«Los medios de comunicación en Occidente ahora son una extensión del poder imperial». John Pilger

Esta cita del famoso periodista, escritor y cineasta viene al caso por las declaraciones de la Secretaria de Estado de Comunicaciones de La Moncloa, en nombre del presidente Rajoy, en la que agradecía a los medios de comunicación el tratamiento informativo dado al proceso de Cataluña. En palabras de Antoni Bassas, que fue durante unos cuantos años reportero de TV3 en Washington, si esto hubiera pasado en Estados Unidos, incluso en la era Trump, el escándalo habría sido de proporciones monumentales. Porque, no hay nada que avergüence más a un periodista que las felicitaciones provenientes del poder. He dicho «un periodista».

Por desgracia, hemos llegado a un punto en que los grandes medios de comunicación de masas están controlados por las grandes corporaciones, gracias a la propiedad que han alcanzado en los consejos de administración. La deriva de El País es la prueba más evidente.

Especialmente en cuanto a la política exterior, considerada tema de Estado, los dóciles medios no cuestionan las políticas de sus gobernantes. Gracias a los medios de comunicación fueron posibles la guerra de Irak, la invasión de Libia, el apoyo de Occidente al Estado Islámico en Siria… o, anteriormente, el derrocamiento de gobiernos de izquierdas en Sudamérica o la victoria del genocida Kagame en Ruanda para controlar los recursos naturales del área de los Grandes Lagos de África.

En España, la prensa del poder, es decir, la práctica totalidad de los medios de la capital, excepto algún diario digital, tratan el tema de Cataluña como un tema de Estado, ayudando a construir el relato que dicta La Moncloa. Las líneas básicas de esta realidad paralela consisten en negar la violencia policial del 1 de octubre, a pesar de las escalofriantes imágenes que han dado la vuelta al mundo; la atribución de violencia tumultuosa a los manifestantes y a los dirigentes políticos y sociales del soberanismo (aunque año tras año los manifestantes demuestren un civismo ejemplar); la denuncia de la manipulación de los medios de comunicación públicos de Cataluña (por mucho que organismos internacionales los consideren los más independientes de Europa)… Este relato ha servido a los tribunales españoles para imputar los delitos más graves y para mantener en prisión preventiva a representantes políticos y sociales.

Al mismo tiempo, en un momento considerado de extrema gravedad para la integridad territorial del Estado, los medios de comunicación del poder no pueden contribuir a debilitar al Gobierno español. Así, mientras las portadas insisten obsesivamente en el tema catalán, las explosivas confesiones de los responsables de la trama Gurtel, que muestran la financiación ilegal del PP y señalan claramente a sus dirigentes, casi han pasado desapercibidas. Así como las decisiones de la Fiscalía de exculpar al Partido Popular por la destrucción de pruebas a martillazos.

Igualmente, la Corona debe ser ensalzada mediante vastos publirreportajes y anuncios a toda página pagados por las empresas del IBEX 35. Nos recuerdan los años de connivencia de los medios de comunicación encubriendo las fechorías sexuales y económicas del monarca, que acabaron por ser tan escandalosas que pusieron en peligro la continuidad de la Corona.

Todo ello, demuestra la importancia de los medios de comunicación en un sistema democrático. Si estos se pliegan al poder, falla la pata más importante de la democracia, la cual entra en decadencia: presos políticos, condenados por delitos de opinión, corrupción…, hasta la tiranía.