Uno de los rasgos más excepcionales de la Presidencia de Trump, verdaderamente destacados hasta la fecha, es ver cómo son los desarrollos de las políticas reales cuando eliminamos el humo deliberado y los reflejos de los tweets y el escándalo, que siguen una estrategia básica de la geopolítica de Washington que se remonta al menos a 1992. Este es el caso de la última decisión unilateral desafortunada y absolutamente ilegal de abandonar el acuerdo nuclear de Irán. Este es también el caso de la implacable campaña de satanización al estilo de la Guerra Fría contra Rusia y el despliegue de nuevas sanciones insidiosas. Este también es el caso de la inminente guerra comercial que la Administración Trump ha iniciado con la República Popular de China.

Contrariamente a la creencia generalizada de que el presidente Trump de Estados Unidos solo actúa por impulso o es impredecible, creo que sucede lo contrario. Las geopolíticas estratégicas de la Administración Trump son una respuesta, no del propio presidente, sino de los poderes fácticos, el establishment permanente que realmente controla lo que a veces se llama el Estado Profundo. Esta geopolítica determina en gran medida a quién permiten ser presidente.

La primera formulación oficial de la política exterior actual de Washington llegó en 1992, cuando Dick Cheney era el secretario de Defensa de Bush padre. La Unión Soviética se había derrumbado y Bush declaró triunfalmente a Estados Unidos como única superpotencia. El subsecretario de Cheney, Paul Wolfowitz, fue responsable de desarrollar una Guía de Planificación de la Defensa 1994-1999. Fue contundente, y más tarde lo describió el senador Ted Kennedy como imperialista. En parte, la Doctrina Wolfowitz sin editar declaró: «Nuestro primer objetivo es evitar el resurgimiento de un nuevo rival, ya sea en el territorio de la antigua Unión Soviética o en otro lugar… para evitar que cualquier poder hostil domine una región cuyos recursos, bajo control consolidado, serían suficientes para generar poder global». Bajo George W. Bush, la Doctrina Wolfowitz resurgió como la Doctrina Bush después de 2002 en el período previo a la guerra de Irak, declarando el unilateralismo y el uso de la guerra preventiva como un elemento central de la política estadounidense.

Geopolítica básica

Volviendo a mi título, cito el libro de 1997 del fallecido asesor presidencial Zbigniew Brzezinski, El gran tablero de ajedrez: la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, para destacar la política exterior y de defensa de Estados Unidos bajo Trump en la actualidad. No es nada menos que la aplicación del desafío geopolítico de Brzezinski y la noción de guerra preventiva de la doctrina Bush-Wolfowitz en el contexto de la resistencia emergente de hoy a la dominación única de una superpotencia estadounidense.

Brzezinski fue por supuesto el arquitecto de la guerra afgana de Jimmy Carter contra el ejército soviético usando terroristas islámicos muyahidines entrenados por la CIA, la inteligencia saudita y el ISI de Pakistán.

En 1997, escribió que era «imperativo que no surja ningún rival eurasiático, capaz de dominar Eurasia y por lo tanto de desafiar a Estados Unidos». Declaró además: «Potencialmente, el escenario más peligroso sería una coalición ‘antihegemónica’ unida no por ideología sino por agravios comparativos… una gran coalición de China, Rusia, quizás Irán… Evitar esta contingencia… requerirá la habilidad geoestratégica de Estados Unidos en los perímetros occidental, oriental y meridional de Eurasia simultáneamente».

Cuando agregamos a esto el reciente documento de Estrategia de Defensa Nacional del Pentágono que define a Rusia y China como la mayor amenaza potencial a la hegemonía estadounidense, combinado con los crecientes vínculos entre Rusia, China e Irán desde el levantamiento de las sanciones en 2015, especialmente en Siria, queda claro lo que Washington está haciendo. Están realizando un esfuerzo total para romper lo que yo llamo el Desafío Eurasiático para la única potencia hegemónica: Rusia, China e Irán.

Como señaló Brzezinski, para los fines estadounidenses de dominación continuada, no importa que haya diferencias étnicas, religiosas y de otro tipo entre Rusia, China e Irán. La política exterior de Estados Unidos desde septiembre de 2001 ha obligado cada vez más a esos tres países a cooperar, a pesar de esas diferencias, por lo que consideran una defensa de su soberanía nacional.

Objetivo Rusia…

Observe los eventos recientes a la luz de la advertencia eurasiática de Brzezinski de 1997. Washington se mantuvo detrás del Reino Unido en el falso caso de envenenamiento de Skripal en el que se culpó, sin pruebas, a Rusia. Un falso ataque químico fuera de Damasco fue utilizado como pretexto para el bombardeo ilegal de Estados Unidos, ignorando todos los preceptos de la Carta de la ONU y el derecho internacional. Eso, en retrospectiva, fue más una prueba de la posible reacción rusa. Independientemente de si Estados Unidos atacó o no con Tomahawk y otros misiles, se sentó el precedente de que Israel y otros aliados de Estados Unidos intensificasen los ataques contra Irán en Siria.

Luego vienen diabólicas nuevas sanciones paralizantes contra los «oligarcas de Putin», como Deripaski, de la compañía Rusal, el segundo mayor productor de aluminio del mundo. Washington ni siquiera intenta inventar excusas para nuevas sanciones. Declaran como razón que el gobierno ruso está involucrado en «una amplia gama de actividades malignas en todo el mundo».

Las nuevas sanciones castigan a cualquier banco o inversor occidental que posea acciones en compañías rusas sancionadas, incluso si fueron compradas antes de las nuevas sanciones. Es la nueva forma de guerra financiera del Tesoro de Estados Unidos, tan mortal como iniciar guerras, si no más. Se desarrolló a raíz del 11 de setiembre y desde entonces ha sido refinada como un arma de guerra devastadora, utilizando el hecho de que bajo la globalización económica el mundo todavía depende del dólar estadounidense para el comercio y de las reservas monetarias del banco central en un grado abrumador.

Por primera vez, bajo las últimas sanciones de Estados Unidos contra oligarcas y compañías rusas, no solo se bloquea el acceso futuro a préstamos en los mercados de capitales occidentales. Los inversores no rusos que invirtieron miles de millones en empresas rusas seleccionadas en los últimos años se han visto obligados a acabar con el pánico o enfrentarse a sanciones secundarias por poseer activos rusos. ¿Pero quién comprará? Las dos principales empresas de compensación de valores de la UE, Clearstream y Euroclear, ya se han visto obligadas a rechazar la liberación de valores rusos autorizados. También se enfrentan a sanciones por mantener las acciones rusas. Si, digamos, un banco estatal chino está pidiendo prestado en los mercados de dólares, ahora está de facto prohibido hacer negocios con empresas rusas sancionadas.

Objetivo China…

Al mismo tiempo que Washington aumenta la presión sobre la Rusia de Putin respecto a Siria y Ucrania, lanzan la etapa inicial de lo que claramente será una guerra económica devastadora con China utilizando el comercio como palanca inicial. Washington, como señalé en un artículo anterior, tiene el objetivo de obligar a China a desmantelar su estrategia para llevar la economía de China durante la próxima década a un estatus de líder productor de alta tecnología. La estrategia se llama China 2025 y es el corazón de la agenda estratégica de Xi Jinping y de su Belt Road Initiative o proyecto económico Silk Road.

La primera prueba de lo que Washington planea apuntando al movimiento de China para convertirse en un líder mundial de alta tecnología bajo China 2025 es el tratamiento de los principales fabricantes de telecomunicaciones de China, ZTE y Huawei, principales competidores de Apple. ZTE fue sancionado en abril por Washington por supuestamente vender equipos de telecomunicaciones a Irán. A los proveedores estadounidenses se les ha prohibido suministrar componentes esenciales al grupo tecnológico de China. La compañía ha cerrado temporalmente las operaciones mientras intenta obtener un indulto de Estados Unidos.

Objetivo Irán…

Ahora, ante las vehementes protestas de Alemania, Francia y otros estados de la UE, Trump desbarata unilateralmente el acuerdo nuclear de Irán. El objetivo es claramente volver a imponer sanciones paralizantes a Irán, interrumpir el débil progreso que comenzó desde 2015. El hecho de que la UE se niegue a romper su tratado con Irán tendrá, en última instancia, pocas consecuencias ya que las sanciones de Estados Unidos contra Irán también amenazan con sanciones a compañías de la UE que hacen negocios en Irán.

Formando parte de la última ruptura de Trump sobre el acuerdo nuclear con Irán, Estados Unidos le da a otros países como China o Japón o a países de la UE 180 días para finalizar cualquier acuerdo de compra de petróleo a Irán. Las compañías europeas como Airbus, que tienen pedidos de compra multimillonarios de aviones de Irán, se verán obligados a cancelarlos. El 6 de agosto, se sancionará la compra de dólares estadounidenses, el comercio de oro y algunos otros metales, así como la aviación y la industria del automóvil. Después del 4 de noviembre, las sanciones estadounidenses se destinarán a instituciones financieras y petrolíferas iraníes y se restablecerán las sanciones contra personas previamente incluidas en la lista de sanciones del Tesoro de Estados Unidos.

El objetivo claro es utilizar las devastadoras nuevas armas del Tesoro de Estados Unidos para hundir la frágil economía de Irán. Al mismo tiempo, los informes indican que el asesor del Consejo Nacional de Seguridad, John Bolton, está abogando por revigorizar a los iraníes Mujahedeen Khalq, o la organización terrorista MEK, para lanzar un nuevo intento de revolución de color. MEK fue sacado de la lista de terroristas del Departamento de Estado de Estados Unidos por la secretaria de Estado Clinton en 2012.

CENTCOM

Si damos un paso atrás respecto a los detalles específicos de cada país y las acciones de Washington contra cada uno, vemos que los tres poderes euroasiáticos –Rusia, China e Irán– están siendo sistemáticamente atacados y hasta ahora con diversos grados de éxito.

A finales de febrero, el general Votel, comandante del Comando Central de Estados Unidos o CENTCOM, concedió una entrevista a DoD News. Allí, además de enumerar a Rusia, y especialmente su participación en Siria, y a China, y su nueva Belt Road Initiative y sus bases militares en Djibouti y en otros lugares, Votel cita los vínculos de ambos con Irán. Votel afirma que «tanto Rusia como China están cultivando lazos multidimensionales con Irán». El levantamiento de las sanciones de la ONU bajo el plan de acción conjunto abre el camino para que Irán reanude la solicitud de ingreso a la Organización de Cooperación de Shanghai.»

Irónicamente, la apertura simultánea de una guerra de facto de tres frentes, incluso en el nivel de guerra económica actual, crea un imperativo estratégico para que los tres poderes trabajen aún más de cerca. China es el mayor comprador de petróleo iraní. Rusia proporciona equipamiento militar y está negociando mucho más. Cada uno de la tríada –China, Irán, Rusia– por razones de supervivencia no tienen otra opción que colaborar como nunca habían hecho antes, sin importar la desconfianza o las diferencias, frente a la guerra geopolítica de tres frentes de Washington.

William Engdahl es consultor estratégico de riesgo y conferenciante, es licenciado en política por la Universidad de Princeton y autor de best-sellers sobre petróleo y geopolítica, exclusivamente para la revista en línea «New Eastern Outlook».