Querido Martin Fayulu Madidi,

Nunca he sido partidario de las elecciones en un país ocupado y bajo control. Nunca he creído en la necesidad de celebrar elecciones en un Estado fallido. Usted sabe tan bien como yo que la República a democratizar del Congo (RDC) no reúne las condiciones necesarias para celebrar unas elecciones creíbles y transparentes. Usted sabe tan bien como yo y tantos otros compatriotas que las elecciones en las que acaba de participar son unas elecciones con trampa. Se lo advertimos, pero no quiso escuchar. Se negó a escuchar la razón a pesar de las experiencias pasadas en 2006 y 2011. Usted creyó que podría acabar con la Kabilia jugando según las reglas de la Kabilia en un sistema totalmente controlado por Kabila. Usted creyó erróneamente que podía repetir los mismos errores del pasado llegando a resultados diferentes. Esto es lo que Albert Einstein llamó «locura». Usted jugó y perdió. Pero afortunadamente para usted, el pueblo congoleño, que ha creido en usted, se niega a admitir la derrota. Se encontró con usted durante la campaña electoral; con usted, que se decía que no tenía «base» en ese momento; proclamó su nombre con fuerza al principio de la campaña cuando usted era poco conocido en la escena política nacional; rechazó a los oponentes de la componenda y la traición y finalmente lo eligió a usted.

Sí, todos sabemos que usted fue el elegido por las madres de Lubumbashi, los padres de Ecuador, los jóvenes del Congo Central y así sucesivamente. Usted es la elección de los congoleños. La elección de esos millones de hombres, mujeres y jóvenes que se enfrentaron a la lluvia, esperando horas frente a los colegios electorales para que saliera de una máquina venida de quién sabe dónde una papeleta con su cara. No lo olvide. Aunque yo no haya votado como el resto de la diáspora, aunque no siempre esté de acuerdo con usted en una serie de cuestiones, debería saber que ahora es nuestro presidente. A menos que decida aceptar lo inaceptable. Lo que no parece ser una opción para usted. Porque, vea usted, Sr. Presidente, su jefe, el pueblo congoleño, espera de usted una acción enérgica para restaurar la dignidad que le ha sido arrebatada y confiscada por quienes usted conoce. El pueblo congoleño le está mirando ahora a usted. Usted le presentó un programa político durante la campaña electoral. Hoy le pide a usted que diga una palabra de orden. Que diga sólo una, dos o tres palabras… Palabras que ciertamente saldrán de una boca humana, pero que resonarán en las colinas del Kivu Norte y Kivu Sur, que han visto desfilar el dolor, el horror y la muerte, con tal poder que, creo, devolverán ahora la sonrisa y la alegría a millones de congoleños después de que se haya barrido definitivamente a las fuerzas del statu quo y a sus aliados, durante mucho tiempo ocultos en la oposición.

Soy consciente de que la tarea que tiene por delante es enorme. Se trata de una tiranía monstruosa, sin parangón en los oscuros y desolados anales del crimen. Pero sepa que no está solo. Los congoleños están a su lado y lo estarán. Parafraseando una famosa frase del exprimer ministro británico Winston Churchill, no tiene nada que ofrecer más que sangre, dolor, lágrimas y sudor. Sólo le queda una opción: luchar a todos los niveles contra las fuerzas malvadas que han secuestrado al pueblo congoleño durante 20 años y que se preparan para prolongar su sufrimiento a causa de algunos de nuestros compatriotas hambrientos de poder. Es una prueba que sin duda será dolorosa. Pero los congoleños liderados por usted saldrán victoriosos. «El pueblo siempre gana», decía la difunta Rossy Mukendi. El pueblo. Éste, repito, que le eligió a usted, a pesar de los tejemanejes de la CENI (Comisión Electoral Nacional Independiente), para llevarle a la victoria. «Victoria a cualquier precio», decía Churchill, cuando los panzers alemanes comenzaron a invadir Bélgica y Francia. Victoria a pesar del terror, victoria por largo y duro que sea el camino que nos llevará a ella, porque sin victoria no hay supervivencia.

Que el Dios al que rezáis os proteja y que los antepasados velen por esta tierra que este Altísimo les ha dado y que ellos nos han legado…

Patrick MBEKO
Un enamorado del Congo y de su pueblo

Fuente original: The Rwandan