Cuando se me propuso esta conferencia, la primera ocurrencia que me vino en mente es aquello de “doctores tiene la santa madre iglesia”. Es decir: con tantos buenos economistas como hay, ¿para qué se va a meter en semejante berenjenal un profano como yo? Y dado el carácter de dogma sagrado que actualmente va tomando la doctrina neoliberal, me pareció una ocurrencia muy oportuna. Pero un poco más tarde recordé aquello de que “la política es demasiado importante para que solo la dejemos en las manos de los políticos” y llegó una segunda ocurrencia: “la economía es demasiado importante para que solo la dejemos en manos de los economistas”. Así que decidí aceptar el reto, lo cual me obliga, antes de entrar de lleno en el núcleo de esta conferencia, a hacer dos aclaraciones.

Dos aclaraciones previas

La primera se refiere al hecho de que os debo una explicación, ya que, sin ser un economista, he aceptado el reto nada fácil que es esta conferencia. Y creo que debo, por ello, explicar las razones por las que lo he aceptado. Fundamentalmente son tres, muy relacionadas entre sí:

1. La primera tiene que ver con el hecho de que vivimos en un tiempo de especialización, pero de una especialización insana. Una especialización que puede hacer, y de hecho está haciendo, que con frecuencia los economistas no pisen sobre el suelo real. La actual especialización no es una lógica y necesaria especialización para avanzar en conocimientos y tecnologías, sino una especialización inducida y con un objetivo perverso. Actualmente un economista no solo puede vivir en un mundo virtual sino que incluso puede ignorar las claves fundamentales de los grandes problemas económicos que nuestras sociedades están sufriendo. Y no me queda más remedio que fundamentar una crítica tan atrevida y demoledora en otras personas con más autoridad que la mía en estos temas, en economistas precisamente. Por falta de tiempo me limitaré a citar tan solo al economista y ambientalista chileno Manfred Max-Neef. 

En una entrevista que le hizo la página La Marea en 2014, entrevista titulada “El rescate financiero es la mayor inmoralidad de la historia de la humanidad”, confiesa que eso de vivir fuera de la realidad le sucedió a él mismo. Este brillante profesor en Berkeley premiado en 1983 con el llamado Nobel Alternativo (Right Livelihood Award) de Economía, llegó a ser directivo de la petrolera Shell en la década de los cincuenta, hasta que decidió dejar la empresa privada y, como afirma, “poner los pies en el barro”. Algo que, asegura, es el gran déficit de los economistas actuales, que “son los que menos entienden el mundo real”. Vale la pena que lea algunas de sus respuestas: 

Este otoño se cumplirán seis años de la caída de Lehman Brothers, considerado el pistoletazo de salida del crack financiero que aún sufrimos. ¿Cómo valora la gestión de la crisis que han llevado a cabo las autoridades económicas, capitaneadas por el FMI?

Todo lo que ha ocurrido es una conexión de cosas que no hay que hacer. Para mí, lo más desconcertante y preocupante es que no importa cuántas veces quede en evidencia que ciertas políticas económicas son desastrosas; se sigue insistiendo en las mismas. Los economistas se creen científicos […] decidieron que la economía se pareciera lo más posible a la física, con lo cual hicieron una serie de inventos absurdos y modelos matemáticos que son verdaderos disparates. Además, si la economía fuese una ciencia y los economistas científicos, actuarían como científicos; ¿y cómo actúa un científico cuando una teoría determinada falla? Inmediatamente se ponen con toda la intensidad a buscar cuál es la alternativa a esa teoría, porque esta no funciona, y ¡se destierra y se acabó!

[…] Tienen actitud científica cero, se insiste en los mismos errores. Lo que ocurrió desde octubre de 2008 es, a mi juicio, una de las peores monstruosidades de la historia. Con todas las especulaciones, la basura que vendían los bancos, absolutamente repugnante… de repente se ven en una situación crítica y hay que hacer todo lo imaginable e inimaginable para salvar a los delincuentes. O sea, no se salva a las víctimas, las víctimas no tienen ninguna importancia, lo que importa es salvar a los delincuentes, a los que provocaron la crisis. Y en cuestión de un par de meses logran juntar a nivel de todo el mundo, para salvar a esos delincuentes, del orden de diecisiete billones de dólares. 

[…] Eso, para mí, es tal vez el acto inmoral más grande que se ha cometido en la historia de la humanidad. 

Cómo explica que se recete austeridad a Europa y luego el economista jefe del FMI reconozca el “error” a la hora de valorar el impacto de las medidas. ¿No sabían lo que iba a ocurrir?

No hay que ser economista, ¡es cuestión de sentido común! Si tú no tienes nada, perdiste la casa, perdiste tus ahorros, y yo te digo: “¡Pero sé más austero!”, se llega a lo que llegaron ustedes aquí en España; nunca había ocurrido, que en España llegara un momento en que muera más gente por suicidios que por accidentes de tráfico. Y yo pregunto, ¿esos suicidios eran realmente suicidios? ¿O eran asesinatos de un sistema económico perverso? ¿Qué manera tienes de ser más austero cuando no tienes nada? ¡Pegarte un tiro! ¡Esa es la máxima austeridad! Eres un patriota, porque ayudas a la economía al eliminarte. Esa es la situación. Para mí, desde un punto de vista científico, ético, moral, desde todo punto de vista, todo lo que ha ocurrido es una asquerosidad inconmensurable, y que va además contra el más elemental sentido común. ¿Qué lógica tiene hacer sufrir a una población hasta los extremos más indecibles para beneficiar a la economía? ¡Si la cosa es al revés! La economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía. ¡La economía no es Dios! Las consecuencias son que una economía como esta mata a más gente que todos los ejércitos del mundo juntos, pero no hay culpables. […].

¿Responde a una cuestión de ineptitud o de intereses?

Es perversidad. A menos que sean absolutos imbéciles, que supongo que no lo son. Pero les conviene más eso que lo otro. La gente no interesa, la gente es prescindible, y eso está dentro de la teoría económica neoclásica. ¿Sabes que en un libro de texto de economía neoclásica, la solidaridad es un acto irracional? ¡Sí, eso te lo enseñan! Lo de que la única racionalidad es maximizar tu utilidad, todo lo otro es irracional…

Así que el problema comienza en la educación económica… ¿No se forma correctamente a los economistas?

No. En la época en que yo estudié Economía estudiábamos todas las escuelas económicas. Dos cursos fundamentales del currículum eran Historia Económica e Historia del Pensamiento Económico; ninguna de esas está en ningún currículum hoy día. Los economistas no tienen ni idea de la historia económica del mundo ni de qué otros economistas pensaron qué cosas, porque este [el de ahora] ya es un modelo definitivo para la eternidad, o sea que ¿para qué quieres saber lo que pensaban otros? Fíjate qué estupidez. Y eso en todas las universidades, se pueden contar con los dedos de la mano las que se han zafado de eso. En consecuencia ahí tienes una institución que en estos momentos tiene una inmensa responsabilidad, y es la Universidad.

¿Qué implica este tipo de educación?

Que son economistas absolutamente incultos, y además con teorías que impiden que entiendan el mundo real. Lo único que tienen es un modelo matemático, y ese modelo es la realidad. Y si resulta que ese modelo no funciona no es porque el modelo esté mal, sino que la realidad hace trampas, y la función de la realidad es adaptarse a tu modelo. Esa es la actitud. Mientras sigan produciéndose economistas así no hay manera de cambiar, porque son los economistas los que tienen acceso al poder: los políticos, los empresarios, consultan a los economistas. O sea, ¡le consultan al que menos entiende el mundo real! Es una comedia dramática. Completamente absurda.

¿Qué implicación tiene en ello la entrada de grandes empresas y bancos a las universidades?

Uno de los problemas que tiene la Universidad hoy en día es que dejó de ser lo que era y terminó vendida al mercado. La Universidad funciona de acuerdo a lo que le pide el mercado. Y el mercado son las empresas… Hay muchas empresas que hacen donaciones sabrosas a muchas universidades para que eduquen de la manera en que a ellos les conviene. Harvard educa a niños para Wall Street, esa es la función. Se llamará la mejor universidad del mundo, que yo tengo mis serias dudas, pero los educa para Wall Street. Está todo determinado para satisfacer las codicias de grupos de poder.

Efectivamente, durante estos últimos años yo también he podido comprobar cómo algunos economistas desconocen, o de hecho no tienen en consideración, cuestiones fundamentales: cómo fue creada la Reserva Federal, cuál es su naturaleza o cuales son las conclusiones de la única auditoría que se le ha podido hacer jamás. Paradójicamente, existe, por el contrario, un movimiento social de gente de a pie (solo en Alemania, implica ya a más de un millón de personas) que intentan abrirnos los ojos a todos sobre el hecho cierto de que la Reserva Federal es el gran y último problema del mundo en este momento. El descubrimiento de esta ignorancia en muchos economistas ha sido para mí una gran sorpresa.

Mi experiencia en el conflicto de Ruanda me convenció de la urgencia y necesidad de una visión global de la realidad. Pello Sala, que fue misionero en Ruanda durante cuarenta años, destacaba también su importancia en la presentación que hicimos en Madrid, en 2010, de mi libro África, la madre ultrajada:

 Hay al menos dos maneras de contemplar un paisaje o una obra de arte: una a distancia, y así se percibe mejor su conjunto, la belleza de su armonía; otra de cerca, así se perciben mejor la viveza y la fuerza de los detalles. Joan Carrero contempla, desde hace años, el paisaje de los Grandes Lagos desde la distancia. Yo la vivo de cerca, viviendo allá, comunicándome con los ruandeses en su lengua materna. Las dos contemplaciones se complementan. Además Joan Carrero se ha acercado a la realidad escuchando y hablando con muchos nativos de los Grandes Lagos y con españoles residentes ahí, incluso haciendo visitas a esos países. Para mí la lectura de su libro ha sido muy esclarecedora en muchos puntos: con maestría, ha sabido relacionar las piezas de un rompecabezas haciendo así resaltar la realidad, la verdad de la realidad. Para ello, durante muchos años, ha seguido los acontecimientos, ha dialogado con los protagonistas, ha almacenado infinidad de informaciones, leído cantidad de escritos y al final ha plasmado en su libro con acierto muchas verdades grandes como un puño. […] Esto es muy consolador para los hombres de buena voluntad de los Grandes Lagos, tanto nativos como extranjeros, que vamos buscando una paz auténtica, basada en la verdad, la justicia, la libertad y el amor. Sin la verdad, la justicia, la libertad y el amor no habrá paz auténtica y duradera. Deseaba desde hace mucho tiempo tener ensambladas de manera coherente las muchas informaciones que tenía sobre el drama ruandés: lo he conseguido gracias a este libro, África, la madre ultrajada.

El hecho de que personas como Pello, con una experiencia tan profunda sobre la realidad ruandesa, hayan agradecido tanto los aportes que un no especialista como yo ha hecho al análisis de esa realidad me proporciona ahora el atrevimiento de enfrentar otra realidad como es la actual gran crisis-estafa sobre la que trata esta conferencia. Crisis-estafa sobre la que también trató mi segundo libro La hora de los grandes “filántropos”, escrito al ir descubriendo la claves últimas internacionales del enorme conflicto del África de los Grandes Lagos.

Hace ya dos décadas que empecé a descubrir por propia experiencia que la práctica totalidad de aquellos que eran presentados como expertos en el conflicto de Ruanda no lo eran en realidad. Antes, semejante farsa me desconcertaba, ahora ya no. Antes no entendía, por ejemplo, que Human Rigths Watch y su gran experta sobre Ruanda, Alison Des Forges, se empeñasen en sostener lo que hasta el Tribunal Penal Internacional para Ruanda ha renunciado ya a mantener: que el genocidio de la primavera de 1994 fue planificado. Ahora tras un doloroso y largo proceso, finalmente he llegado a tomar conciencia de cosas tan sorprendentes como el hecho de que la mayor ONG para la defensa de los derechos humanos, HRW, fue creada y sigue siendo financiada por el canalla especulador George Soros, entre otros personajes parecidos. Igualmente, hace ya más de una década pude comprobar también, al igual que millones de españoles, que ante el inminente ataque a Irak, basado en mentiras bastante evidentes, en el ámbito de los supuestos expertos, en Estados Unidos no hubo prácticamente disensión en el apoyo a esas mentiras oficiales.

Sin embargo, la economía ha sido presentada últimamente como una ciencia exacta, por lo que en principio no parecía que en ella pudiese haber el mismo margen para la subjetividad que en materias como la historia. Con el agravante de que, además, sirviéndose de esas pretensiones de ser una ciencia exacta, algunos economistas se permiten colocarse por encima de estas otras ciencias humanas, tan subjetivas, según dicen. Se permiten incluso el desprecio de otras escuelas económicas menos ortodoxas y dogmáticas que la neoliberal. El economista Ha-Joon Chang, que se enfrenta a la actual ortodoxia económica y que es considerado por la revista Prospect como uno de los diez pensadores más influyentes del mundo, afirmaba hace poco en una entrevista en El País:

Todas las profesiones tratan de que lo suyo parezca más complicado de lo que es. El fontanero no te explicará todo, porque si lo hace parecería demasiado fácil. Pero los economistas han tenido un especial éxito en ello. La economía en los últimos 30 o 40 años ha estado desempañando el papel de la teología católica en la Europa medieval: funciona como ideología para justificar el statu quo. La gente tiene opiniones muy fuertes sobre muchas otras cosas, sin tener realmente un conocimiento muy profundo: el cambio climático, la política de EE UU en Oriente Próximo… Pero cuando hablamos de economía, se nos ha hecho creer que hay que dejarlo para los expertos. Eso es un enorme obstáculo para la democracia.

[…] En física o química las cosas que investigas no tienen su propia mente, no tienen valores éticos, no tienen posiciones políticas. La ilusión de considerar la economía como una ciencia ha tenido dos consecuencias. Una es que, a nivel intelectual, la materia se ha convertido en muy dogmática. Porque si crees que es un ciencia, no puedes aceptar que haya dos o tres explicaciones de un misma cosa. Esto ha animado a los economistas neoclásicos a excluir otras escuelas. Pero no hay una sola escuela económica, hay al menos nueve. Por otro lado, está la exclusión de los asuntos económicos del debate democrático.

2. La segunda razón por la que he aceptado realizar esta conferencia sin ser economista es porque en el mundo de la información, que ya de por sí se está convirtiendo cada día más en un gran problema, existe una gravísima cuestión: la de la manipulación y reducción del marco informativo. En cuestiones económicas, como en muchas otras, los grandes medios eluden muchas veces mostrarnos el marco general que nos permitiría entender mejor lo que está pasando. No se trata solo de preguntarse quiénes y por qué deciden qué acontecimientos son noticia y qué otros no deben serlo. Se trata de algo más: me estoy refiriendo al marco en el que encuadran las grandes noticias que es imposible ocultar.

Sobre el conflicto ruandés las informaciones no salieron durante muchos años del estrecho marco que lo presentaba como un conflicto étnico; marco que no era ni tan solo regional, ya que ni tan solo el pillaje del inmenso Congo entraba en el análisis. Más aún, el análisis de ese conflicto, supuestamente solo étnico, estaba limitado a los tres meses de “el” genocidio de los tutsis. Fue para mí todo un proceso el descubrir que no solo el conflicto étnico era mucho más complejo de lo que se nos mostraba sino que el marco real era mucho más amplio, que había demasiadas cosas que quedaban fuera, precisamente las más importantes y decisivas, como son los intereses internacionales.

Del mismo modo, ahora en el ámbito de la economía, en el caso de Grecia por ejemplo, los grandes medios se dedican en general a cuestiones especializadas referentes casi exclusivamente a los factores internos relacionados con la crisis de ese país hermano. Pero tan estrecho marco no se lo integra en el gran marco del enorme rescate y recapitalización bancarias puesto en marcha por la Reserva Federal en 2008. Por eso en el último artículo que escribí, titulado “Algún día otro Varufakis tumbará este sistema”, publicado hace solo unos días, elegí como destacado la siguiente frase: “El silencioso rescate a los grandes bancos que actuaron delictivamente es 400 veces superior al debatido rescate de la ‘irresponsable’ Grecia”.

Como breve inciso recuerdo que en el Reino Unido el diputado laboralista Jeremy Corbyn, que defiende la renacionalización de sectores estratégicos, la subida de impuestos a las rentas más altas y que reniega de las políticas de austeridad dictadas desde Berlín se está colocando en posición de liderazgo en su partido. Lo cual está empezando a preocupar seriamente no solo a la City y a los conservadores sino también a sus compañeros de partido. Quizá no sea aún el nuevo Varufakis del que hablo, pero nuestras sociedades ya van abriendo los ojos.

3. Finalmente, la tercera razón por la que sin ser economista he aceptado esta conferencia de tan marcado carácter económico es porque creo que el factor humano es tan importante en la economía que no podemos dejarlo de lado. La economía no es una ciencia exacta. La psicología, la sociología o política la condicionan. Si la economía no tuviese nada que ver con la ética, los derechos humanos o la política ¿por qué no volver a la explotación infantil o a la esclavitud? Apunto todo esto porque en la elite que decide el funcionamiento de “los mercados” y que crea las estructuras mundiales de poder hay demasiada gente inmisericorde. Muchos de aquellos que la conforman son incluso bastante sádicos y perversos. Sería un gran error el creer que son personas normales como nosotros.

Esa ingenuidad de la sociedad es el escudo de esos psicópatas. La buena gente no podemos creer que haya, por ejemplo, autoatentados a fin de justificar posteriores acciones injustificables sin tal autoatentado. En sus viajes a Bruselas, los representantes griegos fueron descubriendo que a los negociadores de la otra parte no les interesaban las cuestiones estrictamente económicas sino que tan solo seguían unas determinadas directrices, una determinada lógica irracional. El ex ministro Yanis Varufakis ha hablado de despotismo sádico, de desdén, de profundo odio…

Creo que nos enfrentamos a verdaderos psicópatas y que si no lo tenemos en cuenta seremos continuamente derrotados. Reducir la gran crisis por la que está pasando la humanidad solo a causas económicas y estructurales es tan reduccionista como aquello que estamos acostumbrados a oír de que “las ideologías (de derechas o izquierdas) no importan sino solo las personas”. Es curioso que quienes suelen afirmar tal cosa siempre votan a las derechas. Yo creo, por el contrario, que las ideologías y las estructuras ciertamente cuentan… pero también compruebo que las crean personas concretas.

Lo que está pasando con Grecia, por ejemplo, no puede acabar de entenderse sin un afán bastante sádico de escarmentar ejemplarmente a quienes no se someten. No lo afirma un “radical” como yo sino grandes diarios que forman parte del sistema y premios Nobel de economía. Las crucifixiones del Imperio romano eran mucho más que escarmientos: eran escarmientos ejemplares. Pareciera que en dos mil años las motivaciones y la naturaleza humana han cambiado muy poco. Unos elementos dignos de consideración en las llamadas negociaciones de los dirigentes griegos con la Troika han sido la soberbia, el desprecio e incluso el odio, como ha testificado Yanis Varufakis.

Aquí, en Mallorca, también tenemos altos responsables del mundo de la banca que se dedican a escribir artículos verdaderamente denigrantes, un día sobre el ministro Yanis Varufakis y otro sobre el presidente Alexis Tsipras. ¿Los estudios en economía deberían incluir esta dimensión humana? No lo sé. De lo que sí estoy seguro es que los economistas que alcancen su doctorado y salgan al mundo sin una formación y sin una actitud vital verdaderamente humanistas solo serán un instrumento al servicio del actual proceso de concentración del capital y del poder que nos está llevando al borde del abismo.

Estas son las tres principales razones por las que he aceptado realizar esta conferencia. Ahora paso ya a la segunda de las dos aclaraciones que, como he dicho al inicio, creo que debo hacer. Se refiere al hecho de que debemos ponernos de acuerdo en el término realista, que figura en el título de esta conferencia. Una cosa es que se me pidan soluciones realistas y otra es que se me pidan soluciones fáciles o rápidas. Esto último no sería una propuesta seria para una conferencia seria. La gente confunde con frecuencia el realismo con los resultados visibles a corto plazo. El lograr resultados siempre es gratificante, pero no es realista pensar que tales resultados pueden estar fácil y rápidamente a nuestro alcance cuando nos enfrentamos a los mayores poderes globales.

Para muchos en la Francia del periodo nazi, lo realista era aceptar al poderoso invasor y plegarse a tal situación. Sin embargo, otros calificaríamos a quienes optaron por el régimen de Vichy de colaboracionistas, no de realistas. Son dos lógicas y, sobre todo, dos sistemas de valores diferentes. Según la primera de estas dos lógicas, las probabilidades de una supervivencia tranquila seguro que estaban de parte de los colaboracionistas y no de los que optaron por la resistencia. Ahora estamos viviendo de nuevo una auténtica guerra (aquí se suele citar al supermillonario Warren Buffett). Es importante reconocer que esto es una guerra, porque debemos aceptar que, como en toda guerra, solo hay dos opciones: sumisión o sacrificios.

Las soluciones -ojalá que las veamos- no solo no serán fáciles sino que tampoco serán visibles a corto plazo. Quienes nos han llevado al punto en que estamos, lo habían planificado desde hace muchas décadas, quizá siglos. La tela de araña global que han logrado tejer, con la que están inmovilizando a nuestras sociedades, la empezaron a fabricar en 1913, como mínimo. Si ellos, con todo el poder del que disponen, aceptan que toda conquista importante necesita plazos medios y largos para poder concretarse, ¿cuánto más nosotros? Por eso, aparte de un diagnóstico del problema (lo cual es ya el primer paso para encontrar soluciones), lo que en realidad propondré no son propiamente soluciones concretas inmediatas sino el empezar a crear las condiciones que un día harán posible que nos enfrentemos a esos mercados y estructuras globales de poder.

Acabo esta cuestión de los plazos recordando algo que ya dijo Martin Luther King: la diferencia entre un gobernante y un estadista es que el primero piensa en las próximas elecciones y el segundo en el futuro de su país. O como acaba de decir el papa Francisco en su reciente Carta encíclica Laudato si’: “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo”. O como dijo en su discurso en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) con motivo del II Encuentro Mundial de Comunidades Populares: “Se trata de generar procesos, no de ocupar espacios [de poder]”.

Una de las cosas que da más apariencia de realismo es el poder. El poder de obligar, por ejemplo, a Grecia a someterse a durísimas condiciones, da a los mercenarios de la Troika y de los poderosos gobiernos europeos neoliberales que las imponen, la apariencia de ser gentes serias y realistas frente a las “fantasías insostenibles” de Syriza. Pero la historia nos muestra reiteradamente que muchos de los poderosos personajes que la marcaron habían perdido totalmente el sentido de la realidad. En agosto de 2013 intenté explicarlo en un artículo titulado “Occidente, una sociedad a la deriva”. Ahora está de moda el libro de Christopher Clark Sonámbulos, en el que quedan en evidencia no solo cómo los gobernantes europeos caminaron como sonámbulos hacia la I Guerra Mundial sino también las similitudes de aquel periodo con esta época que estamos viviendo.

Y en la Segunda Guerra Mundial, ¿quiénes eran los realistas, el poderoso gobierno nazi que aplastaba países enteros en cuestión de días o quienes ofrecieron generosamente sus insignificantes vidas en pequeñas acciones de la resistencia en la Francia sometida? Pero quién está hoy dispuesto -o sus circunstancias le permiten estar dispuesto- a sacrificar sus propias seguridades económicas y de todo tipo en esta “guerra” contra los mercados y las estructuras globales de poder? Actualmente, los personajes que controlan los poderosos lobbies petroleros, por ejemplo, son capaces de negar la realidad evidente del cambio climático y de llevarnos a todos al desastre. Y, aunque los economistas ortodoxos lo nieguen desde su cátedra, el sistema económico occidental es en sí mismo totalmente insostenible, no solo por sus consecuencias medioambientales. Se podría seguir reflexionando sobre esta interesante cuestión del llamado realismo, pero es hora ya de centrarse en…

La problemática de los mercados y de las estructuras mundiales de poder 

Entrando ya en el núcleo de esta conferencia, comenzaré por recordar lo evidente: sin un buen diagnóstico nunca podremos hablar de una terapia adecuada. Así que, si en el tercer y último apartado de esta conferencia queremos tratar sobre soluciones realistas, lo primero que es necesario es un correcto análisis de la problemática. Por tanto, aunque no sea mi función el entrar en detallados análisis técnicos de la problemática de los mercados y de las estructuras mundiales de poder ni el hacer propuestas técnicas detalladas sobre posibles vías de solución, lo que sí creo que puedo aportar es un análisis general con un marco global así como algunas propuestas generales tanto sobre algunas posibles pistas de solución como sobre, algo que también es importante, las actitudes con las que debemos enfrentarnos a una problemática tan grave.

Hace ya unos años expuse mi convicción de que el objetivo último de la llamada crisis es mucho más que el acabar con el Estado de bienestar, tal como afirmaban economistas de los que he aprendido mucho (como Viçenç Navarro): son los mismos estados soberanos en sí mismos. Y también expuse que no es la crisis la que provocaba la falta de dinero circulante sino que es más bien la falta de liquidez la que provocaba la crisis (curiosamente es una falta de dinero que desaparece cuando se trata de rescatar y recapitalizar bancos). Es lo que ha denunciado Yanis Varufakis: a Grecia se la ha asfixiado mediante una falta de liquidez que ha llegado hasta el cierre de los bancos; se trata de terrorismo económico, de tortura por asfixia o de un verdadero golpe de estado. Son los mismos estados soberanos, y no solo el Estado de bienestar, los que están en el objetivo de esta descomunal operación de asfixia por falta de liquidez que tiene por objetivo una concentración cada vez mayor del capital y del poder. En el caso de Grecia (ahora casi sin margen de decisión y condicionado incluso a vender puertos, aeropuertos o red eléctrica) ya no queda más remedio que preguntarse qué está quedando de su supuesta soberanía.  Por todo esto mi segundo libro comenzaba así:

Unos poderosos y discretos clubes están logrando por fin la gran Alianza económica, política y militar, básicamente occidental, que vienen promoviendo desde hace muchas décadas. Son los clubes creados a todo lo largo del Siglo XX por los grandes financieros-“filántropos” anglosajones que dicen anhelar un mundo global sin nacionalismos ni guerras. En su propia autobiografía, Memoirs, David Rockefeller escribía:

Algunos creen que incluso somos parte de una sociedad secreta que trabaja contra los mejores intereses de Estados Unidos, considerándonos a mi familia y a mí como internacionalistas y como conspiradores, junto a otros de todo el mundo, para construir una estructura global, política y económica, más integrada, un solo mundo, si se quiere. Si ese es el cargo, yo soy culpable, y estoy orgulloso de ello. 

Aunque otras veces, ni sus propias formulaciones ni las de sus subordinados han sido tan sutiles como lo es la de ese párrafo de su autobiografía. Baste una cita de Zbigniew Brzezinski, el ideólogo-creador de la Comisión Trilateral (fundada por David Rockefeller en 1973), exdirector del Consejo de Relaciones Exteriores y miembro relevante del Club Bilderberg (los otros dos grandes clubes en cuya creación, en 1921 y en 1954 respectivamente, los Rockefeller tuvieron también un papel fundamental). En 1971, en su libro Entre dos edades: El papel de EE.UU. en la era tecnotrónica, escribía:

El Estado-Nación como unidad fundamental de la vida organizada del hombre ha dejado de ser la principal fuerza creativa: Los bancos internacionales y las corporaciones transnacionales son [actualmente] actores y planificadores en los términos que antiguamente se atribuían los conceptos políticos de Estado-Nación.

En efecto, nadie medianamente informado puede dejar de ver que las decisiones económicas que determinan totalmente el destino de Occidente, y que también afectan al resto del mundo, no las toman actualmente los gobernantes que nuestras sociedades han elegido sino los grandes bancos (incluyendo también en este término a las grandes compañías aseguradoras y a los grandes fondos tanto de pensiones como especulativos) y las grandes corporaciones transnacionales que estos financieros-“filántropos” controlan. Así que se trata, simplemente, de la constatación de la realidad: existen en nuestro mundo unos grandes poderes económicos que no solo escapan a cualquier control democrático sino que incluso son capaces de poner a la democracia contra las cuerdas. Ellos mismos no tienen problema alguno en publicarlo desde hace décadas. Si a comienzos de los setenta no tenían ya problema alguno en formular tan claramente el núcleo de su proyecto, al menos en lo que respecta a la Comisión Trilateral, menos aún en esta Hora en la que ya hemos entrado: la red global de poder que han logrado tejer es tan enorme y poderosa, el control que creen tener sobre los acontecimientos internacionales es tan considerable, que ya no es necesario tanto secretismo, ni tan siquiera en lo que respecta al Club Bilderberg, mucho más informal, exclusivo y discreto. Pero durante décadas fue diferente.

En la reunión de 1991 del Club Bilderberg (es decir, justamente en las fechas en las que considero que se inició el periodo del que voy a tratar en este libro), David Rockefeller agradeció al Washington Post, The New York Times, Time Magazine y otras grandes publicaciones, cuyos directores han asistido a sus reuniones, el que hayan respetado sus promesas de discreción durante casi cuarenta años. Continuó reconociendo que habría sido imposible para ellos el desarrollar su plan para el mundo si durante esos años hubiesen sido sometidos a las luces de la publicidad. Pero que ahora, sin embargo, el mundo ha evolucionado y está más preparado para avanzar hacia un Gobierno mundial. Y concluyó afirmando que la soberanía supranacional de una élite intelectual y de banqueros mundiales es seguramente preferible a la autodeterminación nacional practicada en siglos pasados. El hecho de que el periódico The Economist, cuyo editor gerente, Adrien Wooldridge, ha sido miembro del Club Bilderberg desde hace bastantes años, publicase el 20 de enero de 2011 un reportaje en el que por primera vez se confirmaba la existencia de ese poderoso club es un claro indicador de que ya no es necesario tanto secretismo.

Se equivocan quienes infravaloren aún la real y trascendental influencia de estos poderosos clubes. Seguramente su práctica inexistencia en los grandes medios de comunicación así como la propaganda que califica fácil y rápidamente de conspiratorio (o incluso de conspiranóico) a cualquiera que haga referencia alguna al poder de estos clubes, tienen mucho que ver en este error.

Y todo eso lo están consiguiendo mediante la Reserva Federal, a partir de su creación en 1913 como un banco en apariencia público (como exige la constitución estadounidense) pero que, en realidad, solo está controlado por las grandes familias financieras. De modo que puede inyectar decenas de billones de dólares directamente a los bancos mientras en el Congreso se debaten presupuestos anuales incomparablemente menores. Ahora, hasta gentes “serias” como el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, introducen en última instancia a la Trilateral y al Club Bilderberg en sus análisis de la actual crisis griega. Pero a quienes somos marginales en el mundo académico y mediático del supuesto saber nos toca siempre aguantar años de vacío, o incluso de menosprecio. Aunque esa lección ya la aprendí cuando empecé a entender y denunciar lo que realmente estaba pasando en Ruanda y Congo.

En conclusión: no sé si somos conscientes de la gravedad de la situación y, sobre todo, de la que dejaremos a nuestros hijos. Mientras una reducidísima élite está concentrando cada vez más capital y poder, la deuda de un número cada día mayor de países, incluida la de Estados Unidos, es impagable. Ahora, como antes en el feudalismo o la esclavitud, nuestros hijos nacerán sometidos a semejante yugo. El multimillonario Warren Buffett llamaba a esa deuda de su país “una bomba financiera de relojería”.

Soluciones realistas

Hay soluciones, eso es lo primero que hay que tener claro. Siempre hay alternativas. Es fundamental ser consciente de que las hay, ya que la estrategia de quienes manejan (por ahora) los hilos del poder global está fundamentada precisamente en hacernos creer que no hay alternativas.

Al menos hay una alternativa posible y realista: salir de este sistema financiero occidental. Islandia es la evidencia. El nuevo Govern de les Illes Balears o el Gobierno Griego están comprobado en estos días que quienes solo representan a una reducidísima élite financiera deciden todo lo realmente importante (agobiante techo del déficit a tan corto plazo que obligaría a realizar más recortes, etc.). Y lo deciden con prepotencia y arrogancia. Si afirmo que el camino a seguir es el que ha tomado Islandia no estoy hablando tan solo del camino del soberanismo -el ordenador subraya en rojo esta palabreja, para él no existe el soberanismo, no hay alternativas a lo que ahora hay- frente a las arbitrariedades del Estado español y sus Montoros al servicio de las grandes eléctricas, petroleras, bancos, etc. Estoy hablando de algo mucho más radical: estoy hablando de la salida del sistema financiero que rige en la Unión Europea, tutelado por la Reserva Federal (como creo que muestro en mi último libro). Un sistema que es una máquina de generar diferencias cada vez más profundas, de generar diferencias entre estados como Alemania en el norte y Grecia en el sur, de generar unas pocas enormes fortunas y a la vez unas grandes masas de excluidos, de permitir lujosas perversiones y derroches para unos pocos y a la vez sufrimiento en millones de familias.

¿El soberanismo es una fantasía? Hace unas semanas era titular en todos los diarios locales una afirmación de nuestra presidenta Francina Armengol: “L’independentisme es simplement un somni”. Y no parece que se refiriese al tipo de sueños que soñaba Martin Luther King y otros soñadores que, al igual que Nelson Mandela, creían que “hay cosas que siempre parecen imposibles… hasta que se hacen”. ¿Cómo puede ser posible (y que interese tanto) la soberanía de pequeños enclaves como Andorra, Mónaco, Luxemburgo o Liechtenstein donde la especulación campa a sus anchas pero otras naciones tan grandes como Catalunya no puedan desembarazarse del papel que se les adjudica de trabajadores y contribuyentes natos integrados en un Estado más amplio? Yo creo que la pregunta verdaderamente oportuna no es la de la presidenta sino esta otra: ¿Acaso el estado español es algo más que un sueño o una ficción? Algunos aún no se han dado cuenta de que es el estado soberano español el que realmente ya no existe, de que los estados nación ya no existen tal y como continúan incrustados en el imaginario colectivo profundo. Ignacio Ramonet escribía hace unos días:

La gran lección de ese escarnio [a Grecia] es que se ha perdido definitivamente el control ciudadano con respecto a una serie de decisiones que determinan la vida de la gente en el marco de la Unión Europea y, sobre todo, en el seno de la zona euro, hasta tal punto que podemos preguntarnos: ¿de qué sirven las elecciones […]? Todo esto significa, simplemente, que el gobierno de un Estado de la zona euro, por mucha legitimidad democrática que posea y aunque haya sido apoyado por el sesenta por ciento de sus ciudadanos, no tiene las manos libres.

A partir de ahora, el principal motivo en función del cual depositaré mi voto será este: la voluntad realmente seria de ir avanzando sin pausa por la senda del soberanismo a fin de salir de semejante secta monetaria y recuperar la dignidad. Son importantes las decisiones de los nuevos gobiernos progresistas de ir rescatando ya a las personas, de ir reconduciendo tanto mal hecho, etc. pero… ¡el margen que nos han dejado es tan estrecho! Algo que parece tan radical a tanta de nuestra gente como la salida de la unión monetaria, es sin embargo el camino que economistas como el citado Ha-Joon Chang nos aconsejan que tengamos en consideración:

En cuatro años más la economía seguirá igual de muerta, mucha más gente habrá sufrido por los recortes continuados y en algún momento la gente va a decir que esto es un sinsentido. Si salen de la unión monetaria, por lo menos podrán devaluar y revitalizar la economía. Más pronto o más tarde, países como España, Portugal o Italia, deberán mirar sus opciones.

Y no puedo dejar de referirme a las agencias de calificación anglosajonas y sus primas de riesgo. Porque cumplen en el ámbito de economía mundial la misma función de árbitro “imparcial” y “respetable” que cumplen las grandes ONG de derechos humanos en el ámbito de la paz y la política internacional. Las agencias consiguen con sus calificaciones, más que discutibles (con frecuencia delictivas), que el poder financiero esté cada vez más concentrado (Wall Street, City londinense, la Alemania de Merkel…) y que, por el contrario, en la periferia (Grecia, España…) se dupliquen las deudas públicas en muy pocos años.

De modo semejante las grandes ONG, también anglosajonas, consiguen que  la agenda atlantista (entiéndase de la OTAN) brille como una noble guerra global contra dictadores y sátrapas de todo pelaje. Siento mucho que a alguien le pueda doler o perturbar semejantes valoraciones, de estas grandes ONG, pero a mí ya me costó también mucho sufrimiento el abrir los ojos al papel nefasto de organizaciones que nos son presentadas como un referente de noble denuncia y lucha por la libertad, los derechos humanos y la democracia. Como ya dije antes, hace casi dos décadas que empecé a no entender qué estaba pasando con HRW y con su gran experta para Ruanda, Alison Desforges. Más recientemente me dejaron también dolido y decepcionado, entre otras muchas cosas, los  llamamientos de Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional, a hacer en Siria lo que se hizo en Libia…

Quiero, finalmente, relacionar mi denuncia de esta financiarización occidental enloquecida y mis propuestas referentes a la salida de ella con la cuestión de la tecnología de energías renovables (que está en las antípodas de tal financiarización). Porque el cambio de modelo económico que cada día se vuelve más urgente está absolutamente relacionado tanto con la creación de riqueza real y progreso verdaderos (frente a la pura especulación que no crea más que pobreza y nuevos supermillonarios) como con el respeto reverente a esta maravillosa Vida que es mucho más grande que nuestras pequeñas “cabòries”, que es mucho más sabia que nuestros torpes conocimientos actuales. Es por eso por lo que, como escribía Pere Sampol hace unos días, el cambio en España, el verdadero cambio, significa un control público del sistema energético. Porque actualmente, la energía es el elemento más estratégico de cualquier economía.

Si no reaccionamos ya, cada vez será más difícil liberarse de esta enorme tela de araña con la que nos están envolviendo. Se habla bastante del TTIP (el tratado económico atlantista), pero hay otros tratados que se están creando casi en secreto como el Trans-Pacífico (TPP) y el mayor de todos, el TISA, en el que estarán más de cincuenta países y del que son excluidos los BRICS. Son acuerdos elaborados prácticamente en secreto por los grandes poderes económicos y que no podrán ser modificados por vía democrática. Creo y espero que los acontecimientos que estamos viviendo sean ya los últimos delirios de una bestia (el neoliberalismo) cuyo único verdadero logro ha sido la acumulación de capital y poder. Creo y espero que estemos en un punto de inflexión, en el fin de un ciclo de cien años (la Reserva Federal fue creada en 1913). El proyecto de unas Illes Balears soberanas no es ni mucho menos “un somni” sino un proyecto realista que, tras una dura “batalla” mejoraría enormemente nuestras condiciones de vida. A lo sumo lo que no sería realista sería el no tener clara la cuestión de los plazos, el no querer ver que nuestra sociedad aún no está preparada para darse cuenta de ello y mucho menos para luchar por ello.

En todo caso lo que realmente es una fantasía fuera de la realidad es el creer que esto que tenemos es una democracia y que es la mejor de las realidades posibles. Algunos llegan a creer que este estatus actual no solo es el mejor sino incluso el único posible. Pero eso es mucho más que una fantasía, es necedad o manipulación. El ex presidente Jimmy Carter, que sufre una avanzada metástasis, denunciaba hace unos días «una subversión completa de nuestro sistema político”, ya que actualmente Estados Unidos es «solo una oligarquía, con el soborno político ilimitado como la esencia” del sistema político. Esa oligarquía es la que toma cada día decisiones por todos nosotros. Y lo seguirá haciendo si no abrimos los ojos y nos armamos de todo nuestro coraje y capacidad de decisión.