Varias fuentes contactadas sobre el terreno llevan a reflexionar sobre el papel que puede haber jugado el régimen ruandés en la emboscada que el lunes 22 de febrero costó la vida al embajador italiano Luca Attanasio, al carabinero Vittorio lacovacci y al conductor Mustapha Milambo.
De inmediato saltó a la luz que los vehículos del PMA (Programa Mundial de Alimentos) en los que viajaban las víctimas de la emboscada, el embajador italiano en la República Democrática del Congo (RDC) Luca Attanasio, el carabinero Vittorio Iacovacci y el conductor Mustapha Milambo Baguna, no estaban escoltados por la Monusco, la operación de mantenimiento de la paz de la ONU, totalmente ineficaz.
Los mismos que no consideraron que esa carretera, el eje Goma-Rutshuru, que es una de las más peligrosas del país, fuera un riesgo. Donde ayer mismo el magistrado militar Williams Mulahya Hassan Hussein fue asesinado en otra emboscada. En la zona continúan las masacres, con 32 civiles muertos sólo en la última semana.
¿Y qué hacen los cascos azules de la ONU en las regiones de Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur desde hace años, bajo el ataque de los grupos armados? La Monusco cuenta con veinte mil hombres en una operación que cuesta mil millones de dólares al año: ¿no hay que buscar entre ellos a los traidores mencionados por la esposa del embajador?
Un hombre que no se contentó con la labor diplomática, sino que apoyó proyectos humanitarios y de desarrollo vinculados al mundo de las organizaciones misioneras y humanitarias. Luca era un hombre íntegro y en los círculos diplomáticos no gustaba porque quería llegar al fondo de las cosas, especialmente cuando se trataba de la solidaridad con los más necesitados.
Quería ver por sí mismo el destino de los fondos de ayuda humanitaria, no pocas veces desviados a otros fines por ONGs y organizaciones internacionales, y sobre todo estaba en posesión de información incómoda sobre las masacres en la zona. Sus visitas periódicas al hospital de Panzi para reunirse con el Dr. Mukwege –Premio Nobel de la Paz 2018 y firme defensor de las víctimas inocentes hasta el punto de pedir un Tribunal Penal Internacional para la RD del Congo– despertaron sospechas en las altas esferas.
Sobre todo porque se habló de asesinatos en masa. ¿Es acaso por miedo a que revelara lo que había descubierto y comprobara con sus propios ojos algo turbio por lo que le cerraron la boca como hicieron con el obispo Munzihirwa, los sacerdotes canadienses Simard y Pinard y tantos otros testigos de verdades incómodas?
En 2018, el estadounidense Michael Sharp y la sueca Zaida Catalan, funcionarios de la ONU, fueron secuestrados y asesinados por destapar el asesinato masivo de 40 policías en la región de Kasai. Casi nadie habló de ello, ni siquiera en Estados Unidos. Esa tierra mantenida deliberadamente en el caos, llena de misterios, tiene demasiado que ocultar.
Goma, territorio ruandés
Por lo demás, toda la zona de Goma, capital del Kivu del Norte, es de hecho e ilegalmente territorio ruandés. Conquistada por partes desde 1994, cuando la vecina Ruanda estalló con dos genocidios: el de los hutus contra los tutsis y luego el inverso. Hasta el punto de poner en primer plano al actual presidente Paul Kagame, el largo brazo de Estados Unidos, Inglaterra y Canadá sobre los minerales congoleños, que se reparten el «escándalo geológico» del este de la RDC.
Minerales a cambio de kaláshnikovs: los que viven en la zona saben bien cómo funciona. Cuanto más caos reina, mejor roban. Hay casi noventa multinacionales dedicadas a la extracción de cobalto, coltán, oro, diamantes, estaño y gas. Y son innumerables los sitios informales donde cavan con sus manos tantos menores. También hay petróleo que extraer en el Parque de Virunga, conocido por los últimos ejemplares de gorilas de montaña, donde los guardas forestales se apresuraron a defender a Luca Attanasio tras oír los disparos.
Operación «Milán«
Las autoridades de la RDC acusaron inmediatamente de la masacre el FDLR (Frente Democrático para la Liberación de Ruanda), el movimiento rebelde compuesto mayoritariamente por ruandeses hutus, el más numeroso de la zona. Pero el camino no parece ser el correcto.
Fuentes ruandesas, verificadas en detalle y confirmadas por varios congoleños contactados, nos invitan a mirar al otro lado de la frontera, hacia la vecina Ruanda, y llegan a afirmar que el embajador italiano en la RD del Congo fue asesinado en la operación «Milán», preparada en la guarnición naval de Butotori por el coronel Jean-Claude Rusimbi, antiguo soldado de la rebelión liderada por Laurent Nkunda, señor de la guerra investigado por el tribunal internacional por crímenes contra la humanidad, actualmente uno de los jefes de la inteligencia ruandesa en la región militar de Kivu Norte.
Según el Informe Mapping de las Naciones Unidas, que documenta 617 casos de graves violaciones de los derechos humanos ocurridas en la República Democrática del Congo entre marzo de 1993 y junio de 2003, Rusimbi es uno de los sospechosos de las masacres de Rutshuru y Masisi.
Cuando Rusimbi, miembro del Frente Patriótico Ruandés (FPR, el partido-estado que gobierna Ruanda), se enteró de que el embajador había obtenido mucha información sobre estos asesinatos en masa en la RD del Congo y quería visitar los lugares sospechosos (fosas comunes) donde están enterradas las víctimas inocentes, planeó eliminarlo y envió a su lugarteniente «Didier» cerca de Goma. Didier llegó el domingo 21 de febrero con otros cuatro soldados adiestrados como asesinos.
Una vez ejecutado el asesinato, los asesinos volvieron a Rubavu, en Ruanda, a través de Kanyarucinya, para informar a los responsables. Sobre todo al jefe de la operación, Paul Kagame, desde hace más de 25 años presidente de Ruanda, y deus ex machina que controla la región de los Grandes Lagos en nombre de otros.
Una señal para Tshisekedi
Al fin y al cabo, una operación que ha llevado los dramas de la RD del Congo a la palestra internacional no se produce por casualidad. Se desarrolla en un contexto político muy delicado en el que el actual presidente Félix Tshisekedi, proclamado vencedor en las elecciones presidenciales de diciembre de 2018 –elecciones consideradas amañadas por muchos observadores–, se deshizo de la cada vez más insostenible alianza con el antiguo hombre fuerte del país, Joseph Kabila, además de hombre de confianza de Paul Kagame.
Expulsado de los juegos políticos nacionales tras la formación de una nueva alianza política llamada » Unión sagrada «, caracterizada por numerosas sospechas de corrupción de diputados y senadores, Joseph Kabila se retiró primero a su región de Katanga, al sureste de la RD del Congo, y luego a Dubai para buscar apoyo internacional.
Al poner el foco en la inseguridad del país, Kagame, que sin duda no teme el proyecto de la «Unión Sagrada», da una clara señal a Tshisekedi: reitera una vez más quién manda en toda la zona de los Grandes Lagos, justifica la presencia de soldados ruandeses al otro lado de la frontera y utiliza el caos para proseguir su plan de balcanización de la RD del Congo.
Fuente: Nigrizia