Cerca de diez años después del atentado del 6 de abril de 1994 que desató la catástrofe ruandesa, se prosigue la caza implacable de aquellos que han designado como los “genocidas”. En nombre de esta caza hemos asistido pasivamente al bombardeo de campos de refugiados en el este del Congo, al retorno forzado de desplazados hacia Ruanda en violación flagrante de la convención de 1951 relativa al estatus de los refugiados, a una invasión y a una guerra sin cuartel en el Congo que ha supuesto millones de muertos… En resumen, hemos asistido a un trastorno total de los países del África central.

En tanto que la palabra genocidio y todos sus derivados dominen el relato de los acontecimientos de Ruanda, es ilusorio esperar una reconciliación nacional en este país y la paz en la región del África central. ¿Quién querría sentarse en una mesa de negociaciones con gentes que son sospechosas de haber participado en un crimen tan atroz?

¡Se trata de una mordaza! Una mordaza que gusta evidentemente al régimen de Kigali, pero también y sobre todo interesa a ciertas grandes potencias, con Estados Unidos a la cabeza, que la blanden como un arma de destrucción masiva contra todo dirigente africano o todo régimen recalcitrante de África. “¿Vio lo que les sucedió a Habyarimana y a Ruanda? ¡Lo mismo puede sucederle a usted!” Sabemos que la crisis de los refugiados en el Congo en 1996 y la guerra que perdura desde entonces no tenían nada que ver con la caza de “genocidas”, como se ha dado a entender, sino con la dominación del Congo en África Central tras la marcha de Mobutu.

Robin Philpot, escritor y periodista originario de Ontario y establecido en Quebec desde 1974 .