Hace unos días, el semanario Le Monde, nada sospechoso de simpatías nacionalistas, comparaba la gestión de la pandemia del Covid 19 de Alemania y de Francia y destacaba el éxito del modelo descentralizado alemán frente al modelo centralizado francés. Alemania, con 155.000 infectados, ha tenido una mortalidad de 5.805 fallecidos; Francia, con 123.000 infectados, ha tenido 22.245 muertos (datos del fin de semana). Si lo comparamos con España, el resultado es similar al francés, 224.000 afectados y 22.902 muertos, si bien la tasa de mortalidad no es tan alta como la francesa.

Hay que recordar estos datos porque, hace pocos días, Alfonso Guerra, el paladín del jacobinismo español, afirmaba que el Estado de las autonomías ha resultado ineficaz para combatir el virus. El cinismo del personaje ya es conocido de sobra, pero cada vez que abre la boca se supera a sí mismo. Aquí podemos recordar, no a él que lo sabe muy bien, sino a los ciudadanos de buena fe, que el Gobierno español decretó el estado de alarma mediante el cual se atribuía las competencias exclusivas en la gestión de la pandemia, lo que anulaba las facultades de las comunidades autónomas. A partir de ese momento, la única autoridad pasó a ser el Gobierno central. Para hacernos una idea, la Generalitat de Cataluña no habría podido decretar el confinamiento de Igualada y comarca que hizo pocos días antes del estado de alarma a causa de un importante foco de infección, ya que el Gobierno del Estado no lo habría autorizado porque «el virus no entiende de territorios».

Con la asunción de las competencias en Sanidad, el Gobierno del Estado ha encontrado dos problemas: una maquinaria administrativa incapaz de tramitar el ingente volumen de compras del material necesario, y la mentalidad centralista de los políticos y de los altos funcionarios del Gobierno central, los cuales extrapolan la situación de Madrid al conjunto del Estado. Con relación al primer problema, pocos días después de que las Comunidades autónomas fueran hurtadas de sus competencias, afortunadamente, los gobiernos autónomos entendieron que no podían esperar que el material llegara de Madrid y acudieron a sus proveedores habituales y a todos los que encontraron a fin de proveerse del material necesario. Pero ya se habían perdido unos días preciosos… Referente al segundo problema, la mentalidad centralista de la Administración central, que nunca ha creído en la descentralización, ha condicionado todas sus actuaciones. Sánchez ha ignorado casi todas las propuestas de los presidentes autonómicos, obligando a aplicar las mismas restricciones en Madrid que en territorios que tenían un grado de infectados muy inferior. En Canarias, las islas de El Hierro, Fuerteventura y La Graciosa casi no han tenido casos de Covid 19; así como Menorca o Formentera, las cuales, a pesar de que siempre han tenido controlada la pandemia, han tenido que sufrir el mismo grado de confinamiento que sitios altamente infectados.

Pero, lo que no tiene ninguna explicación, ni siquiera por la obsesión centralizadora, es la militarización de la gestión de la crisis. Las ruedas de prensa con más militares que civiles no se han visto en ningún otro país del mundo. La presencia de soldados desfilando por las calles desiertas, exhibiendo armas largas, no tiene razón de ser. Las apelaciones constantes al patrioterismo, «con el orgullo de ser españoles pararemos el virus», nos han hecho sentir vergüenza ajena… Hasta que hemos llegado a tener la sensación de que no nos han tratado como adultos responsables que entienden perfectamente la gravedad de la situación.

Y siento comprobar que tienen más espíritu democrático los conservadores alemanes que los progresistas españoles.