La derrota de Mariano Rajoy en las elecciones que él mismo convocó para resolver «el problema» catalán es antológica. Una derrota que se puede hacer extensiva a los grandes medios de comunicación españoles que han quedado en evidencia por su vergonzoso partidismo, y los cerebros de las grandes empresas que condicionan la política española. Todos juntos, no han conseguido su objetivo que no era otro que hacer perder la mayoría absoluta al independentismo. Por el camino se han dejado la credibilidad de los medios de comunicación y la imagen de un Estado que, desde la transición política se había ganado un cierto prestigio democrático en la escena internacional. La violencia policial del 1 de Octubre y la impunidad de grupos fascistas que han campado por Cataluña los últimos meses han dado la vuelta al mundo. Y, si con todo esto no era suficiente, la decisión de Mariano Rajoy de judicializar la política catalana ha dejado en evidencia la politización de la Justicia española: el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional Española, la Fiscalía, la Junta Electoral, la Policía Nacional y la Guardia Civil… se han mostrado como una maquinaria represiva al servicio del Gobierno.

Con los resultados de Cataluña, Rajoy debería dimitir inmediatamente y convocar elecciones generales. Si no lo hace, la oposición mayoritaria en el Congreso debería consensuar una moción de censura con la intención de abrir un nuevo proceso constituyente que aceptara la realidad plurinacional del Estado español. Mientras tanto, el Gobierno español debería ordenar a la Fiscalía la retirada de las acusaciones contra los miembros del Gobierno y de la sociedad civil catalana encarcelados y encausados. El Gobierno español también debería ordenar la retirada de los informes policiales que acusan injustamente al movimiento soberanista de Cataluña de violento. Estas acciones liberarían a los Tribunales de la pesada carga que les ha impuesto Mariano Rajoy y permitiría abordar unas negociaciones políticas indispensables para resolver el conflicto generado.

Pero, me parece que nada de esto ocurrirá. Como hemos comentado en otras ocasiones, el nacionalismo español ha creado un monstruo que quiere devorar a sus hijos. España lleva siglos sin escuchar «la voz de un hijo que te habla en lengua no castellana», en palabras de Joan Maragall hace más de cien años. Así, Ciudadanos, la alternativa que el IBEX 35 ha promocionado para derrotar al independentismo catalán, ha envilecido aún más el discurso del patrioterismo español introduciendo elementos etnicistas, apelando a los orígenes de los ciudadanos para derrotar las aspiraciones de la mayoría del pueblo de Cataluña que reclama un referéndum.

¿Y la izquierda qué? ¿Lástima! Qué ha sido de aquel Pedro Sánchez que plantó cara a los barones del PSOE, convertido en una Teresita en manos de Rajoy? ¿Qué queda de aquel PSC, espejo para toda España de políticas educativas, urbanísticas y sociales? ¿Como ha consentido Iceta que Borrell le reventase la campaña hablando de «desinfectar» Cataluña?

¿Y de la izquierda que tenía que tocar el cielo?, dejada en evidencia por un represaliado Dante Fachin o por un Monedero que se atrevió a decir que «el 155 era necesario». Pobre izquierda, que no ha sabido ver el potencial rupturista del movimiento soberanista catalán. Se empeñan en mantener los tópicos que califican de burgués el soberanismo de Cataluña, ignorando la presencia de personas como Lluís Llach o Isidor Marí en las candidaturas de Puigdemont.

Todos juntos deberán responder la pregunta: ¿y ahora qué?