Demasiados compañeros soberanistas ni tan solo conocen la existencia de Black Rock o Vanguard, los auténticos y únicos “entes” soberanos en Europa
Hace años viví ciertos acontecimientos, como las enormes manifestaciones en Catalunya contra la invasión de Irak, con la ilusión de que Catalunya se liberase un día de tanta cerrazón del hispanismo más retrógrado y pudiese formar parte de la Unión Europea como un estado progresista, digno y verdaderamente independiente. Independiente no solo del autoritarismo españolista sino mucho más aún del atlantismo (OTANismo) imperialista y criminal. Difícil reto: ¡ser soberano en una UE que ya entonces poca soberanía tenía! Pero ahora, las cosas han llegado a tal extremo, que hablar de una Catalunya independiente en el seno de la Unión Europea me parece un puro oxímoron.
El soberanismo en el interior de la actual UE es ya una pretensión imposible. En las dos últimas décadas las cosas han cambiado demasiado. Y para mal. Así como antes, en Vietnam, el Imperio aprendió las lecciones (jamás imágenes de niños bajo el napalm, etc.), las aprendió también luego, tras Irak. Libia o Siria fueron ya otra cosa. No hubo manifestación alguna. En estas dos últimas décadas, las élites “filantrópicas” anglo-occidentales sobre las que ya escribí largamente hace más de una década, han llevado a cabo una paulatina y callada infiltración y apropiación de TODO en Occidente. Incluidas las instituciones políticas.
Estaba a punto de escribir “han llevado a cabo una paulatina y callada conquista de todos los grandes medios de información y comunicación, lo que incluye las redes sociales, etc.” Pero se trata de mucho más. Gracias a la increíble prerrogativa de ser los dueños de la Fed o del Banco Central Europeo y de imprimir esos papeles que nada valen pero que lo compran todo, los amos de los descomunales fondos de inversión de las élites financieras “filantrópicas”, Black Rock y Vanguard sobre todo, se han hecho dueñas de TODO en Occidente.
Pero lo más sorprendente es que muchos compañeros soberanistas no tienen ni idea de la existencia de Black Rock o Vanguard. Siguen empecinados en querer hacer pequeñas reformas locales sin tener en consideración que son los dueños de estos grandes fondos de inversión los que deciden todo lo que realmente condiciona decisivamente nuestra realidad local cotidiana. Son los que deciden que Borrell sea el rostro (desagradable) de sus políticas atlantistas de dominación y de crímenes contra la paz. Durante décadas los compañeros soberanistas han sido capaces de arremeter contra personajes como Borrell, siempre y cuando se tratase de liberarse del “yugo opresor españolista” (el mismo yugo de sus antecesores, los del yugo y las flechas).
Pero, sorprendentemente, no consigo ver diferencia alguna entre los análisis y las políticas de los estados vasallos (como España) y los de la mayoría de los compañeros soberanistas referentes a las grandes cuestiones que han determinado y determinan cada vez más todo lo nacional y todo lo local: la pandemia y la vacunación masiva, el boicot al gaseoducto Nord Stream 2, el sistema para establecer los precios de la energía, el suicida acoso OTANista a Rusia, las sanciones bumerang contra ella… Salvo excepciones honrosas, la visión sobre todas estas cuestiones de los políticos soberanistas no parece diferenciarse en casi nada de la de los políticos de los gobiernos europeos. Unos políticos que, juzgándolos muy benévolamente, no creo que estén a la altura del trascendental momento histórico que vive la humanidad.
Los políticos soberanistas catalanes no me parecen unos lacayos. Como sí me lo parecen los líderes del G-7, que en estos días hemos visto reunidos en Baviera, con actitudes muy “alegres”, hasta festivas, mientras debaten como acabar con Rusia. Están acompañados por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, nieta de un nazi de la Wehrmacht que dirigió una unidad llamada “antipartisana” en el frente oriental soviético a la caza de grupos de la resistencia, participó en la toma de la capital de Ucrania, Kiev, y en la bárbara masacre de Babi Yar de septiembre de 1941, en la que fueron fusilados a sangre fría más de 33.000 habitantes judíos de Kiev.
Han estado reunidos en el castillo de Elmau. Un castillo que fue refugio de nazis. Un castillo moldeado por el filósofo y teólogo nazi Johannes Müller, que consideraba a Hitler como “un líder enviado por Dios”. Un castillo muy cercano al Nido del Águila del perverso y delirante Adolf Hitler que un día decidió acabar con Rusia. Seguramente la arrogancia de estos líderes del G-7, su desconexión con la realidad y lo seguros que están de haber idiotizado a las sociedades occidentales no les permite ni tan solo guardar al menos las formas. Ni permite que ni por un instante pase por sus frías y calculadoras mentes la posibilidad de que sea de nuevo Rusia la que arrase con sus sangrientas fantasías de dominación mundial.
Los políticos soberanistas catalanes no me parecen unos lacayos, aunque me recuerdan cada vez más a las ONGs de cooperación y humanitarias que se pasan la vida corriendo para paliar en una pequeña medida los enormes destrozos económicos y militares ocasionados por las élites atlantistas. Pero lo que en el ámbito de la cooperación o en el humanitario está bien (“El que salva una vida salva al mundo”), en el ámbito político (sobre todo a nivel de gobiernos estatales) no solo me resulta imposible de entender sino que lo considero puro colaboracionismo, tan grave como el del gobierno de Vichy. En responsables políticos, tanta ignorancia es, como mínimo, una ignorancia culpable.
Tal colaboracionismo es más descarado y grave aún en los medios de comunicación catalanes que en los estatales. Es increíble el cambio de 180 grados que se ha producido en ellos desde que allá por 1997 hicieron un seguimiento exhaustivo de nuestras acciones internacionales a favor de las víctimas ruandesas del neocolonialismo genocida anglo-occidental. Dicen que han sido infiltrados y controlados por gentes de Soros y/o por los más recalcitrantes y partidistas miembros de Esquerra. Aunque es sorprendente como, ya sea en TV3 o en Catalunya Radio, se entrevista con el mayor descaro, por ejemplo sobre la guerra de Ucrania, a responsables de Open Society Foundation (una de la decena de ONGs de Soros, que presume públicamente de haber derribado el anterior gobierno ucraniano pro ruso), aún no he tenido tiempo de investigar a fondo tal infiltración. Pero, visto lo visto, esa sería la explicación más plausible de lo que está sucediendo en estos medios.
Y si nuestros soberanistas, supuestamente progresistas y ecologistas, no son capaces de reconocer la realidad bien visible de los fondos de inversión, como Black Rock y Vanguard, que están comprando cualquier cosa con valor estratégico en Occidente, mucho menos serán capaces de reconocer la gran masa sumergida e invisible del enorme iceberg que es el Occidente real. Es decir, no creo que valga la pena referirme a todo aquello que está incluso más en lo profundo aún que los bancos centrales: el Banco de Pagos Internacionales, la Comisión Trilateral o el hecho de que -como ya he repetido con frecuencia, inútilmente quizá- quienes ahora promueven el Gran Reinicio no son otros que los descendientes de aquellos que financiaron el nazismo y lo hicieron posible. Un Gran Reinicio inevitable antes del colapso del sistema-dólar, que probablemente se producirá en los próximos cinco años. Un dólar que ha sido impreso masivamente en estos últimos años. Solo en un año se ha impreso el 20% de los dólares que circulan desde hace 200 años.
Es sorprendente el hecho de que para muchos (especialmente para muchos intelectuales, tan inteligentes pero que, al parecer, no saben qué son el “olfato”, la intuición o la sabiduría) todo esto siga siendo conspiracionismo. Suele decirse que los pesimistas-realistas no son otra cosa que optimistas bien informados. De modo semejante diría que los que sabemos que las conspiraciones existen, no somos otra cosa que gentes de mirada limpia, nada paranoica y hasta un poco ingenua, que nos hemos dado de bruces contra la realidad. Hay una diferencia fundamental entre quienes están cómodamente instalados en lo políticamente correcto y quienes hemos vivido en carne propia las conspiraciones.
Me he tenido que contener muchas veces, demasiadas ya, frente a intelectuales ignorantes que recurrían con toda ligereza a esa categoría del conspiracionismo. Me he tenido que contener para no preguntarles como valorarían ellos el hecho de que sus nombres apareciesen una mañana en la primera página de grandes diarios, como El País o Público, como los principales financiadores, según la ONU, de los grupos terroristas-genocidas que hacen necesaria en el Congo la mayor misión de la ONU de la historia.
Esa acusación fue entonces “la realidad” mediática. Al parecer, la única realidad. Lo nuestro, por el contrario, es conspiracionismo. Y cuando digo “lo nuestro” me estoy refiriendo a los promotores de la querella en la Audiencia Nacional que llevó a que el juez Fernando Andreu Merelles emitiese cuarenta órdenes de arresto contra otros tantos grandes criminales ruandeses, expoliadores para Occidente de los inmensos y estratégicos recursos naturales del Congo. Querella que había que detener urgentemente, según las instrucciones que recibía del Departamento de Estado el embajador de Estados Unidos en Madrid en cinco cables publicados por WikiLeaks. Así que cuando trato de grandes criminales a los Clinton, no soy un radical y conspiranóico, sino un realista bien informado.
Los ignorantes desinformados son quienes no reaccionaron cuando se intentó convertir al gran criminal Paul Kagame junto a José Luís Rodriguez Zapatero en copresidentes de los nobles Objetivos del Milenio. O ahora, cuando los grandes criminales Macron y Johnson han elevado al monstruo Kagame a la cima del mundo. No es de radicales sino de seres humanos verdaderamente informados el calificar a estos nefastos personajes de grandes asesinos. Es lo que son en realidad.