«En Occidente hoy todo está absolutamente condicionado por una perversa, delirante y autodestructiva financiarización: imprimir dólares, auto-adjudicárselos, especular, enriquecerse desmesuradamente, abandonar como siempre a los más desprotegidos, pero además destruir a las pequeñas empresas y a la clase media… ¡eso es todo!» JOAN CARRERO
El asalto al Capitolio por parte de los exaltados partidarios de Donald Trump ha supuesto un trágico final de su presidencia. Las imágenes retransmitidas en todo el mundo, más propias de las repúblicas bananeras, muestran, además, la decadencia moral y política del imperio norteamericano construido a lo largo del siglo XX. Una decadencia que no es sólo atribuible a Trump, sino que se puede remontar a 1913 cuando las familias de banqueros anglosajones se apropiaron de la (FED) Reserva Federal de los EEUU, privatizando así la emisión de moneda.
Para cualquier persona que quiera dedicarse a la actividad política con la loable intención de aportar su grano de arena a mejorar la humanidad debería ser obligatoria la lectura del libro de Joan Carrero La hora de los grandes «filántropos».
«Aquellas grandes familias de entonces también controlan hoy la Fed, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE). Pero con muchos agravantes: lo hacen sin ningún control democrático; están enloquecidas en una financiarización desbocada…; el capitalismo clásico, fundamentalmente industrial, ya hace tiempo que en Occidente pasó a ser historia».
Únicamente el presidente Roosevelt, tras el crack del 29, reguló la actividad de los bancos con políticas claramente intervencionistas, hasta que en 1971 el presidente Nixon, cediendo a las presiones de Rockefeller, suprimió la garantía del dólar apoyado en oro. Posteriormente Reagan, primero, y después el «progresista» Clinton eliminaron toda la legislación impulsada por Roosevelt que regulaba la actividad bancaria. El capitalismo clásico basado en la economía de mercado y la industrialización murió a manos de los especuladores financieros.
A partir de aquí, las economías occidentales, especialmente las de Estados Unidos y las del Reino Unido, han sobrevivido gracias al pillaje practicado en los países llamados del Tercer Mundo. Aún conservamos en la memoria la foto de las Azores, con Bush, otra vez el «progresista» Blair, y el comparsa Aznar, mintiendo al mundo para justificar la apropiación de los recursos naturales y económicos de Irak. Clinton ya había apoyado el golpe de Estado de Kagame en Ruanda, una vez que provocó el genocidio tutsi de 1994 y que enmascaró el gran genocidio de millones de congoleños y ruandeses de la etnia hutu. Y qué decir de los golpes de estado provocados por la CIA en América Central y del Sur, que han empobrecido aquel continente.
Pero, posiblemente el presidente que habrá resultado más letal para el mundo, especialmente para Oriente Medio, es el «progresista» Obama. Pocos meses después de acceder a la presidencia recibió el Premio Nobel de la Paz. Con este galardón y la aureola de ser el primer presidente negro de la historia de los EEUU, Obama (con Biden de vicepresidente) llevó la guerra a más países que cualquier otro presidente en la historia de los EEUU. El derrocamiento de Gadafi en Libia convirtió el país más próspero de África en un estado fallido. Utilizó mercenarios del Estado Islámico para desestabilizar a Siria. Empleó aviones no tripulados para provocar muertes «selectivas». A Obama, le podemos atribuir en gran parte los campos de refugiados y la huida suicida atravesando el Mediterráneo de cientos de miles de personas. Esta es la verdadera cara del Imperio que se desmorona.