«… no se debería confiar en los discursos de los señores, porque en ocasiones como éstas a los señores les gusta decir cosas agradables, pero no tienen mucha importancia y, una vez pronunciadas, se olvidan para siempre, pero, ciertamente, en la próxima ocasión se vuelve a caer en su trampa».

Con estas palabras, Kafka describió la condición moderna, cada uno de nosotros atrapados en la red pegajosa de la tecnología y el engaño diseñados para manipularnos a fin de actuar y pensar contra nosotros mismos, para aceptar el papel de los monos a los que ofrecen plátanos en una jaula, olvidándose de la lucha por escapar.

El elemento más peligroso de esta tecnología es la continua y creciente inundación de imágenes de guerra, de «terror», de ciudades destruidas, de culturas borradas, de sistemas socioeconómicos destrozados o de amenazas de destrucción, no de los «terroristas» sino de los estados que han declarado la «guerra contra el terrorismo», de los estados que en realidad han creado el terror en todas sus formas; la peor es la constante amenaza de aniquilación instantánea y universal en una guerra nuclear.

Esta amenaza, la amenaza de la guerra nuclear, es más peligrosa cada día que pasa, ya que vemos que la OTAN acumula fuerzas a lo largo de las fronteras occidentales de Rusia al igual que la acumulación nazi antes de su invasión en 1941, la invasión de Siria por parte de las fuerzas estadounidenses y sus aliados, la retórica histérica y los movimientos militares contra Corea del Norte y el creciente desprecio de la soberanía china. Cualquiera de estas amenazas de Estados Unidos podría llevar a una guerra nuclear, pero la amenaza que nos afecta a todos es la que se hace contra Rusia, ya que de una guerra nuclear con Rusia, como ha señalado el presidente Putin recientemente, no se puede sobrevivir. Sin embargo, es la amenaza contra Rusia la que se está construyendo, construyendo, construyendo; el aumento de la presión militar en todos los frentes, el aumento de la guerra económica llamada «sanciones», una mayor guerra híbrida que va desde el pirateo de los sistemas informáticos rusos, los ataques directos a las fuerzas rusas en Siria, la expulsión de diplomáticos, la escalada verbal y el asesinato de embajadores. Pero el aumento del peligro no debe verse fuera de los Estados Unidos, sino en la agitación política interna que se produce en el interior de Estados Unidos.

Esta propaganda contra Rusia como «enemigo» que intenta destruir a los Estados Unidos a través de diversas formas de subversión, es la cuota diaria en todos los medios de comunicación. La supuesta subversión se explica como un hecho. El hecho de que las acusaciones sean totalmente absurdas no significa nada cuando quienes fabrican opiniones se niegan a decirlo y mienten abiertamente a la gente con cada palabra que pronuncian. Pero el nivel de la amenaza contra Rusia se ve en la disposición a sacrificar a cualquier persona, sin importar quien sea o qué posición tenga, para avanzar en esta propaganda. Ahora vemos que el Congreso de EEUU celebra audiencias en que los funcionarios superiores del gobierno están llamados a defenderse de las acusaciones de haber tenido conexiones rusas. El propio presidente del país está sometido a una avalancha de acusaciones de traición.

Este escándalo no es sólo por la disputa entre la parte perdedora y la ganadora en las elecciones estadounidenses en que los perdedores están dispuestos a arriesgar la seguridad de las personas del país en un intento de tomar el poder que se les negó en las urnas. Hay una parte de ello. La facción de guerra quiere tener el dedo directamente en el botón. Las elecciones y la democracia no les dicen nada si no pueden tomar el poder. Pero pueden utilizar cualquier escándalo para intentar hacerlo. Han inventado la «amenaza rusa a la democracia» porque quieren la guerra con Rusia y convencer a la gente de Estados Unidos y del mundo que esta guerra es necesaria y justa, y están dispuestos a destruir incluso a sus propios líderes y su sistema democrático, tan débil y no representativo de las necesidades de las personas, para conseguir su propósito.

Cuanto más dure este espectáculo en Estados Unidos, peor será. Pero los que están bajo el ataque no parecen entender lo que les está pasando, que los están utilizando para avanzar en esta propaganda, que los están usando como cabezas de turco y, de hecho, incluso participan en el juego, con Jeff Sessions, el fiscal general de Estados Unidos, hoy, el 13 de junio, diciendo a la comisión de inteligencia del Senado de Estados Unidos que la acusación que él «colaboró» con Rusia era «una mentira inquietante y detestable», pero ejerció su papel en este espectáculo de propaganda añadiendo que «preocupado por el presidente no se dio cuenta de la gravedad de la amenaza de interferencia de Rusia que nunca se puede tolerar».

El exdirector del FBI James Comey, un hombre con conexiones con el estado profundo, declaró al mismo comité que fue despedido debido a su investigación sobre las denuncias rusas aunque no proporcionó pruebas de que hubiera nada por investigar. De nuevo, los hechos no importan. Lo único que importa es la impresión que queda, que Rusia está intentando subvertir los Estados Unidos y ha conseguido infiltrarse en sus agentes de la presidencia y altos niveles gubernamentales y militares.

Para avanzar aún más en este tema de propaganda, las purgas son necesarias para añadir al drama y hemos visto fuera a Comey, al general Flynn dimitir y a otros forzados o amenazados a dejar el cargo. Pero el objetivo principal de estas audiencias y la cobertura de los medios de comunicación es generar hostilidad del pueblo hacia Rusia, y esto parece tener éxito, como indican las encuestas. El siguiente nivel de la guerra de propaganda será crear una situación tan intensa en Estados Unidos que las llamadas a la guerra por parte de la gente serán la reacción natural a su indignación y, en todo caso, esto es lo que los favorables a la guerra y los medios de comunicación nos dicen, que la gente pide acción.

El presidente Putin puede reunirse con celebridades como Oliver Stone para corregir los hechos y declarar la verdad. Puede hacer giros pomposos en entrevistas dirigidas a periodistas americanos, pero no puede controlar los medios de comunicación occidentales que raramente permiten escuchar los puntos de vista rusos. Sin embargo hay que intentarlo.

Estados Unidos está en crisis. Los juegos que se están jugando son peligrosos para la gente. La lógica de las demandas que hacen los acusadores llevan a que el presidente Trump debería renunciar o ser acusado de traición. Si se niega a marchar, habrá intentos para forzarlo. Si es forzado a irse, las personas que votaron por él y lo apoyan se sentirán con razón estafadas y reaccionarán. ¿Y quien lo sustituirá? Sólo puede ser una de las personas favorables a la guerra o un títere y si esto no se puede resolver pacíficamente, los militares podrían entrar a «gestionar» las cosas en unos momentos de «amenaza» y «urgencia». Ha habido golpes de estado antes en Estados Unidos. Ahora estamos asistiendo a otro.

Estados Unidos está en una crisis generada por personas que no tienen ni idea de cómo controlar todas las posibles consecuencias de los acontecimientos que han iniciado y, por ello, son muy peligrosas para ellos mismos y para el mundo. Mientras los rusos se preparan para lo peor y esperan lo mejor, nosotros en occidente tenemos que hacer todo lo posible para desafiar la propaganda de guerra, la propaganda de la hostilidad y el odio que nos infligen los criminales que tienen el control de los gobiernos y los medios de comunicación occidentales. Cada uno de nosotros sólo es una sola voz, pero nuestras voces unidas se convertirán en un grito y con nuestro grito podemos derribar las paredes de hostilidad que nos impiden la convivencia pacífica que los pueblos del mundo necesitan para continuar la lucha por la justicia económica y social, por la democracia real, por el progreso, contra las fuerzas reaccionarias y fascistas que siempre nos amenazan. No quedemos «atrapados de nuevo en su trampa».

Christopher Black es un abogado penalista internacional con sede en Toronto. Es conocido por varios casos de crímenes de guerra de alto perfil y recientemente ha publicado su novela  «Beneath the Clouds». Escribe ensayos sobre derecho internacional, política y eventos mundiales, especialmente para la revista en línea «New Eastern Outlook».