La siguiente declaración ha sido entregada, en parte, en la Conferencia Nacional Unida Antiguerra celebrada del 8 al 10 de mayo de 2015 en Secaucus, Nueva Jersey. Este evento ha atraído a cientos de activistas antiimperialistas y de paz de todo Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, el Medio Oriente y Asia. El editor de Pan-African News Wire, Abayomi Azikiwe, se dirigió a la conferencia en cuatro ocasiones en sesiones plenarias, mesas y durante la recapitulación que discutió propuestas de acción para intensificar la lucha para poner fin a las guerras de Estados Unidos tanto a nivel internacional como nacional. La conferencia ha representado la mayor reunión de activistas antiguerra y justicia social durante 2015.

Para comprender plenamente el actual periodo de dominación imperialista en África, Asia, América Latina y dentro de los límites geográficos del continente europeo y el hemisferio occidental, debemos reconocer el papel de las intervenciones del siglo XV en África y otras partes del mundo.

A partir de 1402, el Reino de Castilla, un precursor de la moderna España, invadió los territorios de la costa del norte de África conocidos como las Islas Canarias. Este periodo de la historia del sur de Europa representó el inicio de una expansión en África y América Latina derivada de una alianza entre los mercantilistas y las monarquías de España y Portugal.

Esta intervención en las islas del norte de África se encontró con una feroz resistencia durante casi un siglo. No fue hasta 1495 que los gobernantes de España pudieron declarar el control sobre las Canarias. El papel de Portugal en tomar el control de otras islas como las Azores y Cabo Verde, sentó las bases para la expansión del tráfico de esclavos en el Atlántico, la colonización de América del Sur, América Central y las islas del Caribe, así como la invasión de América del Norte.

Dentro de las Islas Canarias, ya en los últimos años del siglo XV, se estableció un patrón de colonialismo que continuaría hasta la época contemporánea. Después de la conquista, los castellanos impusieron un modelo económico basado en la producción de monocultivos para la exportación. En primer lugar, la utilización de la caña de azúcar y el vino más tarde, que era un elemento importante del comercio con Inglaterra.

Durante este período se establecieron las primeras estructuras de explotación de un régimen colonial. Tanto Gran Canaria, una colonia de Castilla desde el 6 de marzo de 1480 (a partir de 1556, de España), y Tenerife, una colonia española desde 1495, tenían gobernadores separados, connotando lo que pronto sería el sistema de divide y vencerás.

A través de la conquista de estas islas africanas, la trata atlántica de esclavos florecería del todo en el siglo XIX cuando los gobernantes europeos impusieron un proyecto colonial basado en un creciente método industrializado de producción y explotación laboral. En este tiempo, la mayor parte de África había sido conquistada por Europa con la Conferencia de Berlín de 1884 a 1885, que sirvió para dar cobertura legal adicional a la institucionalización de la dominación colonial, que era tan genocida y socialmente perjudicial como el sistema de esclavitud.

Del colonialismo al neocolonialismo

La trata de esclavos del Atlántico y el colonialismo fueron un sistema violento de explotación que llevaron a otros países europeos hacia el proceso. Después de la iniciación por España y Portugal, muchos otros prósperos estados-nación de Europa se involucraron, incluyendo a Holanda, Dinamarca, Alemania, Italia, Gran Bretaña y Francia.

Esta iniciativa no se quedó limitada en África y el Hemisferio Occidental sino que se extendió hacia el este hasta el actual Oriente Medio, Asia y las islas del Pacífico. Las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX se basaron en gran medida en la lucha entre varios estados europeos, el Imperio Otomano menguante (que se derrumbó durante la Primera Guerra Mundial) y Japón, en una despiadada campaña para conquistar el mundo y sus recursos. Los movimientos de liberación nacional que surgieron con fuerza durante y después de la Segunda Guerra Mundial reformaron la política internacional.

Con la aparición de nuevos estados independientes en toda América Latina durante el siglo XIX, y dentro de África y muchas partes del Caribe y de Asia-Pacífico después de 1945, el imperialismo ha desarrollado el sistema de neocolonialismo, donde el control se mantiene a través de medios económicos y militares a pesar de la concesión de la independencia política. Las revoluciones socialistas en Rusia, China, Corea del Norte, Vietnam del Norte y más tarde en Cuba, proporcionaron un modelo alternativo de desarrollo donde los estados poscoloniales y subdesarrollados podrían desafiar el imperialismo a escala global.

Guerra imperialista en el siglo XXI: la mayor amenaza a la paz mundial

Tras el colapso de la Unión Soviética y los países socialistas de Europa del Este a principios de los años 1990, los imperialistas estadounidenses sugirieron que habría un llamado «dividendo de la paz».

Sin embargo, los accionistas sólo han encontrado nuevas maneras de emprender otras guerras. Desde Irak, Afganistán, Panamá, Libia, Siria, Yemen, Sudán y otras regiones geopolíticas, las guerras de cambio de régimen han demostrado ser tan mortales y desestabilizadoras como las del siglo anterior.

Un informe reciente de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados ha indicado que el número de personas desplazadas internamente (PDI) e inmigrantes es más alto que en cualquier otro período transcurrido desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Se estima que más de 50 millones de personas se han desplazado, con la mayor parte de estas poblaciones provenientes de las guerras instigadas por Estados Unidos en Afganistán, Irak, Siria y el Cuerno de África (Somalia, Etiopía, Eritrea y Yibuti).

Estamos presenciando el impacto de estos desplazamientos en el Mediterráneo este año. Dentro de la misma región donde nació la trata atlántica de esclavos, más de dos mil personas han muerto en el mar en lo que va de 2015.

Este problema no se acabará hasta que aquellos de nosotros con base en los estados industrializados occidentales construyamos un movimiento antiimperialista y antiguerra formidable en alianza con los pueblos de las naciones oprimidas para poner fin a estas modernas guerras de conquista. El empobrecimiento de la clase trabajadora oprimida a nivel nacional en Europa y América del Norte no se puede terminar hasta que se destruya el imperialismo; por lo tanto, nuestro destino está ligado a la situación y futuro de los pueblos del mundo.