El lunes 25 de marzo, muchos gobiernos africanos, oficinas, empresas y bancos se detienen para conmemorar el Día de África. En las escuelas de todo el continente, a los niños pequeños se les enseña que los africanos heroicos liberaron el continente de los regímenes racistas blancos coloniales, y se celebran diversos eventos y desfiles para conmemorar la ocasión.

El colonialismo en África es recordado como uno de los peores crímenes contra la humanidad de la era moderna. El sistema económico explotador que sostuvo al colonialismo sigue bien vivo hoy.

La liberación de África fue del gobierno racista y colonial. Si esta fue la primera etapa de la liberación, la segunda etapa debe incluir la liberación de África de la actual minoría blanca, que controla la mayor parte de la tierra y los recursos de África.

La verdadera liberación africana implica tres etapas: primera, la redistribución de la tierra y los recursos naturales de la minoría blanca a la mayoría negra; segunda, el rechazo a las políticas neoliberales contra-desarrollo del FMI y el Banco Mundial; y en tercer lugar, el desarrollo de la capacidad de refinamiento de minerales.

Bajo Gadafi, Libia era un brillante ejemplo de cómo los africanos pueden liberarse de la explotación occidental y enriquecer a su propio pueblo.

En 1967, el coronel Gadafi heredó una de las naciones más pobres de África; sin embargo, en el momento que fue asesinado, Gadafi había utilizado las tres etapas de la verdadera liberación de África para convertir a Libia en la nación más rica de África. Libia tuvo el mayor PIB per cápita y la esperanza de vida más alta del continente. Había menos personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza que en los Países Bajos.

Gadafi practica la etapa de redistribución de la liberación a través de la nacionalización de la riqueza del petróleo sosteniendo los programas de bienestar social progresista para todos los libios. Antes del coronel Gadafi, el rey Idris dejó esencialmente a Standard Oil que escribiera las leyes del petróleo de Libia. El Sr. Gadafi puso fin a todo esto. El dinero de los ingresos del petróleo se depositaban directamente en la cuenta bancaria de cada ciudadano libio. Bajo el gobierno de Gadafi, los libios disfrutaron no sólo de asistencia sanitaria y educación gratuitas, sino también de electricidad gratuita y préstamos sin intereses.

El mayor crimen de Gadafi, a los ojos de la OTAN, fue su deseo de poner los intereses del trabajo local por encima del capital extranjero mediante la adhesión a la segunda etapa de la liberación y el rechazo de las políticas neoliberales del FMI y el Banco Mundial. De hecho, en agosto de 2011, el presidente Obama confiscó 30.000 millones de dólares del Banco Central de Libia, que Gadafi había destinado para la creación del FMI africano y el Banco Central Africano.

Gadafi fue asesinado por Occidente en un momento en que estaba embarcado en un programa de refinamiento de minerales continental que habría cambiado drásticamente el equilibrio económico entre África y Occidente.

Gadafi estaba dispuesto a apoyar financieramente a los gobiernos africanos que deseaban someterse a la etapa de redistribución de la liberación.

El Banco Mundial estima que un sorprendente 65% de las mejores tierras cultivables subsaharianas de África todavía son controladas por los colonos blancos o corporaciones multinacionales. El Banco Mundial también estima que hasta un 70% de la riqueza neta de África subsahariana es propiedad de africanos no indígenas o extranjeros.

En ningún otro lugar esta disparidad racial es tan aguda como en el país más rico de África. Sudáfrica es la nación más poderosa del continente, pero también es la nación económicamente más colonizada del continente.

El banco de inversión estadounidense Citigroup, recientemente, clasificó Sudáfrica como el país más rico del mundo en términos de sus reservas de mineral, con un valor estimado de 2’5 billones de dólares. Los blancos sudafricanos y extranjeros occidentales poseen un sorprendente 80% de esta riqueza.

Zimbabwe es un excelente ejemplo de que redistribuir la tierra y la riqueza de África no sólo es deseable en teoría, sino que también es posible en la práctica.

En el momento de la independencia, un sorprendente 42% de la superficie terrestre de Zimbabwe era propiedad de sólo 4.000 granjeros blancos. Hoy en día, esta tierra se ha dividido y redistribuido entre 413.000 hogares negros. Este cambio económico y político ha beneficiado a más de un millón de personas.

La redistribución de la tierra ahora es posible en todos los países africanos tras el ejemplo exitoso de Zimbabwe.

La propiedad africana de los recursos africanos es importante, pero exponiendo y desmantelando el imperialismo financiero, que impide que las economías africanas prosperen en la segunda etapa crucial de la liberación africana.

El imperialismo financiero implica capitales occidentales utilizando el FMI y el Banco Mundial para sobrecargar las economías africanas con la deuda y obligar a sus gobiernos a que promulguen políticas neoliberales de lucha contra el desarrollo, tales como la privatización, la austeridad y el ajuste estructural que ponen los intereses del capital extranjero por encima del trabajo local.

A través de la deuda y el neoliberalismo, el FMI y el Banco Mundial ejercen un control de facto sobre las economías de muchos estados africanos. El control del Banco Mundial y el FMI sobre la mayor parte de monedas africanas determina la política macroeconómica y los presupuestos nacionales. Por lo tanto, el Estado africano endeudado se queda sólo con sus funciones judiciales y, sobre todo, con el mantenimiento del orden público interno. Esta es una función esencial del Estado con la que los acreedores occidentales no quieren tener nada que ver.

Como padre fundador de Ghana, Kwame Nkrumah señaló que la esencia del imperialismo financiero es que «el Estado que está sujeto a esto, en teoría es independiente y tiene todos los adornos exteriores de la soberanía internacional, pero en realidad su sistema económico y, por tanto, su política, está dirigida desde el exterior».

Según un reciente informe de la ONU sobre el desarrollo africano, África pierde 63.000 millones de dólares cada año debido a la evasión fiscal ilegal de las corporaciones multinacionales extranjeras y a las prácticas de explotación. Esta cifra supera todo el dinero que entran en el continente a través de la ayuda occidental y la inversión.

En África, la pobreza y el subdesarrollo son los síntomas; la deuda y el neoliberalismo son el cáncer. El cuidado es una dosis sostenida de industrialización a través del refinamiento de minerales.

El refinamiento de minerales es la etapa final de la verdadera liberación y el puente tan necesario entre la pobreza y la industrialización y, por tanto, tiene la capacidad de transformar África en un continente desarrollado.

África está siendo sistemáticamente subdesarrollada y sobreexplotada por Occidente. Del petróleo al oro y de los diamantes al tabaco, la lucha occidental por los recursos de África siempre ha causado problemas en lugar de crear prosperidad. Los minerales extraídos de tierras africanas por las empresas de propiedad occidental se envían a Europa o a Estados Unidos, donde se convierten en bienes manufacturados que luego se revenden a los consumidores africanos a precios de valor añadido.

Nigeria importa casi la totalidad de sus necesidades de combustible; no obstante, cuando vende su crudo a naciones «desarrolladas» sólo gana 9 dólares por barril en sus exiguas tasas de regalías. Entonces, Nigeria importa gasolina refinada, diesel y queroseno a partir de sus propios recursos petroleros, a cientos de dólares el barril.

Nigeria es el mayor productor de petróleo del continente africano. Al menos 400.000 millones de dólares de ingresos petroleros han sido robados o malgastados por las multinacionales occidentales desde la independencia en 1960, según estimaciones de la ex vicepresidenta del Banco Mundial para África, OBY Ezekwesili. Esto es 12 veces el presupuesto nacional del país para el 2014. Nigeria debería ser rica, y su gente la envidia de África; si no la envidia de todo el mundo desarrollado. En cambio, el 90% de la gente de Nigeria vive con menos de 2 dólares al día.

Zimbabwe es conocida por producir el tabaco de mayor calidad del mundo y el año pasado ganó 650 millones de dólares por la venta de tabaco crudo. Expertos de la industria explican que Zimbabwe podría haber ganado 6.500 millones en lugar de 650 si se hubiera transformado la cosecha en cigarrillos, en lugar de exportar tabaco como materia prima.

La nación ganó un promedio de 3’50 dólares por kilogramo de tabaco crudo, pero podría haber llegado a 7’30 dólares por kilogramo si la hoja de tabaco se hubiera trillado o procesado en la cosecha.

Si Zimbabwe hubiera procesado aún más el tabaco hasta los cigarrillos, habría ganado de 30 a 60 dólares por kilogramo.

Otro ejemplo de explotación neocolonial de recursos de África es el de la industria del diamante.

Sudáfrica produce la mayor parte del mercado mundial de diamantes en bruto, que se valora actualmente en 19.000 millones de dólares al año, mientras que la industria de la joyería de diamantes al por menor, con sede en Europa, se estima en un valor de 90.000 millones de dólares.

Un diamante en bruto extraído en África cuesta alrededor de 40 dólares por quilate y un diamante tallado y pulido en Europa aumenta hasta 400 dólares por quilate. La misma piedra se paga alrededor de 900 dólares por quilate cuando llega al consumidor.

La cadena de valor global de la industria del diamante incluye la exploración, extracción, clasificación, pulido, tratamiento, fabricación de joyas, y en última instancia venta al detalle. África es capaz de llevar a cabo las tres primeras etapas, pero las multinacionales occidentales hacen todo lo posible para prohibir sistemáticamente a las naciones africanas dominar las otras cuatro etapas de adición de valor.

Claramente, África no está subdesarrollada, está sobreexplotada. De la esclavitud al colonialismo hasta el actual neocolonialismo, las políticas occidentales siempre han sido de agresión y explotación hacia África. El continente africano necesita una segunda liberación para dar poder económico a la mayoría indígena que ha sido marginada por las capitales occidentales y las corporaciones durante siglos.