A pesar de todas las apariencias, desde mi punto de vista el proceso catalán sigue por ahora avanzando. La prueba más evidente de tal avance es que las cosas están cada vez más claras: esto se parece cada vez más a una tutela colonial. Y si se ha llegado a desvelar el fanatismo y los intereses crematísticos que en realidad hay tras tantas y tan nobles proclamas sobre la sacrosanta unidad patria, es gracias a las valientes decisiones unilaterales que en su momento se tomaron, no a la prudencia ni al “realismo”.

Hace unos días, desde Bruselas, Clara Ponsatí se acercaba mucho a esa definición que acabo de hacer, la de “tutela colonial”, al decir que las alternativas son «formar un gobierno tutelado en una comunidad autónoma bajo vigilancia” o “nuevas elecciones”. Y aclaraba que ella prefería ir a unas nuevas elecciones antes que “Simplemente pedir perdón y no saltarse ninguna imposición arbitraria del Tribunal Constitucional para poder volver a los despachos y tener altos cargos, chóferes y escoltas”. Lo cual -afirma- “sería muy mala opción».

Digo que lo declarado por ella simplemente “se acercaba” al dilema que he planteado, porque dudo mucho de que, con todo lo que ha sucedido, con toda la soberbia, mentira y barbarie sufrida por millones de catalanes independentistas, sean muchos cientos de miles de ellos los que soporten ahora un escenario parecido al autonómico. O preautonómico, posiblemente, visto el proceso de involución y retroceso que se está dando en muchos ámbitos. Frente a esta situación, que hace que el derecho de autodeterminación e independización de las colonias sea cada vez más aplicable al caso catalán, solo parece que queden dos alternativas, nítidas y opuestas: servidumbre o libertad.

Como es seguro que todo el sistema se derrumbaría mucho antes de llegar a unos sufrimientos parecidos a los padecidos por las antiguas colonias, o a unos sufrimientos que ni tan solo recordasen a los padecidos por los antiguos esclavos, entonces para mí la cuestión es una sola, simple y clara: ¿hasta dónde será capaz de aguantar el pueblo catalán? Ante tanto desprecio, humillación y agresión ¿se podría llegar a formar una masa crítica suficiente (ni por asomo es necesario que sea en principio mayoritaria), que plantándose frente a tanta agresión (con todas las consecuencias personales que eso implicase), hiciese imposible la continuación del status quo?

En momentos como este me gustaría ser catalán. No solo porque me siento muy cerca de los catalanes y me rebela cualquier injusticia sino porque, además, lo que está en juego es mucho más que Catalunya: es la libertad frente a la imposición globalista (no creo que Madrid sea el centro de decisión), la democracia frente a la centralización y concentración cada vez más agobiante y perversa del poder.