Durante estos días viene reiteradamente a mi mente una cuestión: ¿cómo habrían reaccionado Mahatma Gandhi o Martin Luther King ante el conflicto catalán? Creo sinceramente que desde el punto de vista de estos líderes sociales, a la vez que verdaderos maestros espirituales –mucho más vivos de lo que a algunos les gustaría–, sería un grave error por parte del honorable (y para mí admirable) president Carles Puigdemont y de quienes junto a él lideran políticamente el procés el olvidar o no tener suficiente conciencia de una serie de hechos y principios. Hechos y principios que para mí son bastante evidentes, a pesar de que seguramente serán considerados pura utopía por parte de millones de personas “realistas”, la inmensa mayoría de las cuales no tienen el menor interés en ir más allá de la “información” que les proporcionan los medios convencionales de información. Creo que los líderes políticos del procés conocen los hechos y principios a los que me refiero y que a continuación expondré brevemente. Si no los conociesen, no habrían dado los valientes pasos que hasta la fecha han dado. Pero hay que reafirmarlos una y otra vez, no hay que perderlos nunca de vista a fin de neutralizar la presión que tantos prejuicios e inercias centenarias ejercen sobre nuestras mentes. Veámoslos ya:

  • Los miembros de la élite burocrática de la Unión Europea no son nadie, solo lo verdadero es real. Son tan solo unos fieles servidores de las grandes familias financieras. Unos sumisos lacayos, no electos por las sociedades europeas, de los que nada bueno hay que esperar. Como ya he explicado otras veces, muchos de ellos (como el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, o el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem) son auténticos delincuentes.
  • Las grandes empresas del Ibex 35 que airadamente han abandonado Catalunya no son nada, finalmente solo la justicia triunfará. En la gran batalla que se viene, la de las sociedades frente a aquellas élites que han usurpado la más importante de las prerrogativas del Estado, la de la emisión y el control del dinero, la verdad y la justicia están de nuestra parte.
  • Aún hay demasiado autoritarismo en los genes de demasiados españoles como para que los dirigentes del PP y del PSOE puedan dar ya los pasos necesarios para que sea aceptada la autodeterminación de Catalunya. Pero solo la empatía y el amor permanecerán. Estos millones de personas no se dan cuenta de ello, pero en realidad tienen dicho autoritarismo tan interiorizado que son incapaces de cambiar su mentalidad ni a corto ni a mediano plazo. En circunstancias extremas tal autoritarismo se llega a manifestar en aquel terrible “la maté porque era mía”. Pero en lo cotidiano aparece bajo la forma de una permanente imposición sobre “el otro”. Son incapaces de dejar de confundir el derecho de una mujer a separarse o de los catalanes a decidir su propio destino con aquello que ellos consideran la voluntad de “romper” un matrimonio o de “descuartizar” España.
  • El pueblo catalán es el único dueño de su destino, lo tiene en sus manos. No debe depender ni de lo que piense la mayoría de la sociedad española, ni de la ambición del gran capital, ni de los intereses de la llamada “comunidad internacional”. La gran mayoría del pueblo catalán –tres de cada cuatro catalanes quieren un referéndum de autodeterminación–, ya ha vencido a tantos intereses económicos, a tanto autoritarismo ideológico y político, a tanta farsa mediática y a tanta fuerza policial. El futuro inmediato será muy duro, pero el procés es ya irreversible.
  • El 1-0 ha sido un hito de la historia mundial. No me extrañó, por ello, que Julian Assange lo valorase como el acontecimiento más importante desde la caída del muro de Berlín. Ni tampoco me ha extrañado que más de un millar de profesionales de la información se hayan acreditado estos días en Barcelona. El 1-0 está anticipando la gran batalla que se avecina y la gran victoria que antes o después llegará: la de los pueblos frente a las poderosas y reducidísimas élites que avanzan enloquecidas hacia lo que Albert Einstein consideraba el mayor de los males actuales de la humanidad: la concentración cada vez mayor del poder. Y ello a pesar de que conocía bien el enorme poder destructivo de la bomba atómica. Estamos ante algo que es mucho más que una secesión. Ya está llegando aquello que Zbigniew Brzezinski tanto temía: “el despertar político global”. Despertar que, en combinación con las luchas intestinas entre los miembros de la elite globalista, amenazaría el futuro gobierno mundial cuya construcción le había sido encargada.