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Nunca se está preparado para una gran revolución [Joan Carrero, 14.11.17]

Volviendo a buscar inspiración y coraje en los grandes maestros de la no violencia, creo que, en el convulso momento que atraviesa ahora el “Procés” catalán, otro importante mensaje sería este: las grandes transformaciones no las hacemos nosotros, se hacen a sí mismas y nos arrastran a nosotros en ellas. Nadie, ni aún estos grandes maestros, está preparado nunca para una gran revolución. ¿Qué no se llegó a prever tanta brutalidad estatal (que incluso podría haber llegado a un asalto armado al Parlament) ni tanto encarnizamiento político-judicial? Pues vale, ahora ya lo sabemos… gracias a que se intentó. Nadie puede prever “per quants camins l’home haurà de passar”. Nadie puede saber “quants anys podrà una muntanya existir abans que l’ensorri la mar”. Pero es igualmente cierto que nadie podrá detener el curso de la historia.

Ningún gran acontecimiento histórico liberador estuvo exento de errores ni limitaciones personales. Pero, a pesar de todo, un día llegó la libertad. Y, por cierto, nunca llegó a base de planificación y cálculo. Cálculos incapaces igualmente de evitar los propios errores, aunque los intelectuales tiendan a creer que controlan todo mucho más que el resto de los mortales. No se puede planificar ni controlar la fuerza del vent: “Això, amic meu, només ho sap el vent”. Los individuos exclusivamente racionales y calculadores, que (entre otras cosas que les caracterizan) no suelen asumir nunca riesgos, no sirven para liderar revoluciones ni para generar genialidades en el campo que sea: el del arte, el de la ciencia o el de la política. Un estadista es mucho más que un gestor. En las situaciones críticas las respuestas adecuadas nacen siempre desde “algo” mucho más sutil, directo y certero. Le podemos llamar instinto. O voz interior, como hacía Mahatma Gandhi. O “vent”. El nombre es lo de menos. Lo único que cuenta es saber escuchar: “escolta la resposta dins del vent”.

Ramana Maharshi fue un gran místico indio contemporáneo de Mahatma Gandhi. A pesar de su sencillez, su conmovedora vida y la profundidad de su mensaje espiritual se han ido granjeado década tras década el respeto y la admiración de personas de todas las culturas y continentes. Una mañana, en el tiempo del dárshana, un seguidor abrió un diario y leyó unas líneas en las que Mahatma Gandhi confesaba que no sabía dónde le llevaría el proceso hacia la independencia. El discípulo estaba desconcertado. Le turbaba que el padre de la India, en el que tanta autoridad depositaba todo un inmenso pueblo, dijese que no sabía hacia donde iba. Ramana, levantando su voz, afirmó que precisamente las palabras de Gandhi demostraban que se trataba de un verdadero hombre de Dios y un auténtico guía.

Ahora de lo que se trata es de continuar avanzando, de volver a conectarse con aquella fuerza que ha inspirado tanta creatividad. No hay necesidad de autoexigirse ni flagelarse tanto. Ni es bueno el desánimo por nuestras propias limitaciones. La autocrítica es siempre sana. Incluso necesaria. Pero debe ser enmarcada en un paradigma mucho más amplio que englobe toda una serie de fuerzas y leyes que superan inmensamente nuestra pequeñez y que siempre vienen, en el instante preciso, en auxilio de la verdad y la justicia. En caso contrario, reforzaremos la arrogancia, prepotencia y autoritarismo de quienes reaccionaron con mucha más brutalidad de la prevista, son los verdaderos responsables de una situación tan enquistada y están más empeñados que nunca en mantenernos en la sumisión. Hay que seguir dando pasos atrevidos que obliguen a todos a reposicionarse, como hacía Gandhi. Al término “no violencia” se suele añadir con frecuencia el adjetivo “activa”. Y es que no hay no violencia sin provocación. Una provocación que desestabilice todo aquello que sostiene un sistema que ya es hora de desestabilizar.



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2 comentarios

  1. Margalida Parpal

    Gràcies Juan, per ajudar-nos a no defallir. Es un moment difícil i cal tirar endavant. Persones com tu són un gran suport.

  2. Charo López

    Palabras sabias, esperanzadoras. que confirman el buen camino de esta pequeña, gran revolución que no todos pueden entender y que como bien dices «desestabiliza todo aquello que sostiene un sistema que ya es hora de desestabilizar» Gracias Juan.