La administración Obama ha puesto el ojo en Rusia otra vez mediante la activación de un emplazamiento de defensa antimisiles en Rumania mientras aumenta el número de fuerzas de la OTAN en las fronteras de Rusia, actos que podrían llevar a una escalada hacia una guerra nuclear, señala Jonathan Marshall.

Si Estados Unidos acaba tropezando con una gran guerra convencional o nuclear con Rusia, los culpables serán probablemente dos desechos militares que se negaron a morir cuando su misión principal se terminó con la desaparición de la Unión Soviética: la OTAN y el programa de misiles antibalísticos de EEUU (ABM).

El «complejo militar-industrial», que recoge cientos de miles de millones de dólares anuales de apoyo de estos programas, ha recibido un gran impulso esta semana cuando la OTAN ha establecido su primer emplazamiento importante de defensa de misiles en una base aérea de Rumania, con planes para construir una segunda instalación en Polonia en 2018.

Aunque los portavoces de la OTAN y el Pentágono afirman que la red ABM en Europa del Este está dirigida a Irán, Rusia no está muy convencida de ello. «Este no es un sistema de defensa», dijo el presidente ruso Vladimir Putin el viernes. «Esto forma parte del potencial estratégico nuclear de Estados Unidos llevado [a]… Europa del Este… Ahora, si se despliegan estos misiles balísticos de defensa, nos veremos obligados a pensar en cómo neutralizar las nuevas amenazas para la Federación de Rusia».

Irán aún no tiene misiles capaces de llegar a Europa, ni tiene ningún interés en apuntar a Europa. Los misiles que tiene son notoriamente inexactos. Su incapacidad para alcanzar un objetivo de forma fiable podría no importar tanto si se añadieran cabezas nucleares, pero Irán está siguiendo su acuerdo rigurosamente verificado de desmantelamiento de los programas y capacidades que podrían permitir que desarrollara armas nucleares.

El sistema ABM desplegado actualmente en Europa es obviamente demasiado pequeño en estos momentos para amenazar la fuerza disuasoria nuclear de Rusia. De hecho, la tecnología ABM sigue siendo poco fiable, a pesar de la inversión de los Estados Unidos de más de 100.000 millones en I+D.

Sin embargo, es una amenaza que Rusia no puede ignorar. Ningún estratega militar estadounidense se quedaría quieto mucho tiempo si Rusia empezara a alertar a los Estados Unidos con este tipo de sistemas. Es por eso que Estados Unidos y Rusia los limitaron por tratado, hasta que el presidente George W. Bush puso fin al pacto en 2002.

La famosa iniciativa ABM de 1983 «Star Wars» del presidente Reagan se basaba en una teoría desarrollada por los asesores Colin Gray y Keith Payne en un artículo de 1980 titulado «La victoria es posible»: que una combinación de armas nucleares superiores, programas de protección civil y misiles balísticos podría permitir a los Estados Unidos «imponerse» en una guerra nuclear prolongada con la Unión Soviética.

Tal superioridad nuclear, argumentó Gray, podría sostener a «fuerzas expedicionarias estadounidenses muy grandes» luchando en un futuro conflicto «alrededor de la periferia de Asia». Al limitar el daño al territorio de Estados Unidos, las defensas contra misiles neutralizarían la disuasión nuclear de Rusia y ayudarían a Estados Unidos a «tener éxito en la continuación de los conflictos locales… y ­–si fuera necesario– a expandir una guerra».

Gray publicó esta última observación en un volumen de 1984 editado por Ashton Carter, que como secretario de Defensa del presidente Obama ahora defiende el nuevo escudo antimisiles en Europa. Así que no es de extrañar que Moscú haga estos días una campaña a veces fea para recordar al mundo su potencia nuclear, no sea que la OTAN se aproveche de la debilidad percibida de Rusia.

Actitud dura de Rusia

Portavoces de Moscú han advertido que Rumania podría convertirse en «ruinas humeantes» si sigue acogiendo el nuevo emplazamiento antimisiles; amenaza a Dinamarca, Noruega y Polonia que ellos también podrían convertirse en blancos del ataque; y han anunciado el desarrollo de una nueva generación de misiles balísticos intercontinentales diseñados para penetrar el escudo antimisiles de Estados Unidos.

El secretario Carter respondió este mes que «el ruido de sables nuclear de Moscú plantea preguntas inquietantes sobre… si respetan la profunda cautela que los líderes de la edad nuclear han mostrado con respecto a blandir armas nucleares» –justo cuando anunciaba nuevos detalles de una aportación militar de 3.400 millones de dólares para apoyar las capacidades de combate de la OTAN.

Los líderes militares estadounidenses dicen que están preparando solicitudes de fondos aún mayores para enviar más tropas y equipos militares a Europa del Este, y para financiar nuevas «inversiones en sistemas espaciales, armas informáticas y misiles balísticos de defensa diseñados para controlar a una Rusia renaciente».

Hablando en febrero en la conferencia de seguridad de Munich, el primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, hizo una llamada a poner fin a esta confrontación, y señaló que «casi todos los días [líderes de la OTAN] hablan de Rusia como la principal amenaza para la OTAN, Europa, Estados Unidos y otros países. Esto hace que me pregunte si estamos en 2016 o en 1962».

Pero la intensificación del conflicto es una bendición para el Pentágono y sus contratistas, que hace sólo unos años se enfrentaron a los planes de la Casa Blanca de grandes recortes en la financiación y los efectivos militares en Europa. Les permitirá mantener –y aumentar– los niveles de gasto militar que hoy son más grandes de lo que eran durante el apogeo de la Guerra Fría.

Los Estados Unidos y otros líderes de la OTAN justifican este aumento señalando un comportamiento supuestamente agresivo de Rusia –»anexionando» a Crimea y enviando «voluntarios» al este de Ucrania. Descuidan convenientemente el flagrante golpe de estado en Kiev que desencadenó la crisis de Ucrania para echar del poder un gobierno amigo de Rusia en febrero de 2014. También se olvidan de la larga y provocativa trayectoria de expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia después de la caída de la Unión Soviética, en contra de las promesas de los líderes occidentales en 1990.

Esta expansión fue impulsada por el acertadamente llamado Comité para Expandir la OTAN, un plantel de neoconservadores y asesores de Hillary Clinton dirigidos por Bruce Jackson, entonces vicepresidente de planificación y estrategia en Lockheed Martin, el mayor contratista militar del país. En 2008, la OTAN se comprometió a llevar a Ucrania –el país más grande en la frontera occidental de Rusia– a la alianza militar occidental.

Advertencias sobre la Guerra Fría

George Kennan, el decano de los diplomáticos de Estados Unidos durante la Guerra Fría, predijo en 1997 que la expansión imprudente de la OTAN sólo podía conducir a «una nueva Guerra Fría, que probablemente terminaría en una de caliente, y al fin de los esfuerzos para lograr una democracia viable en Rusia».

El año pasado, el ex secretario de Defensa William Perry advirtió que «estamos cerca de una nueva carrera de armas nucleares», con todo el coste enorme –y los peligros de un holocausto mundial– de la anterior Guerra Fría.

Y apenas este mes, el mismo ex secretario de Defensa del presidente Obama, Chuck Hagel, advirtió que los planes de la OTAN para desplegar cuatro batallones en Estados del Báltico podrían llevar «muy rápidamente a otra escalada de la Guerra Fría, cosa que realmente no tiene sentido para ninguno de los dos lados».

Si «seguimos construyendo el flanco oriental de la OTAN, con más batallones, más ejercicios y más barcos y plataformas», dijo en una audiencia del Consejo Atlántico, «los rusos responderán; no estoy seguro de dónde nos lleva».

Nadie sabe dónde nos lleva y este es el problema. Podría llevarnos a todos con demasiada facilidad desde pequeñas provocaciones a una serie de escaladas por cada lado con el fin de mostrar que va en serio. Y teniendo en cuenta el efecto alambre de las armas nucleares almacenadas en el suelo de la OTAN, el peligro de una escalada de guerra nuclear es completamente real.

Como experto en política exterior, Jeffrey Taylor comentó recientemente: «El gobierno de Obama está preparando el escenario para la confrontación sin fin y incluso posiblemente a la guerra con Rusia, y sin debate público».

Volviendo a la época de la Guerra Fría, comprará menos seguridad y más peligro. Como el presidente Obama está pensando qué dirá en Hiroshima sobre las lecciones de la guerra nuclear, debe reconsiderar fundamentalmente sus propias políticas que amenazan a muchos más Hiroshimas.

Jonathan Marshall es autor o coautor de cinco libros sobre asuntos internacionales, incluyendo La conexión del Líbano: Corrupción, guerra civil y tráfico Internacional de Drogas (Stanford University Press, 2012). Algunos de sus artículos anteriores para Consortiumnews son «El boomerang arriesgado de las sanciones rusas»; «Los neocons quieren un cambio de régimen en Irán»; «El dinero saudí gana el favor de Francia»; «Herir los sentimientos de los saudíes»; «La fanfarronería nuclear de Arabia Saudita»; «La mano de Estados Unidos en el lío sirio» y «Orígenes ocultos de la guerra civil de Siria.»