trata de una historiografía ideológica que, enriquecida por leyendas y mitos sobre el estado de semidiós del ancestro Sabizeze del clan real de los Nyiginya y por consiguiente sobre su derecho a la hegemonía, hace remontar la historia a muchos siglos antes de lo que pueda demostrarse, lo cual tiene por objetivo mantener a la mayoría del pueblo, los agricultores hutus, en un estado inferior de sumisión. Parecía, tanto al mundo exterior como a los hombres en el poder, que todos aceptaban esta situación.

Pero en las familias y los hogares hutus, por la noche, en torno al fuego de leña, durante la cena a base de judías, los abuelos y los padres relataban otra historia, la crónica familiar, que se remontaba a varias generaciones, transmitida de padres a hijos. Era la historia que contaba cómo, poco a poco, su linaje había perdido la libertad y la dignidad; una historia de creciente humillación y opresión por parte de los señores y dueños, los tutsis de todas las castas, de arriba a abajo. Esta tradición oral explicaba los sentimientos profundamente arraigados de frustración y humillación de los hutus respecto a los tutsis. Estos sentimientos se fueron acumulando durante el curso de los siglos, caldo de cultivo de un odio inconsciente pero siempre dispuesto que formaba parte del inconsciente colectivo de los hutus, transmitido, cada vez con más fuerza, de generación en generación.

Los tutsis, por su parte, ignoran por completo estos sentimientos de frustración y de humillación. Ellos tienen un inconsciente colectivo formado por siglos de poder y superioridad. No tienen ni idea de lo que habita en el alma de los hutus. Nos podemos por ello preguntar si el europeo no se ha reconocido en cierta medida en este estado de espíritu de los tutsis, lo que explicaría que el europeo medio sienta un sentimiento espontáneo de simpatía hacia ellos. Es, como mínimo, sorprendente que casi todos los matrimonios mixtos se den entre europeos y tutsis, y muy raramente entre europeos y hutus.

C.M. Overdulve, pastor holandés de la Iglesia presbiteriana que trabajó en Ruanda desde 1961