Excelencias, Señoras y Señores,
Permítanme, en primer lugar, enviar un cordial saludo y homenaje a la Red Internacional de Mujeres por la Democracia y la Paz.
Mis saludos se dirigen también a cada uno de ustedes, a sus familias y a sus organizaciones. ¡Qué sorpresa cuando me llamaron para decirme que el Comité me había seleccionado como una de las galardonadas con el Premio Victoire Ingabire! Mi primera reacción fue retirarme porque, con toda modestia, todavía no entiendo por qué me eligieron. Pero, tras reflexionar y consultar con mi familia, llegué a comprender que aceptar este premio sería algo bueno, aunque sea un honor demasiado grande para mí.
Sería bueno porque sin duda es otra oportunidad para promover la lucha por la paz, la justicia, la reconciliación nacional y la democracia.
Señoras y señores,
Al aceptar este premio, quiero dedicarlo a las mujeres y los hombres que se han volcado, que han luchado y luchan día y noche para ayudar a los millones de ruandeses a salir de las condiciones miserables en las que se han visto atrapados.
Quisiera dedicar este premio especialmente a todas las organizaciones y asociaciones ruandesas que se movilizan por el bienestar de sus compatriotas y hacen todo lo posible para que la sociedad ruandesa encuentre su ubumuntu.
Dedico este premio a mis amigos y conocidos y, especialmente, a mi familia que, a pesar de mi escasa disponibilidad para ellos, no dejan de animarme en la lucha diaria por la paz, la verdad, la justicia y la reconciliación de los ruandeses. Debo confesar que el estímulo que ha sido decisivo es el de mi difunto marido Sisi Evariste que, incluso en su cama de hospital, nunca dejó de animarme. Permítanme rendirle un sentido homenaje y pedirle que interceda ante el Altísimo por Ruanda y los ruandeses.
Dedico este premio especialmente a mi hijo Sheja, que ha sido y sigue siendo el motor de mi lucha por una Ruanda reconciliada, una Ruanda en la que reine la justicia y se escriba con J mayúscula, una Ruanda sin discriminación en la que hutus, tutsis y twas vivan como hermanos.
El recuerdo de mi hijo mayor Sheja, asesinado por el FPR el 5 de junio de 1994 en Gakurazo junto con los obispos y otros religiosos, es, como he dicho anteriormente, la razón de mi lucha por la verdad ante el pretexto de la guerra de octubre y el genocidio ruandés. Porque a medida que pasan los días, descubrimos cosas más increíbles e inverosímiles una tras otra. Sheja me ayuda a analizar y comprender estas cosas y los problemas que hay detrás. Me ayuda a rodear de amor a sus hermanos y hermanas pequeños.
Tras las lágrimas por su muerte, Sheja se ha convertido en mi inspiración para una sociedad justa. Es especialmente importante que el poco tiempo que vivió en esta tierra, conociera una Ruanda donde hutus y tutsis vivían y compartían todo.
Señoras y señores,
Desde octubre de 1990, es decir, hace casi 31 años, la sangre de los ruandeses no ha dejado de correr. Por supuesto, el clímax se alcanzó con el genocidio que mató a millones de ruandeses en 1994, pero desde entonces se han perdido miles de vidas humanas en Ruanda y en la subregión de los Grandes Lagos, especialmente en el Congo. Es como si la comunidad internacional hubiera decidido que no vale la pena preservar las vidas de los hombres y mujeres de esa región y que el régimen de Kigali puede segar vidas sin ser molestado.
Quisiera aprovechar esta oportunidad para rendir homenaje a otras figuras de nuestra lucha que, como Ingabire, hacen avanzar la lucha del pueblo ruandés. Entre estos muchos compatriotas, me gustaría destacar al hombre santo Kizito Mihigo y a otros, incluidos los que han desaparecido o han sido encarcelados recientemente. Pienso en Idamange, Bahati, Karasira, Ntamuhanga, Sankara y Rusesabagina. La lista es desgraciadamente larga porque las víctimas de la libertad, la justicia y la paz en nuestro país son demasiado numerosas.
También quiero rendir un merecido homenaje y agradecer las voces de los no ruandeses que fortalecen nuestra lucha. Entre ellos, me gustaría destacar a Judy Rever, Charles Onana y Michaela Wrong.
Señoras y señores,
Hay muchas cosas que decir, pero sería negligente si no pidiera a los demócratas ruandeses, estén o no agrupados en partidos y movimientos políticos o asociaciones diversas, que asuman el callejón sin salida en el que está sumida la sociedad ruandesa, y que sitúen los intereses del pueblo ruandés en el centro de su lucha y por encima de sus intereses personales o particulares. Estoy convencido de que ésta es la única forma –y digo la única– de dar esperanza al pueblo ruandés. Se lo debemos a nuestros hijos y a las generaciones futuras, que no deben heredar un país desgarrado por el odio, la discriminación y la exclusión.
Gracias, queridas hermanas de la Red Internacional de Mujeres por la Democracia y la Paz.
Que Dios os bendiga.
Fuente: Réseau international des femmes pour la Démocratie et la Paix (RifDP)
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