El Partenariat-Intwari es una plataforma política creada oficialmente en Bruselas el 5 de marzo de 2006. Nació con la misión de contribuir a la democratización de Ruanda y a la construcción de una África de los Grandes Lagos pacificada y reconciliada consigo misma, democrática, estable y próspera. Está constituido, entre otros, por el Pacte Démocratique Rwandais (PDN), que aglutina a tutsis opuestos al régimen del FPR que no toleran ni sus mentiras ni sus crímenes y que los denuncian con energía. Este es precisamente el más grave obstáculo al que puede enfrentarse la maniquea propaganda del FPR y sus grandes patrocinadores. Ya no son los hutus, criminalizados globalmente, los que rebaten su gran farsa, sino muchos de los que son, también globalmente, las incuestionables víctimas. Como sucede a la gran mayoría de miembros de su etnia, también en sus familias las víctimas del genocidio de la primavera de 1994 suelen contarse por decenas. Lo que proporciona a su testimonio un valor añadido, dada la permanente actitud de desconfianza ante todo lo que procede de cualquier miembro de la etnia hutu.

Sin la participación de una suficiente masa crítica de miembros de la etnia tutsi, miembros generosos y justos, será difícil la caída del régimen totalitario de Paul Kagame. Por esa misma condición de víctimas del genocidio de la primavera de 1994 es especialmente valiosa su capacidad de ser objetivos respecto a la tragedia sufrida por sus familias. Su capacidad de enmarcarlo en una realidad mucho más amplia, planificada y perversa, es verdaderamente admirable:

Se diría que en Ruanda la culpabilidad y la justicia sólo se aplican en un sentido, que el recuerdo de la guerra y del genocidio es selectivo y excluyente. El pueblo ruandés ha caído literalmente en la trampa de la instrumentalización del genocidio de los tutsis. Éstos son considerados a veces como los “judíos de África”,[1] con la intención manifiesta de prevenir la menor tentativa de un “revisionismo” capaz de llevar a una nueva lectura de los trágicos acontecimientos de Ruanda. Una lectura diferente que, sin embargo, se antoja progresivamente inevitable […]. Parece que las víctimas fueran de un solo bando, es decir, tutsis, y los verdugos del otro, o sea, los hutus. Nos encontramos ante un esquema tan cínico como simplista, en el que supuestamente luchan a muerte los “malvados” hutus y los “buenos” tutsis. A los ojos de la ONU, sin embargo, el FPR está cualificado para la delicada misión de reconciliar a los integrantes de una nación donde, en nuestra opinión, no es sino uno de los principales carniceros […].

El genocidio de los tutsis en Ruanda es una realidad innegable. No obstante, y por espantoso que parezca, este genocidio y su discutible versión oficial solamente constituyen la parte visible del exterminio planificado por Museveni […].

Tras haber estudiado las raíces del drama ruandés –el cual, en realidad, no es otra cosa que uno más de los eslabones de una cadena dentro del marco de una conflagración mundial–, podemos demostrar con las pruebas en la mano por qué la agresión de Uganda contra Ruanda fue orientada en un cierto sentido, el de la reivindicación del genocidio únicamente para los tutsis cuando aquél, indiscutiblemente, forma parte de un amplio plan de exterminio que desde el principio apuntaba a los hutus de Ruanda […].

Hemos adquirido la costumbre simplista de analizar cualquier conflicto que tenga lugar en África bajo el limitado ángulo del etnicismo y/o el regionalismo […]. Individuos que se autoproclaman expertos no dudan a reducir la tragedia ruandesa al resultado de un odio atávico y secular entre hutus y tutsis olvidando que, según el mismo ministro francés de Asuntos Exteriores y Europeos, Bernard Kouchner, en Ruanda lo que ocurrió fue que Francia topó con Bélgica, el Reino Unido y los Estados Unidos. El ministro francés explica que esta confrontación se desarrolló bajo el fondo de un juego de influencias multiformes respecto al Congo. ¿Cómo explicar, en este contexto, que cerca de cinco millones de congoleños muertos en el espacio de diez años no serían nada más que daños colaterales de una despiadada guerra entre los hutus y tutsis de Ruanda a través de los siglos?

Provocada, alimentada y a veces llevada al paroxismo según los intereses de los políticos locales, muchas veces reducidos a simples peones en manos de sus amos extranjeros, la confrontación entre hutus y tutsis constituye ciertamente un grave abismo en lo que respecta a Ruanda y Burundi. Por otro lado, la “guerra de liberación regional” que propugnan los presidentes Museveni y Kagame es más ambiciosa. Se trata de ampliar aún más el abismo asimilando los hutus a los bantúes y los tutsis a los nilóticos con el objetivo de crear un esquema sociocultural válido en la práctica totalidad del África negra; un esquema fácilmente manipulable en los diez países que se pretende federar dentro de una entidad fundamentalmente basada en el modelo angloamericano. Una preciosa ventaja ha sido lograda por británicos y norteamericanos respecto a Francia, que se ha situado en una posición de chivo expiatorio ideal, especialmente cuando se trata del drama ruandés […].

Esto es lo que está ocurriendo en la RAGL [Región del África de los Grandes Lagos], donde pueblos enteros están amenazados de exterminio por parte de potencias llamadas civilizadas y del mundo libre, que luchan por el control de esta región cuyo corazón es el Congo, calificado con justicia de escándalo geológico.

¿Cómo puede admitirse que, bajo la dirección de señores de la guerra formados y fuertemente armados por estados que se permiten dar lecciones sobre democracia y derechos humanos, nuestros pueblos sean masacrados en nombre de rivalidades económicas y culturales entre el mundo anglófono y el francófono? Y, sin embargo, es justamente lo que está sucediendo en Ruanda y se ha extendido al Congo y a toda la región. En efecto, la extensión de la “guerra de liberación regional” al antiguo Zaire –un conflicto claramente instigado y planificado por Museveni– estaba subordinada a la ocupación de Ruanda por el NRA ugandés. Para lograrlo, este último se disfrazó de FPR, el cual, con el objeto de disimular el genocidio de los hutus planificado desde 1989 en Uganda y asegurarse un poder total e incontestable en Ruanda, tuvo que pasar por un plano transitorio de incitación a la extirpación de la oposición democrática real y potencial (tutsi y hutu) antes de llegar al exterminio sistemático de los hutus, calificados por el dúo Kagame-Museveni como “enemigos regionales” y “obstáculos mayores” dentro de la guerra de liberación regional. El exterminio de los hutus con total impunidad sólo era posible si iba precedido por una guerra civil que permitiera al FPR eludir el tratado de paz de Arusha y la posibilidad de una solución política negociada. Ambas opciones, sin embargo, eran en realidad simples simulacros al servicio de la recuperación de Ruanda, considerada como trampolín para operaciones futuras.

En este sentido, el inevitable asesinato de Habyarimana debía funcionar como detonante inmediato del derrumbamiento del orden público interno. Era en ese preciso momento cuando la guerra, largamente subordinada al asesinato previo de Habyarimana, podía comenzar por fin. Inicialmente previsto para mediados de la década de los ochenta, el conflicto había sido aplazado y retrasado por el fracaso de una serie de actos de sabotaje desde finales de 1988 al 13 de marzo de 1990, fecha en que una reunión para evaluar los obstáculos que se oponían al asesinato del presidente ruandés dentro de su país decidió confiar a Nyerere la misión de concebir una estrategia final para eludir la estricta seguridad interna en torno a Habyarimana. En otra reunión mantenida el 20 de abril de 1990, Nyerere propuso a Museveni escindir la guerra, inicialmente subordinada al previsto asesinato de Habyarimana, en dos conflictos distintos pero con objetivos totalmente complementarios. Se trataba de la guerra provisional y la guerra definitiva […].[2]

Los archivos secretos ugandeses y ruandeses

Los privilegiados contactos de los representantes del Partenariat-Intwari les han permitido acceder a abundante información secreta. Ya en la síntesis inicial del memorándum que precede a los catorce capítulos se hace referencia a sus fuentes de información y se nos expone la magnitud del proyecto que vienen sufriendo los desamparados pueblos de Ruanda y Zaire/Congo:

Según los documentos ultrasecretos obtenidos de los servicios de información ugandés y ruandés, la invasión armada de Ruanda por el Ejército ugandés bajo la apariencia de un movimiento rebelde ruandés, creado y armado con este fin, obedecía ante todo al ambicioso plan de una “guerra de liberación regional” cuyo objetivo consistía en federar diez países africanos bajo la autoridad del presidente ugandés Yoweri Kaguta Museveni. Reunificados, estos diez países debían formar una región bien definida denominada “Gran Región Unificada” y debían disponer de un “Ejército Rojo de Reserva” que contase con dos millones de hombres y estuviera preparado para controlar el resto del África subsahariana.

En las páginas siguientes, el citado documento explica con más detalle el origen y los objetivos de ese proyecto inicialmente liderado por Yoweri Museveni, pero más tarde también tanto o más por el que entonces era el jefe de los servicios secretos ugandeses, el futuro líder del FPR, Paul Kagame. Ambos actuaban

[…] sólidamente apadrinados por los Estados Unidos y el Reino Unido, manifiestamente decididos a expulsar a Francia de África, en la que ellos esperaban por otra parte neutralizar la influencia de potencias emergentes como la China y la India e imponer un orden político, económico y militar totalmente anglosajón sobre el continente africano

El memorándum data así el inicio de este proyecto:

Poco después de llegar al poder, en octubre de 1987, Museveni fue recibido en la Casa Blanca por el presidente Ronald Reagan. Fue entonces cuando nació la alianza entre el Reino Unido, Tanzania y el gran imperio nilótico, todavía en estado de gestación, en la gran región del África Oriental, conocida también como África alemana. Es un retorno al pasado histórico que recuerda al famoso “tratado de la eterna amistad” que Karl Peeters, el iniciador de la colonización alemana, propuso a los africanos a cambio del territorio de Bargas. Museveni pretendía con ello dividir los territorios africanos entre británicos y norteamericanos de manera semejante a la división realizada en 1885 durante la Conferencia de Berlín entre franceses, británicos y alemanes.[3]

Déogratias Mushayidi, secretario general y portavoz del Partenariat-Intwari, junto a Gérard Karangwa, su responsable de documentación y seguridad, ambos miembros de la etnia tutsi, participan desde hace años en el Diálogo Intra Ruandés. Su honestidad y su firme decisión de buscar el bien común para todo el pueblo de Ruanda han favorecido unos estrechos lazos entre nosotros. Su implicación en este proceso de diálogo ha sido muy importante, dado que será imposible la construcción de una nueva Ruanda, reconciliada en la verdad y la justicia para todos, sin la implicación de una suficiente masa crítica de miembros de la etnia tutsi. Es también un gran aliento para nosotros el hecho de que tutsis como ellos, moralmente tan relevantes, valoren tanto y apoyen tan decididamente nuestra lucha. Una lucha que, sobre todo en los inicios, fue ardua y acusada de tendenciosidad contra los tutsis. De hecho, el primer párrafo de su memorándum está dedicado al auto del juez Fernando Andreu, tan importante para ellos.

Déogratias Mushayidi nació en Ruanda en 1961. De etnia tutsi, está casado y es padre de dos hijos. Se formó en los carmelitas, donde pasó doce años. Como religioso se dedicó a la enseñanza en Ruanda (1984-1986), en la República Democrática del Congo (1986-1988) y en Burundi (1988-1989). Posteriormente fue enviado a Suiza para completar su formación con estudios de teología y filosofía en la Universidad de Friburgo. Con motivo de la guerra de 1990, Mushayidi se integró en el FPR, formación a la que representaría en el citado país durante el conflicto. Al perder a toda su familia en la tragedia de 1994 regresó a Ruanda para contribuir a la reconstrucción nacional. Con este objeto trabajó como voluntario para el Secretariado General del FPR a partir de agosto de 1994. Sin embargo, en marzo de 1995 sus divergencias con el liderazgo del FPR le llevaron a romper definitivamente con este movimiento y a iniciar una nueva carrera como periodista.

Sus escritos, combativos y muy críticos con el FPR, terminaron irritando al nuevo régimen, el cual le acusó públicamente de subversión política. En marzo de 2000 tomó el camino del exilio y recaló en Bélgica, país que le concedió asilo político. Entonces volvió a la política y decidió dinamizar a la oposición en el exilio. Portavoz oficial desde 2002 de la coalición Igihango y la Concertation Permanente de la Oposición Democrática Ruandesa (CPODR), Déogratias Mushayidi se destacó sobre todo en el Partenariat-Intwari firmando en enero de 2008 junto con otros compañeros el histórico memorándum sobre el genocidio ruandés destinado al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Actualmente preside el Pacto de Defensa del Pueblo (PDP), una creación del Partenariat-Intwari con el objetivo de hallar un mayor consenso a favor del cambio en Ruanda. En noviembre de 2008, junto con varios amigos, dejó Europa para proseguir la lucha por la paz y la democracia sobre el terreno en el África de los Grandes Lagos. Pero en el mes de marzo de 2010 fue detenido ilegalmente en Burundi y entregado a las autoridades ruandesas. Su coraje y magnanimidad, parecidas a la de Victoire Ingabire Umuhoza, han provocado también la furia de Paul Kagame y su camarilla: ha sido condenado a cadena perpetua.

Gérard Karangwa Semushi nació el 2 de marzo de 1960 en Ruanda, en el municipio de Masango (antigua prefectura de Gitarama). De etnia tutsi, está casado y tiene seis hijos. Cuando todavía no había cumplido un año sus padres se vieron obligados a exiliarse en la República Democrática del Congo, donde realizó estudios primarios, secundarios y universitarios. En 1985 obtuvo el diploma de graduado en ciencias comerciales, en la rama de gestión financiera. A continuación inició su carrera profesional en Kinshasa, en la RDC, y posteriormente la prosiguió en Bujumbura (Burundi). Fue allí donde entró a formar parte de la guerrilla del FPR, trabajando en las comisiones de Planificación y Finanzas hasta julio de 1994. A partir de agosto de ese año fue incorporado a la Dirección de Aduanas del Ministerio de Finanzas, donde dirigió la División de Operaciones Aduaneras hasta 1997. Tras abandonar la función pública, Gérard Karangwa Semushi trabajó en el sector privado hasta mayo de 2000, cuando se vio obligado a abandonar el país. Actualmente vive como refugiado político en Holanda con su familia.

Su carrera política en el seno del FPR se vio truncada en 1996 tras observar la cada vez más evidente deriva totalitaria del movimiento: a partir del año 2000 entró a formar parte de la oposición al régimen. Actualmente milita en el partido ARENA, dentro de la coalición Igihango, y muy especialmente en el Partenariat-Intwari como responsable de la célula de documentación y seguridad, autora del histórico memorándum de enero de 2008. Es uno de los fundadores del Pacto de Defensa del Pueblo (PDP).

Una organización internacional criminal que sobrepasa todo entendimiento

El memorándum del Partenariat-Intwari desvela un proyecto cuyos objetivos a largo plazo son de una envergadura tal y están aún cubiertos por tanto secretismo que, a diferencia de sus objetivos a corto plazo, son todavía desconocidos incluso por muchos protagonistas principales de esa región y muchos buenos conocedores de ella; desvela un proyecto que se empezó a esbozar ya en la década de los 80 y que tiene aún un largo recorrido futuro. En el apartado 3.4 el memorándum afirma:

Los pueblos golpeados por estos conflictos e incluso muchos de sus actores directos ignoran totalmente la existencia de pactos secretos acordados entre el dúo Museveni/Kagame y sus padrinos anglosajones, cuyos apoyos multiformes sirven para perennizar el exterminio de pueblos enteros. Se trata de una real organización internacional criminal que sobrepasa todo entendimiento.

En este apartado, que lleva por título “Julius Nyerere, una carta maestra en el juego del FPR”, se explica que incluso este histórico líder africano, presidente de Tanzania, desconocía el gran alcance de estos acuerdos secretos, a pesar de ser durante muchos años un aliado de esas gentes.

De momento, a corto y medio plazo, este proyecto se centra fundamentalmente en el Congo. Durante estos últimos años han sido evidentes los intentos de balcanización, anexión u otro tipo de apropiación de parte de su territorio. O incluso, de lograr el control disimulado pero efectivo del Gobierno central en Kinshasa. Pero el verdadero territorio de aplicación de este proyecto es casi toda la mitad oriental de África, alcanzando por el norte hasta la frontera misma de Egipto y por el sur a la de Sudáfrica. De momento, en el enorme Sudán ejercen en este momento de “pacificadores” miles de soldados ruandeses quienes han estado liderados hasta no hace mucho, como hemos visto, por Karake Karenzi, comandante adjunto de las Fuerzas híbridas de la ONU, la UNAMID, y a la vez objeto de una de las cuarenta órdenes de búsqueda y captura emitidas por el juez Fernando Andreu, como presunto responsable de grandes crímenes. Su biografía es aterradora. Una vez más, los cascos azules de una ONU fuertemente manipulada y condicionada siguen las directrices impartidas desde los grandes centros anglófonos de poder. Como antes ya las siguieron en el antiguo Congo Belga, como las siguieron más tarde en Ruanda, como ahora también las siguen en la RD del Congo.

Se trata de un proyecto con un objetivo último muy bien definido, pero a la vez muy dinámico y adaptable a las diversas y cambiantes circunstancias de cada subregión.

Los “liberadores” autoproclamados saben ciertamente mostrar su pragmatismo. La guerra de “liberación regional” cambia de actores según el país y la composición étnica de cada uno de ellos; incluso si los objetivos globales permanecen intactos e idénticos, poco importa el actor actual al servicio de la causa, a corto, medio y largo plazo. Es en el nombre de este principio que Kanyarengwe Alexis, Théoneste Lizinde, Pasteur Bizimungu y Seth Sendashonga serán integrados en el juego antes de verse después rechazados; que Laurent Désiré Kabila será asesinado después de haber comprendido y rechazado la estrategia de Museveni; que Julius Nyerere ha escapado, en muchas ocasiones, del asesinato, acusado de traición tras haber descubierto el carácter criminal del tándem FPR/NRA, que habría intentado asesinar al presidente Habyarimana en suelo tanzano; que J. J. Odongo originario de Kenia permaneció largo tiempo como jefe de Estado Mayor del NRA para servir de instrumento a las intenciones desestabilizadoras de Museveni en este país de donde procedía, para reforzar la SPLA del difunto John Garang en el Sudán, donde la compañía LONRHO es ya la signataria de un contrato de explotación de petróleo una vez el Sudán sea “liberado”; que el ejército del FPR contaba entre sus filas a somalíes, etíopes y eritreos suscritos a la ideología racista de Museveni. Son numerosos los hechos concretos e ilustrativos que confirman el carácter unitario de la “guerra regional” en curso, una guerra que es, de hecho, la suma de muchas guerras y “victorias” en la región del África de los Grandes Lagos.[4]

Según una de las múltiples pruebas de las que dispone el Partenariat sobre las que se basa dicho memorándum, la nº 83, en una reunión celebrada el 26 de abril de 1996 en Westminster y presidida por la baronesa Lynda Chalker, ministra británica de Fomento de Ultramar y militante francofóbica del monolingüismo anglófono que debería desplazar a todas las lenguas locales como instrumento fundamental de dominación, se fijó ya un calendario preciso para la integración total de la región. Sin embargo, varios acontecimientos adversos han ido retrasando ese objetivo final: los duros enfrentamientos entre las tropas de Yoweri Museveni y Paul Kagame motivados por el pillaje del Zaire; la moderación de los gobiernos de Kenia y Tanzania frente a las provocaciones que pretendían hacer estallar también en estos países los extremismos que se consiguieron desatar en Ruanda y justificar así la interposición de una ONU manipulada y dócil, etc. Hasta tal punto sigue siendo útil el instrumento de “el” genocidio ruandés que, para justificar una invasión combinada de Tanzania, liderada por Burundi y apoyada por Uganda y Ruanda, se debía invocar la presencia amenazante allí de los rebeldes genocidas hutus. No obstante, en una reunión celebrada el 30 de enero de 1997 en Addis Abeba con la presencia de representantes estadounidenses y británicos se impuso de momento la espera. En Kenia, a su vez, la desestabilización se intentaría por medio de la instrumentalización de la oposición étnica de los kikuyu. Y así sucesivamente.

Cabe destacar la valiosa información que saca a la luz el memorándum del Partenariat-Intwari. El sexto capítulo, que lleva precisamente por título “La caza al presidente ruandés se revela laboriosa”, comienza así:

¡La caza del presidente Juvénal Habyarimana duró más de cuatro años! Documentos ultra secretos procedentes de los servicios de inteligencia ugandeses del NRA, el PPU, el ISO y el ESO narran múltiples tentativas de atentado contra la vida del presidente, cuyo asesinato se consideraba un paso previo para la invasión de Ruanda. Pero la seguridad en torno a Habyarimana era muy estrecha y sus servicios de seguridad lograron desbaratar numerosos intentos de asesinato y hacer fracasar un impresionante número de complots. La caza del presidente ruandés se reveló enormemente difícil, hasta el punto que los integrantes del comando encargado de matarlo llegaron a la conclusión unánime de que las fuertes medidas de seguridad que le rodeaban nunca permitirían que fuera asesinado dentro del país.

De hecho, fueron necesarias numerosas reuniones para discutir técnicas y estratagemas alternativas. El presidente Museveni llegó a crear un comité de conspiración encargado de asesinar a su homólogo ruandés antes de conseguir el poder. Entre los miembros del comité se encontraban ciudadanos occidentales que participaban igualmente en el complot. El presidente ugandés organizó asimismo un escuadrón especial compuesto por soldados de élite del Ejército y encargado de idear tácticas para la ejecución del asesinato. Con el mismo objetivo, Museveni movilizó y puso en estado de alerta máxima a todos los agentes del espionaje interior y exterior de su país.

Estas excepcionales medidas de inteligencia, que incluían una avanzada y sofisticada red de satélites espías para hacer posible esta auténtica conspiración, fueron puestas en marcha tras ser propuestas directa y personalmente por Bill Clinton:

Con el fin de proteger la información altamente sensible relacionada con este complot, fue necesario garantizar un secreto “absoluto” por parte de los principales actores dedicando a ello fondos suficientes y, sobre todo, utilizando una ultramoderna red de satélites espías que monopolizaran, controlaran y neutralizaran cualquier fuga de información. A propuesta del presidente norteamericano Bill Clinton se instalaron y ocultaron redes ICN (Intelligence Communication Network) en la región francófona, en un área que se extendía desde Kigali al Congo-Brazzaville. El equipo encargado de las citadas redes se encontraba bajo la supervisión del teniente coronel Miller Jones.

Además de las redes desplegadas en la ruta Kigali-Brazzaville, existían acuerdos específicos firmados entre Uganda y los Estados Unidos en cuanto a la instalación de un cuartel general de ICN en Uganda. Los acuerdos incluían 30 cláusulas relativas a la transmisión de las informaciones, las cuales eran recogidas por las diversas redes, centralizadas en Uganda y posteriormente reenviadas a los servicios pertinentes. La cláusula número 24 de los citados acuerdos confirma el papel decisivo de Estados Unidos en este asunto, así como su complicidad en los crímenes contra la humanidad y el genocidio ruandés, en los siguientes términos: “Uganda deberá pagar a los oficiales 15.000 dólares al mes por proteger el secreto sobre el conflicto. El Gobierno norteamericano, por su parte, añadirá una paga extra de 200.000 dólares por oficial”. [Prueba nº 030].

El Memorándum afirma que hubo docenas de reuniones dedicadas al complot contra Juvénal Habyarimana. Pero se limita a enumerar “solamente algunas para subrayar el carácter premeditado y planificado del asesinato del presidente ruandés. El cual, como puede constatarse, no fue una presa fácil”. Detalla las circunstancias de ellas. La gran mayoría fueron presididas por Yoweri Museveni. En la del 9 de mayo de 1989, celebrada en Nakasero State House, en Kampala, presidida también por él, estuvieron presentes el mwalimu Julius Nyerere; el chief Mashod Abiola, de la sociedad nigeriana ITT, y Tiny Rowlands, del grupo LONRHO [prueba nº 033]. La del 28 de abril de 1990 se celebró directamente en el Reino Unido, concretamente en Manchester [prueba nº 038]. En una de las reuniones mantenidas en Kampala participó también la baronesa Lynda Chalker [prueba nº 040].

Finalmente, ante la oposición de Nyerere a un atentado con bombas en el aeropuerto internacional de Kilimandjaro, tal como pretendía Yoweri Museveni, dado que podría conllevar importantes consecuencias colaterales, se optó por el territorio ruandés como único escenario posible (prueba nº 043). En el momento de esta decisión el dossier del atentado contra el presidente Juvénal Habyarimana ya había sido colocado bajo la responsabilidad de Paul Kagame.

El último intento fallido tuvo lugar justamente el día anterior al que finalmente pudo ejecutarse el atentado…

Con la rotunda prueba nº 044, recogida en el punto 6.3 del memorándum del Partenariat-Imtwari, cierro ya este apartado y este primer volumen:

Paralelamente a las reuniones específicamente dedicadas al asesinato del presidente Habyarimana se celebraron otros encuentros al objeto de preparar la invasión del país. En realidad se trataba de planificar el exterminio de los hutus de Ruanda, y no de un conflicto ordinario. Entre los oficiales participantes se encontraban especialmente Batayingana, Rwigyema, Kamondo, Kagame, Rwkasisi, Akandwanaho Salim Saleh y Akandwanaho Joseph. Éstos decidieron que el primer batallón del campo Lubiri se lanzaría al asalto del territorio ruandés a las órdenes del capitán Kiyinyi. Equipado con artillería especial y vehículos con ametralladoras, este batallón no debía respetar a ningún individuo de la etnia “contraria” a su paso mientras durara la guerra. Por etnia contraria, los documentos en nuestro poder especifican claramente que se refieren a los hutus, declarados como “enemigos regionales” por el líder de la “liberación regional”, Yoweri Kaguta Museveni. Parafraseando a este último, los participantes rivalizaban con respecto a una reunión precedente celebrada en la Maison Blanche de Rwagitura en Mbarara en proponer técnicas de eliminación de los hutus. En la primera reunión, Paul Kagame, siempre en la línea del presidente Museveni, apoyó, reforzó e incluso superó los alegatos de este último, de quien siempre se mostró un ferviente aliado. En sus conclusiones, los reunidos resaltaban la absoluta necesidad de dominar las técnicas especializadas en la ocultación de cadáveres durante las matanzas, con el fin de engañar a la opinión mundial.

En nuestra opinión, las conclusiones de la citada reunión son muy significativas. Sin ningún género de dudas, la invasión militar del 1 de octubre de 1990 fue precedida por una larga, minuciosa y premeditada planificación del exterminio de los hutus. En este sentido, el FPR no era otra cosa que una organización creada por Museveni con la finalidad de ejecutar sus planes secretos relativos a la célebre “liberación regional” que pasaba, en un primer tiempo, por la eliminación de los hutus de Ruanda.

Joan Carrero Saralegui

Del libro África, la madre ultrajada

Marzo 2010

[1] Nota del mismo memorándum: “Véase HAVILA, una organización que coordina a nivel mundial la diáspora hebrea tutsi. Léase igualmente la obra de Paul Del Perrugia Les derniers rois mages.”

[2] Síntesis inicial que ocupa las cinco primeras páginas.

[3] Apartado nº 4.

[4] Apartado 3.4.