La Unión Económica Euroasiática es una realidad que puede terminar costándole su “ventajosa posición” a Estados Unidos en la periferia occidental de Eurasia según vaya formándose un espacio económico común. 

En 1997, el ex asesor en seguridad nacional Zbigniew Brzezinski aseguró lo que sigue: “Pero si el espacio central rechazara a Occidente, se convertiría en una única entidad firme; así, tanto adquiriría capacidad de control del Sur como crearía una alianza con el principal actor de Oriente. La consecuencia sería que la primacía de EEUU en Eurasia se reduciría dramáticamente. Lo mismo sería si los dos jugadores más importantes del Este se unieran de algún modo”.

Se trataba de una clara advertencia a las elites de Washington y Wall Street. Escondido detrás de una melifluamente velada jerga de apariencia liberal y académica, lo que el doctor Brzezinski estaba diciendo era que si la Federación Rusa y el espacio post-soviético se las arreglaban para rechazar o hacer retroceder la dominación de Occidente –léase, una combinación de tutelaje de EEUU y la Unión Europea (UE)– y tenían éxito reorganizándose en la creación de cierto tipo de confederación o bloque supranacional, que o bien ganara influencia en Oriente Medio y Asia Central o bien se aliara con China, la influencia de Washington en Eurasia se acabaría.

Todo lo que advertía Brzezinski a Washington está sucediendo. La Unión Económica Euroasiática (UEE) –llamada sencillamente Unión Euroasiática– se ha formado con Armenia, Bielorrusia, Kazakhstán y Rusia. Próximamente, Kyrgyzstan accederá a la membresía de la UEE, y Tayikistán está considerando hacer lo propio. El Kremlin y la UEE están activos también en la búsqueda de nuevos socios. Incluso países que están fuera del espacio post-soviético, como Siria, están interesados en unirse a la UEE, y el bloque liderado por Rusia ya ha firmado un importante tratado comercial con el gigante árabe Egipto. En el Sudeste Asiático, se han realizado negociaciones con Hanoi; Vietnam es el siguiente país en el cronograma de firmas de tratados con la UEE en algún momento de 2015.

Está claro que el “Espacio Central” está resurgiendo. Turquía está atenta a la alternativa euroasiática. El tratado entre Ankara y Moscú por el ducto que transportará gas natural a través de Turquía han puesto en alerta a Washington y la Comisión Europea. Después de los acuerdos en materia de energía y comercio, Rusia renovó sus lazos militares con Irán; consecuentemente, ofreció a Teherán el vehiculo lanzamisiles Antey-2500. En 2013, Teherán codo a codo con Moscú fue un actor clave cuando se evitó que el Pentágono lanzara una guerra abierta en Siria. El 20 de enero de 2015, el ministro de defensa ruso, Sergei Shoigu, y su equivalente iraní, brigadier general Dehghan, firmaron públicamente en Irán unos tratados que renuevan la cooperación militar ruso-iraní. Desde Egipto, Líbano y Siria hasta Yemen e Iraq, la influencia de Rusia está aumentando en Oriente Medio (es decir, “el Sur”).

En América latina, desde Argentina y Brasil hasta Nicaragua y Venezuela, la influencia de Rusia también está creciendo. La excursión regional que el año pasado realizó el presidente ruso Vladimir Putin y otra de Shoigu este mismo año han incluido conversaciones sobre cooperación militar y condujeron a especulaciones sobre la construcción de una red de bases de comunicaciones, navales y aéreas en el continente. Por otra parte, el aumento de la influencia rusa y la disminución del peso de Washington en el interior de América latina han sido razones para el acercamiento de EEUU y Cuba. La influencia de Moscú estuvo presente incluso en la víspera de la histórica visita de una delegación del Congreso estadounidense cuando el buque de inteligencia y comunicaciones ruso Viktor Leonov amarró en La Habana el 20 de enero de 2015.

Tanto el “Espacio central” como el “Reino central” ( Zhongguo/China) han unido fuerzas hace tiempo. Esto sucedió antes de la formación de la UEE o el golpe del EuroMaidan en Ucrania. Moscú y parte del espacio post-soviético empezaron a construir una alianza con China (esto es, “el más importante actor del Este”). Esto ha comenzado a florecer. La Organización por la Cooperación de Shanghai (SCO, por sus siglas en inglés), constituida en 2001 por Los Cinco de Shanghai, es la prueba de ello. El megacuerdo chino-ruso sobre el gas natural no es más que el fruto de esta alianza y la consolidación d el espacio común integrado por el “Espacio central” y el “Reino central”.

Evitar la integración euroasiática: intentos de cercar el “Espacio central”

Independientemente de cualquier mezquindad o cálculo, sin Rusia, Europa está incompleta. Tanto demográfica como territorialmente, la Federación Rusa es el mayor país europeo. Sin la menor duda, Moscú también es la fuerza primordial en lo político, lo socioeconómico y lo cultural en los asuntos europeos, una fuerza que no puede ser desdeñada desde el mar Báltico a los Balcanes y el mar Negro.

Económicamente, Rusia es un exportador importante y un mercado importador para la UE y sus países miembros. Es por eso que la UE está sufriendo las consecuencias de las sanciones económicas, urdidas por Estados Unidos, impuestas a Rusia como una forma de guerra económica. Es en este contexto, en el de la importancia económica de Rusia para las economías de la UE, que el vicepresidente de EEUU Joseph Biden admitió con todo candor durante una conferencia el 2 de octubre de 2014 en la escuela de gobernanza John F. Kennedy de la Universidad de Harvard que Washington debía presionar a la UE para que aceptara el régimen de sanciones.

En este sentido, la advertencia de Brzezinski tiene otro ángulo que involucra también a los socios de Washington, la UE y la OTAN. “Finalmente, cualquier expulsión de Estados Unidos de su posición privilegiada en la periferia de Occidente por parte de sus socios occidentales significará automáticamente el fin de la participación de EEUU del tablero de juego eurasiático, aunque también signifique la eventual subordinación del extremo occidental a un revivido jugador ocupando el espacio central”, avisó Brzezinski. Lo que quería decir el ex funcionario estadounidense es que si las más importantes potencias europeas alineadas con EEUU (Francia y Alemania, o el conjunto de la UE) rechazaban la influencia de Washington (tal vez incluso con la retirada de la OTAN), EEUU perdería su situación de privilegio en Eurasia. Brzezinski advirtió de que una Rusia afirmativa –probablemente junto con su aliados de la Comunidad de Naciones Independientes (CIS, por sus siglas en inglés)– podría incluso sustituir la influencia estadounidense.

La razón por la cual esta unidad en el espacio post-soviético y cualquier convergencia entre la UE y el “Espacio central” constituyen una amenaza para Washington puede ser analizada mediante la utilización del punto de vista y el léxico del ministro de asuntos exteriores de Rusia. En el marco diseñado en el Nº 32 de la plaza Smolenskaya-Sennaya, Eurasia está dividida en tres zonas o regiones: la región euratlántica (periferia occidental), la eurásica (región central) y la región Asia-Pacífico (periferia oriental). Por lo tanto, la expresión “Espacio central” usada por Brzezinski alude al espacio post-soviético.

En términos orgánicos, la región central –Eurasia– es la que puede unir e integrar a las periferias occidental y oriental. En última instancia, Rusia y la UEE quieren establecer una zona de libre comercio que englobe a toda la UE y la UEE: un “Espacio Económico Común”. En las palabras del ministro ruso de asuntos exteriores, la UEE “está diseñada para ser un vínculo efectivo entre Europa y la región Asia-Pacífico”.

Rusia y la UEE, actuando como puente entre las dos periferias euroasiáticas, son las que amenazan los planes de Washington de integrar las regiones euroatlántica y Asia-Pacífico con Estados Unidos.

Espacio Económico Común vs. TTIP y TPP

Estados Unidos quiere ser el centro de gravedad de Eurasia. Y tiene el temor de que la UE podría eventualmente inclinarse en la dirección del “Espacio central” e integrarse a Rusia y la UEE.

Las tensiones que Washington está acumulando deliberadamente en Europa son un intento de distanciar la UE de Moscú; esto le permitiría continuar con la construcción del imperio estadounidense en Eurasia, la versión washingtoniana de un moderno “Gran Juego”. Incluso la advertencia de Brzezinski sobre el resurgimiento del “Espacio central” (Rusia más el espacio post-soviético) se refiere a la zona unificada que se convertiría en una “entidad afirmativa única” y no precisamente “agresiva”, es decir, una amenaza militar para la paz mundial.

Washington pretende que la periferia occidental (euroatlántica) y la periferia oriental (Asia-Pacífico) se integren mediante el Tratado de Asociación e Inversión Comercial Transatlántico (TTIP, por sus siglas en inglés) y el Tratado de Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés). La UEE y cualquier pensamiento de un Espacio Económico Común son una amenaza para la fusión de esas regiones con EEUU. Es por eso que Estados Unidos no puede tolerar un “Espacio central” independiente y asertivo, ni, por la misma razón, un “Reino central” independiente y asertivo. De ahí la demonización y el señalamiento mediático de los que son objeto Rusia y China: Moscú está en el centro de atención mediante la desestabilización inducida en Ucrania (también mediante una novedosa ola de rusofobia); al mismo tiempo, los dardos se dirigen contra Pekín mediante el llamado “giro (militar) hacia Asia”. Esto se está dando mientras EEUU continúa desestabilizando Oriente Medio (es decir, “el Sur”).

Mientras Bruselas tenía sus propias razones para acelerar las conversaciones con Washington por el TTIP, los temores de una integración euroasiática avivaron la sensación de urgencia de EEUU para llevar a término las negociaciones por el TTIP de modo de solidificar su influencia sobre la UE. Las sanciones (guerra económica) contra la economía de Rusia, la caída del precio del petróleo y gas, y la depreciación del rublo en Rusia son también otras tantas caras del cubo de Rubik.

El Espacio Económico Común es una aspiración conducente a una zona de comercio de ámbito eurasiano. El interés por el Espacio Económico Común viene dado porque Moscú y sus socios de la UEE lo ven como un marco en el que poco a poco se incorporarían otras regiones euroasiáticas. El segundo en el ministerio de asuntos Exteriores ruso, Vasily Nebensya, confirmo todo esto a la agencia de noticias Tass en una entrevista publicada el 31 de diciembre de 2014. Nebenzya le dijo a Tass que Moscú tiene en vista el objetivo a largo plazo de una cooperación UE-UEE en Eurasia “sobre la base de un espacio económico común desde el Atlántico hasta el Pacífico”.

Cualquier acuerdo comercial entre la UE y la UEE no solo sería el primer paso hacia un Espacio Económico Común sino también el embrión de una zona comercial de ámbito eurasiano con el potencial de incluir el Acuerdo de Libre Comercio Centro Europeo (CEFTA, por sus siglas en inglés), la Asociación por la Cooperación Regional del Sur de Asia (SAARC, por sus siglas en inglés) y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés). La posibilidad es del surgimiento de un bloque supranacional compartimentado.

Desde una perspectiva rusa, en lugar de priorizar el TTIP con EEUU, para la UE tendría más sentido la creación de un marco de cooperación con la UEE. Esta apreciación ha sido reflejada por el embajador ruso ante la UE, Vladimir Chizhov, quien en una entrevista a EU Observer publicada el 2 de enero pasado dijo que Moscú quería iniciar contactos entre la UE y la UEE tan pronto como fuera posible, y que las sanciones de la UE contra Rusia no impedirían el diálogo y el contacto entre ambos bloques. “Podríamos pensar en una zona de libre comercio que abarcaría a todas las partes interesadas de Eurasia”, explicó en la entrevista el embajador Chizhov mientras describía “el bloque liderado por Rusia como un socio mejor para la UE que Estados Unidos”. Tal como preguntaba persuasivamente, la cuestión en la que la UE debe pensar es esta: “¿Creéis acaso que es inteligente gastar tanta energía política en una zona de libre comercio con Estados Unidos mientras tenéis socios más naturales al lado mismo de vuestra casa?”.

¿Está despertando la Unión Europea?

La pregunta del embajador Chizhov no ha caído en oídos sordos. La misma pregunta se están haciendo en varias capitales de la UE. Los líderes de las potencias europeas están dándose cuanta de que EEUU está provocando un conflicto con Rusia, y que Washington pretende que sean los europeos quienes peleen y dilapiden recursos que debilitarán tanto a la UE como a Moscú para beneficio de Washington. Países más pequeños de Europa se han hecho oír sobre esta cuestión mientras que los más grandes han sido más lentos para darse cuenta de ella.

Grecia se negó a alinearse cuando la UE dio a conocer el 24 de enero pasado una declaración de condena a Rusia por el estallido de combates en la ciudad de Mariupol, Ucrania del Este. Atenas rechazó condenar a Moscú y lamentó que la UE actuara antidemocráticamente y no respetara sus propios procedimientos pidiendo el consenso de los estados miembros antes de publicar una declaración en nombre de todos ellos. En lugar de enfrentarse con Rusia, el gobierno griego busca lazos más estrechos con Moscú.

La visita del presidente Putin a Budapest en febrero de 2015 alborotó las plumas de la UE y EEUU. Hungría había alzado la voz para oponerse a las sanciones estadounidenses contra Rusia. Esto había escandalizado a algunos en Washington y la Comisión Europea. Incluso se produjo un conflicto diplomático entre Budapest y Washington cuando el senador estadounidense John McCain llamó “dictador neo-fascista” al primer ministro húngaro Viktor Orban porque en 2014 Hungría se negó a romper sus vínculos con Rusia.

Mientras se conjeturaba sobre la posibilidad de que Hungría fuera utilizada como el “policía bueno” para regatear con Moscú, el 20 de octubre de 2014 Estados Unidos se excedió y prohibió la entrada en territorio estadounidense de miembros del gobierno húngaro. A pesar de que la UE está obligada a reaccionar colectivamente si cualquier país miembro es castigado con sanciones diplomáticas, Bruselas no respondió a Washington.

El presidente de Chipre Nicos Anastasiades se unió a la sublevación contra Bruselas y Washington visitando Moscú el 25 de febrero de 2015. Nicosia y Moscú incluso firmaron un acuerdo que permite el uso de puertos chipriotas a los barcos de la armada rusa.

Alemania y Francia –una vez más llamados sarcásticamente “la vieja Europa” por el jefazo del Pentágono Donald Rumsfeld– también están dudando. Las diferencias franco-alemanas con EEUU aparecieron en la Conferencia de Seguridad de Munich en el hotel Bayerischer Hof cuando la canciller alemana Angela Merkel contradijo a los delegados de EEUU e Inglaterra en relación con una solución militar en Ucrania. En este contexto, París y Berlín hicieron un refrito de la propuesta de paz original del Kremlin e iniciaron conversaciones diplomáticas en Moscú.

Casualmente, Merkel también mencionó su apoyo al Espacio Económico Común: ¿será una señal de los tiempos que se avecinan?

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García