Del libro La hora de los grandes “filántropos” de Joan Carrero, enero 2012,

pp. 144-148

Los gobernantes africanos nacionalistas, dispuestos a reivindicar y defender su soberanía sobre los recursos de su propio país (como lo fue ya Patrice Lumumba), junto a las nuevas potencias emergentes, que tienen grandes necesidades de estos recursos y de pactar con esos gobernantes africanos nacionalistas, son los grandes obstáculos para el proyecto que Occidente tiene no solo para África sino también para una hegemonía mundial. Es un Occidente totalmente sumiso a los grandes intereses anglosajones, un Occidente que se presenta como “el defensor” de la democracia y los derechos humanos en África y que pretende ser él mismo “la comunidad internacional”.

¡Ay de los países africanos en los que últimamente Estados Unidos pone su generosa mirada! ¡Ay de los gobernantes africanos a los que Estados Unidos no considera “confiables” (es decir, totalmente sumisos)! Antes, las rebeliones de los pueblos que aspiraban a la democracia y a la libertad eran ahogadas en sangre por los dictadores. Ahora, esos pueblos deben enfrentarse, además, a “la comunidad internacional” que viene a “liberarlos”. Los conflictos reales existentes en dichos pueblos son la fisura utilizada una y otra vez por los “liberadores” occidentales para desplegar sus “intervenciones humanitarias” y hacerse con el control de regiones cada vez más extensas. Utilizan y manipulan el descontento de los pueblos en beneficio propio.

En un reciente artículo1 titulado “Libia y el mundo del petróleo”, Noam Chomsky afirmaba: “El mundo del petróleo ofrece una guía útil para las reacciones occidentales ante los notables levantamientos prodemocráticos en el mundo árabe. Al dictador rico en petróleo que es un cliente confiable se le da virtual rienda suelta”. Tras analizar a continuación la tolerancia estadounidense con los regímenes petroleros amigos así como su control y manipulación de las revueltas en Egipto y Túnez, concluye: “Documentos internos británicos y estadounidenses insisten en que el virus del nacionalismo es el mayor temor, ya que podría engendrar desobediencia”. Es el mismo análisis que, en un artículo titulado “Misión cambio de régimen”, realizó Pepe Escobar2 a partir del reciente conflicto en Libia:3

En lo que se refiere al Pentágono, Gadafi es una molestia seria. Bloquea el “progreso” del Africom; está a cargo de un trozo estratégico del Mediterráneo; y ha hecho acuerdos con China. Como nacionalista con tendencia panafricana, que permite a China el acceso al Mediterráneo, es el máximo azote para los planes del Africom de militarizar África en beneficio de EE.UU. Por lo tanto, lo menos que se puede hacer es aislarlo.

[…] Tanto como Libia permite al comercio chino el acceso al Mediterráneo Sur, Siria permite a la Armada Rusa el acceso al Mediterráneo Oriental.

Los planes de Pentágono/OTAN/Africom son y siempre seguirán siendo los mismos. Impedir una verdadera emancipación del mundo árabe. Impedir una verdadera emancipación y unidad de África. A pesar de todos sus serios defectos como gobernante, Gadafi constituía un mal ejemplo. Ante el espantoso chantaje del Fondo Monetario Internacional a los países africanos pobres, Gadafi financió proyectos africanos de desarrollo.

No solo se trata de Libia, ni mucho menos. Es el mensaje para África de las élites gobernantes de Washington –y de sus satrapías en Londres y París-: Queremos la subyugación militar total de África y el control de los recursos naturales de África. Si seguís haciendo acuerdos con China, esto es lo que os va a pasar. Con la OTAN como Robocop global, nada nos puede detener, con o sin cambio de régimen, pero siempre bajo cobertura de la farsa.

Estados Unidos se ha desentendido de algunas de las revueltas populares a favor de la democracia que están surgiendo en los países del Magreb y del Oriente Medio e incluso ha colaborado en la desactivación o hasta el mismo aplastamiento de algunas de ellas. Sin embargo, en Libia ha conseguido que una incipiente revuelta popular se haya convertido en una revolución armada de un modo increíblemente rápido. No en vano estaba siendo ya preparada en París desde el 21 de octubre de 2010, según reveló el periodista Franco Bechis 4 a finales de marzo de 2011. Se ha conseguido convertir dicha revuelta en una guerra civil que “exige” una urgente “intervención” de la “comunidad internacional”. Pero, claro está, las reservas petrolíferas de Libia, de gran calidad, son la mayores de África, doblan a las de Estados Unidos. Son además de muy fácil extracción. Por añadidura, tal y como prueban los cables de WikiLeaks, era creciente el malestar estadounidense frente a las condiciones que últimamente iba imponiendo Libia para su comercialización.

Y sin llegar al magnicidio y a las “intervenciones humanitarias” que dejan casi siempre un incontable número de víctimas civiles, están los embargos y otras muchas medidas de presión y chantaje económico que debilitan y hasta hacen caer a los gobiernos. Está también la otra nueva y muy efectiva arma, la más reciente: los tribunales “internacionales”. Tribunales que en realidad no deberían ser calificados de internacionales sino de occidentales. Son cada vez más temibles para aquellos líderes africanos que pretendan zafarse de las garras de la “comunidad internacional” y mantener una cierta autonomía, pero no molestan jamás a los lacayos y esbirros de dicha comunidad, aunque se trate de los más sanguinarios criminales, como Paul Kagame.

Refiriéndose al Tribunal Penal Internacional para Ruanda, alguien tan autorizado como Ramsey Clark, attorney general (ministro de Justicia) de Kennedy y Johnson, y artífice de la Ley de Derechos Civiles de los negros, llegó a decir: “Estados Unidos ha impulsado la creación de un tribunal contra sus enemigos en Ruanda. Esta forma de proceder no es otra cosa que hacer la guerra por otros medios”.5 Lo analicé ya en el primer volumen. Y en el tercero dedicaré un capítulo específico a este Tribunal. En cuanto al Tribunal Penal Internacional, nos encontramos con una paradoja. Por una parte, Estados Unidos ha sido desde el comienzo absolutamente reticente a él, de hecho no ha llegado a reconocerlo y no permitirá jamás que juzgue ni a un solo estadounidense. Pero por otra, lo está utilizando para hacer sentar en el banquillo a los presidentes africanos “incómodos”. Respecto a la gran farsa de la inculpación del presidente de Sudán, Omar Al-Bashir, por el Tribunal Penal Internacional, y respecto al penoso papel del fiscal Luis Moreno-Ocampo en particular, es de obligada lectura el libro Al-Bashir & Darfour: La contre-enquête6 del que es autor el periodista de investigación Charles Onana, al que me referí repetidamente en el primer volumen de esta obra, dadas sus importantes contribuciones en la denuncia de las causas del conflicto del África de los Grandes Lagos, así como los lazos que, en esta tarea, nos ligan a él.

Y está la otra consecuencia colateral de todas estas agresivas medidas: la capacidad de espantar y disuadir a cualquier gobernante africano que tenga el atrevimiento, o tan solo la veleidad, de acercarse a China o a otra potencia media non grata a Occidente. Esta ostentosa impunidad de los gobernantes africanos aliados de Estados Unidos y estas descaradas agresiones a los indóciles es bien “persuasiva”. Es necesario ser un verdadero héroe para asumir el riesgo de enfrentarse a toda esta parafernalia de agresiones. Todo este creciente despotismo anglosajón en África tuvo su inicio en la agresión a Ruanda el 1 de octubre de 1990 y en la creación del Tribunal Penal Internacional para Ruanda a finales de 1994. Robin Philpot7 veía con toda claridad ya en 2003 esa función disuasoria que tiene la acusación de genocidio, columna vertebral del Tribunal Penal Internacional para Ruanda:

¡Se trata de una mordaza! Una mordaza que gusta evidentemente al Régimen de Kigali, pero también y sobre todo interesa a ciertas grandes potencias, con Estados Unidos a la cabeza, que la blanden como un arma de destrucción masiva contra todo dirigente africano o todo régimen recalcitrante de África. “¿Vio lo que les sucedió a Habyarimana y a Ruanda? ¡Lo mismo puede sucederle a usted!”.8

En una entrevista a Saïf Al-Islam, hijo del coronel Muamar Gadafi,9 el periodista Jean-Philippe Rémy le preguntaba: “¿Cómo vive usted el proceso que el Tribunal Penal Internacional ha lanzado en su contra?” Y esta era la lúcida respuesta de Saïf Al-Islam Gadafi, una respuesta que lo dice todo sobre estos “tribunales”: “Hace dos meses, nos llamaban de varios países para decirnos: Si usted se va al exilio, nosotros detendremos el proceso y las demandas judiciales, y todo esto se resolverá y no tendrá problemas. Esto significa que no es un verdadero tribunal. Es una herramienta para ponernos bajo presión”. La manipulación es tan descarada que a comienzos de julio de 2011 la Unión Africana decidió enfrentarse al Tribunal Penal Internacional.

La Unión Africana encontró el coraje para rechazar la ejecución de una Orden de búsqueda y captura contra el líder libio Muamar Gadafi emitida por el Tribunal Penal Internacional (CPI) [siglas en inglés], el cual parece tener una política de acusar “solo a africanos”. El presidente de la UA calificó las acusaciones del Tribunal como “discriminatorias” porque ignoran los crímenes de Occidente en Afganistán, Pakistán e Irak. China ha recibido la visita del presidente sudanés Omar al-Bashir, otro blanco de las órdenes de arresto del Tribunal.

La Unión Africana les ha pedido a todos sus 53 miembros que no se dobleguen ante la Orden de búsqueda y captura del Tribunal Penal Internacional contra el líder libio Muamar Gadafi. El Tribunal Penal Internacional, o Corte Penal Internacional, nunca ha acusado a nadie que no fuera africano, y muchos la consideran un instrumento de Estados Unidos. La Administración Obama apoya constantemente al Tribunal de boquilla, a pesar de que Estados Unidos no es un miembro de él y ha rechazado que sus propias políticas y Fuerzas Armadas tengan que rendir cuentas a ninguna autoridad externa.

La Unión Africana, reunida en Guinea Ecuatorial, afirmó que la acusación del Tribunal contra Gadafi por presuntos “crímenes contra la humanidad” complica la tarea de conseguir un alto el fuego en Libia. Dos veces, delegaciones de alto nivel africanas han intentado fraguar un alto el fuego, que protegería a los trabajadores inmigrantes y a los refugiados y permitiría hacer llegar la ayuda humanitaria a la población civil. Las dos veces, los rebeldes y sus patrocinadores europeos y estadounidenses hicieron caso omiso a la iniciativa africana, un despliegue de arrogancia occidental que fue sumamente humillante para la Unión Africana. El insulto todavía escuece. Aunque la Unión Africana no puede hacer mucho para impedir que la OTAN bombardee una nación africana a voluntad, la Unión Africana decidió, finalmente, que puede oponerse al Tribunal Penal Internacional y a sus intentos de arrestar a Gadafi, que fue presidente y gran benefactor de la Unión Africana.10

Y para poner el broche a estas estrategias tan diversificadas y complementarias, está la función de propaganda que cumplen las intervenciones “humanitarias” y los tribunales “internacionales”: no solo cumplen unos objetivos militares, las primeras, y de coerción penal, los segundos, sino que además, al ser presentadas como nobles misiones liberadoras y justicieras, ambas desempeñan la importante función de sostener en las sociedades occidentales esas “ilusiones necesarias”, expresión de Noam Chomsky y Edward Herman,11 en las que el Sistema Occidental liderado por Estados Unidos es el mejor de los mundos. ¡Magníficas estrategias! Solo tienen un “problema”: son unas estrategias criminales. No sé si el Sistema Occidental es el mejor de los posibles, pero el conjunto de las estrategias sistemáticas de las que se sirve para engañar a sus propias sociedades es realmente “genial”. No en vano en Estados Unidos trabajan 817 000 personas en estas estrategias y otras tareas parecidas, como recordaba quien es el rostro más visible de WikiLeaks, Julian Assange, en la entrevista en El País a la que me referí en la introducción.

1Publicado en el diario La Jornada el 10 de abril de 2011.

2 Analista político residente en Brasil, autor de varios libros y otros escritos.

3 Asia Times Online, traducida para Rebelión por Germán Leyens y publicado el 20 de abril de 2011.

4 Uno de los directores del diario italiano Libero.

5 Revista bimensual Ubutabera, 1 de febrero de 1999, nº 54, página 17.

6 Editorial Duboiris, París.

7 Escritor y periodista originario de Ontario y establecido en Quebec desde 1974.

8 Ça ne s’est passé comme ça à Kigali, Les Intouchables, Montreal, página 62.

9 Publicada por el diario Le Monde y titulada “Con la OTAN o sin la OTAN los rebeldes van a perder Libia”.

10La Unión Africana le dice que te den a la Corte Penal Internacional”, Glen Ford, Black Agenda Report. Versión en castellano en Rebelión, 11 de julio de 2011. Glen Ford es locutor y analista de radio desde hace casi cuatro décadas, cofundador en 1977 del America’s Black Forum y más tarde del Black Agenda Report.

11 Economista y analista especializado en medios de comunicación y economía política, profesor en diversas universidades.