«Una vez en una medianoche clara, hubo el llanto de un niño, una estrella ardiente colgada sobre un establo, y los sabios vinieron con regalos de nacimiento. No hemos olvidado esa noche a lo largo de los siglos. La celebramos con estrellas en los árboles de Navidad, con el sonido de las campanas y con regalos… No olvidamos a nadie, ni adulto ni niño. Todos los calcetines están llenos, todos excepto uno. Y hasta nos hemos olvidado de colgarlo. El calcetín para el niño nacido en un pesebre. Es su nacimiento lo que celebramos. No debemos olvidarlo nunca. Preguntémonos qué es lo que más desea. Y luego, que cada uno ponga de su parte, bondad amorosa, corazones cálidos y una mano extendida de tolerancia. Todos los regalos luminosos que llevan la paz a la tierra”. – The Bishop’s Wife (1947)
La historia de Navidad de un bebé nacido en un pesebre es muy conocida.
El Imperio Romano, un estado policial por excelencia, había ordenado que se realizara un censo. José y su esposa María, que estaba embarazada, viajaron a la pequeña ciudad de Belén para ser censados. Como no había sitio para la pareja en ninguna de las posadas, se alojaron en un establo, donde María dio a luz a un niño, Jesús. Advertidos de que el gobierno planeaba matar al niño, la familia de Jesús huyó con él a Egipto hasta que fuera seguro volver a su tierra natal.
Sin embargo, ¿qué pasaría si Jesús hubiera nacido 2.000 años después?
¿Y si, en vez de nacer en el estado policial romano, Jesús hubiera nacido ahora? ¿Qué clase de acogida tendrían Jesús y su familia? ¿Reconoceríamos la humanidad del niño Jesús, y no digamos su divinidad? ¿Lo trataríamos de manera diferente a como lo trataba el Imperio Romano? Si su familia se viera obligada a huir de la violencia en su país natal y buscara refugio y asilo dentro de nuestras fronteras, ¿qué santuario les ofreceríamos?
Un número singular de iglesias en todo el país se están haciendo estas mismas preguntas, y sus conclusiones están siendo representadas con una precisión desconcertante en los pesebres en los que Jesús y su familia son separados, segregados y enjaulados en recintos individuales de tela metálica, rematados por una cerca de alambre de púas.
Estos pesebres son un intento agudo de recordar al mundo moderno que la narración del nacimiento de Jesús habla en múltiples frentes a un mundo que ha permitido que la vida, las enseñanzas y la crucifixión de Jesús sean ahogadas por la política partidista, el secularismo, el materialismo y la guerra.
La iglesia de hoy en día ha evitado en gran medida aplicar las enseñanzas de Jesús a los problemas modernos como la guerra, la pobreza, la inmigración, etc., pero afortunadamente ha habido individuos a lo largo de la historia que se preguntan a sí mismos y al mundo: ¿qué haría Jesús?
¿Qué haría Jesús, el bebé nacido en Belén que se convirtió en un predicador itinerante y activista revolucionario, que no solo murió desafiando al estado policial de su época (es decir, el Imperio Romano) sino que pasó su vida adulta diciendo la verdad al poder, desafiando el statu quo de su época y resistiendo contra los abusos del Imperio Romano?
Dietrich Bonhoeffer se preguntó a sí mismo qué habría hecho Jesús con respecto a los horrores perpetrados por Hitler y sus asesinos. La respuesta: Bonhoeffer arriegó su vida para socavar la tiranía en el corazón de la Alemania Nazi.
Aleksandr Solzhenitsyn se preguntó qué habría hecho Jesús con los gulags y campos de trabajo de la Unión Soviética que destruían el alma. La respuesta: Solzhenitsyn encontró su voz y la usó para hablar sobre la opresión y la brutalidad del gobierno.
Martin Luther King Jr. se preguntó qué habría hecho Jesús con respecto al belicismo de Estados Unidos. La respuesta: al declarar que «mi conciencia no me deja otra opción», King se arriesgó a una condena generalizada cuando se opuso públicamente a la guerra de Vietnam por razones morales y económicas.
Incluso ahora, a pesar de la popularidad de la frase «¿Qué haría Jesús?” en los círculos cristianos, sigue habiendo una desconexión en la iglesia moderna entre las enseñanzas de Cristo y el sufrimiento de los que Jesús en Mateo 25 llama “los más pequeños».
Como dice la parábola:
«Entonces el Rey dirá a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre; tomad vuestra herencia, el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis, iba desnudo y me vestisteis, estuve enfermo y me atendisteis, estuve en la cárcel y vinisteis a visitarme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te acogimos, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a visitarte?’. El Rey responderá: ‘En verdad os digo que todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’. Entonces dirá a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me acogisteis, iba desnudo y no me vestisteis, estuve enfermo y en la cárcel y no me atendisteis’. También le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos?’ Él les responderá: ‘En verdad os digo que todo lo que no hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo’.»
Esta no es un área gris teológica: Jesús fue inequívoco en sus puntos de vista sobre muchas cosas, entre ellas la caridad, la compasión, la guerra, la tiranía y el amor.
Después de todo, Jesús –el venerado predicador, maestro, radical y profeta–nació en un estado policial no muy diferente de la creciente amenaza del estado policial estadounidense. Cuando creció, tenía cosas poderosas y profundas que decir, cosas que cambiarían la forma en que vemos a la gente, que alterarían las políticas de gobierno y cambiarían el mundo. «Bienaventurados los misericordiosos», «Bienaventurados los pacificadores» y «Ama a tus enemigos» son unos pocos ejemplos de sus enseñanzas más profundas y revolucionarias.
Cuando se enfrentó a los que ostentaban el poder, Jesús no rehusó decirles la verdad. De hecho, sus enseñanzas socavaron el establishment político y religioso de su época. Le costó la vida. Finalmente fue crucificado como una advertencia a los demás para que no desafiaran al poder.
¿Puedes imaginarte cómo hubiera sido la vida de Jesús si, en lugar de haber nacido en el estado policial romano, hubiera nacido y se hubiera criado en el estado policial estadounidense?
Considera lo siguiente si quieres.
Si Jesús hubiera nacido en la era del estado policial estadounidense, en vez de viajar a Belén para un censo, a los padres de Jesús se les habría enviado por correo una Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense de 28 páginas, un cuestionario obligatorio del gobierno que documenta sus hábitos, los habitantes del hogar, el horario de trabajo, cuántos baños hay en su casa, etc. La pena por no responder a esta encuesta invasiva puede llegar a ser de hasta 5.000 dólares.
En vez de nacer en un pesebre, Jesús podría haber nacido en casa. Sin embargo, en lugar de que los sabios y los pastores trajeran regalos, los padres del bebé podrían haberse visto obligados a evitar las visitas de los trabajadores sociales del estado que intentarían procesarlos por el nacimiento en el hogar. A una pareja de Washington les quitaron a sus tres hijos después de que los servicios sociales se opusieron a que los dos más pequeños nacieran en un parto domiciliario sin asistencia.
Si Jesús hubiera nacido en un hospital, su sangre y ADN habrían sido tomados sin el conocimiento o consentimiento de sus padres y entrados en un biobanco del gobierno. Al tiempo que la mayoría de los estados exigen el chequeo de los recién nacidos, un número cada vez mayor se aferra a ese material genético a largo plazo para la investigación, el análisis y los propósitos que aún no se han revelado.
Por otra parte, si los padres de Jesús hubieran sido inmigrantes indocumentados, ellos y el bebé recién nacido podrían haber sido trasladados a una prisión privada para ilegales, impulsada por las ganancias, donde primero habrían sido separados unos de otros, los niños detenidos en celdas improvisadas, y los padres eventualmente se convertirían en trabajadores forzados y baratos para corporaciones como Starbucks, Microsoft, Walmart y Victoria’s Secret. Se puede ganar mucho dinero encarcelando a los inmigrantes, especialmente cuando los contribuyentes pagan la cuenta.
Desde que tuvo la edad suficiente para asistir a la escuela, Jesús habría sido entrenado en lecciones de cumplimiento y obediencia a las autoridades gubernamentales, mientras aprendía poco sobre sus propios derechos. Si hubiera sido lo suficientemente atrevido para hablar en contra de la injusticia mientras aún estaba en la escuela, podría haberse encontrado con que un agente de seguridad de la escuela lo paralizara con una pistola taser o lo golpeara, o por lo menos lo suspendiera bajo una política de tolerancia cero en la escuela que castiga las infracciones menores tan duramente como las más graves.
Si Jesús hubiera desaparecido por unas horas y no digamos por unos días cuando tenía 12 años, sus padres habrían sido esposados, arrestados y encarcelados por negligencia paterna. Hay padres en todo el país que han sido arrestados por “infracciones» mucho menores, como permitir que sus hijos caminen en el parque sin compañía y jueguen solos en su patio delantero.
En lugar de desaparecer de su historial desde sus primeros años de adolescencia hasta la edad adulta, los movimientos y datos personales de Jesús –incluyendo su biometría– habrían sido documentados, rastreados, monitoreados y archivados por agencias gubernamentales y corporaciones como Google y Microsoft. Increíblemente, el 95% de los distritos escolares comparten sus registros de estudiantes con compañías externas que son contratadas para manejar los datos, que luego usan para comercializar productos con nosotros.
Desde el momento en que Jesús tuviera contacto con un «extremista» como Juan el Bautista, habría sido marcado para vigilancia debido a su asociación con un activista prominente, pacífico o no. Desde el 11 de septiembre, el FBI ha llevado a cabo operaciones de vigilancia y recolección de información en una amplia gama de grupos de activistas, desde grupos de derechos de los animales hasta grupos de ayuda a la pobreza, grupos anti-guerra y otras organizaciones «extremistas».
Las opiniones antigubernamentales de Jesús ciertamente hubieran llevado a que lo etiquetaran como un extremista interno. Las agencias de aplicación de la ley están siendo entrenadas para reconocer las señales de extremismo antigubernamental durante las interacciones con potenciales extremistas que comparten una «creencia en el colapso próximo del gobierno y la economía».
Mientras viajaba de comunidad en comunidad, Jesús podría ser clasificado por los oficiales del gobierno como «sospechoso» bajo los programas del Departamento de Seguridad de la Patria «Ver Algo, Decir Algo». Muchos estados, entre ellos Nueva York, ofrecen a los individuos aplicaciones telefónicas que les permiten tomar fotos de actividades sospechosas y transmitirlas al Centro de Inteligencia de su estado, donde son revisadas y enviadas a las agencias de la ley.
En lugar de que se le permitiera vivir como predicador itinerante, Jesús podría haberse encontrado amenazado con arresto por atreverse a vivir fuera de la red o por dormir al aire libre. De hecho, se ha duplicado el número de ciudades que han recurrido a la criminalización de la falta de vivienda al promulgar prohibiciones de acampar, dormir en vehículos, holgazanear y mendigar en público.
Visto por el gobierno como un disidente y una amenaza potencial a su poder, Jesús podría haber tenido espías del gobierno colocados entre sus seguidores para supervisar sus actividades, informar de sus movimientos y atraparlo quebrantando la ley. Tales Judas hoy en día –llamados informantes– a menudo reciben fuertes cheques de pago del gobierno por su traición.
Si Jesús hubiera usado Internet para difundir su mensaje radical de paz y amor, podría haberse encontrado con que los mensajes de su blog estarían infiltrados por espías del gobierno que intentarían socavar su integridad, desacreditarlo o poner en línea información incriminatoria sobre él. Como mínimo, habrían hecho que su sitio web fuera hackeado y su correo electrónico vigilado.
Si Jesús hubiera intentado alimentar a grandes multitudes de personas, habría sido amenazado con ser arrestado por violar varias ordenanzas que prohíben la distribución de alimentos sin un permiso. Los oficiales de Florida arrestaron a un hombre de 90 años de edad por alimentar a los sin techo en una playa pública.
Si Jesús hubiera hablado públicamente sobre sus 40 días en el desierto y sus conversaciones con el diablo, podría haber sido etiquetado como enfermo mental y detenido en un pabellón psiquiátrico contra su voluntad por una orden psiquiátrica obligatoria sin acceso a familiares o amigos. Un hombre de Virginia fue arrestado, registrado al desnudo, esposado a una mesa, diagnosticado con «problemas de salud mental» y encerrado durante cinco días en un centro de salud mental en contra de su voluntad, aparentemente debido a su habla ininteligible y su caminar tambaleante.
Sin duda, si Jesús hubiera intentado volcar mesas en un templo judío y se hubiera enfurecido contra el materialismo de las instituciones religiosas, habría sido acusado de un crimen de odio. Actualmente, 45 estados y el gobierno federal tienen leyes de crimen de odio en los códigos.
Si alguien hubiera denunciado a Jesús a la policía como potencialmente peligroso, podría haberse encontrado confrontado y asesinado por oficiales de policía para quienes cualquier acto de incumplimiento percibido (un tic, una pregunta, un ceño fruncido) puede resultar en que disparen primero y hagan preguntas después.
En vez de hacer que guardias armados capturaran a Jesús en un lugar público, los oficiales del gobierno habrían ordenado que un equipo SWAT llevara a cabo una redada contra Jesús y sus seguidores, con granadas de estruendo y equipo militar. Hay más de 80.000 incursiones de este tipo de equipos SWAT que se llevan a cabo cada año, muchas de ellas en estadounidenses desprevenidos que no tienen defensa contra estos invasores del gobierno, incluso cuando dichas incursiones se hacen por error.
En lugar de ser detenido por los guardias romanos, a Jesús se le podría haber hecho «desaparecer» en un centro de detención secreto del gobierno donde habría sido interrogado, torturado y sometido a todo tipo de abusos. La policía de Chicago “ha hecho desaparecer” a más de 7.000 personas en un almacén secreto y extraoficial de interrogatorios en la plaza Homan.
Acusado de traición y etiquetado como terrorista interno, Jesús podría haber sido sentenciado a cadena perpetua en una prisión privada donde habría sido forzado a proveer mano de obra esclava para las corporaciones o ejecutado por medio de la silla eléctrica o una mezcla letal de drogas.
De hecho, como muestro en mi libro Battlefield America: The War on the American People, dada la naturaleza del gobierno de entonces y de ahora, es dolorosamente evidente que si Jesús hubiera nacido en nuestra era moderna o en la suya propia, de todos modos habría muerto a manos de un estado policial.
Por lo tanto, al acercarnos a la Navidad con sus celebraciones y regalos, haríamos bien en recordar que lo que sucedió en esa noche estrellada en Belén es sólo una parte de la historia. Ese bebé en el pesebre creció y se convirtió en un hombre que no dio la espalda al mal sino que habló en contra de él, y nosotros no debemos hacer menos.
El abogado constitucionalista y escritor John W. Whitehead es fundador y presidente del Instituto Rutherford. Su libro Battlefield America: The War on the American People está disponible en www.amazon.com. Se puede contactar a Whitehead en johnw@rutherford.org.
Fuente: The Rutherford Institute