Hoy intentaré exponer sintéticamente algunas informaciones sobre la crítica situación mundial, informaciones que seguramente no conocerán quienes no dedican un tiempo mínimo a buscarlas en medios de comunicación alternativos a los convencionales. Intentaré exponer sintéticamente algunas informaciones que seguramente no conocerán quienes no llegan a ser conscientes de que todos y cada uno de “nuestros” grandes medios de comunicación son occidentales, tanto los conservadores como los considerados progresistas -como lo es El País, considerado el diario progresista por antonomasia-; es decir, son unos medios que, más allá de sus pretensiones de independencia e imparcialidad, pertenecen a una de las dos partes del gran conflicto que estamos viviendo; son unos medios que están por tanto condicionados por esa pertenencia a un Occidente que sigue tenazmente su particular agenda hegemónica.
Intentaré exponer sintéticamente algunas informaciones que seguramente no conocerán aquellos que aún no han salido del estereotipo hollyboodiano -ya tan rancio- de que los rusos son los malos; unos malos que, sin embargo, hicieron sacrificios muy superiores a los de los Aliados para vencer a las hordas de Adolf Hitler; unos malos a quienes los buenos no tenemos suficiente legitimidad moral para acusar de crimen alguno. Intentaré exponer sintéticamente algunas informaciones que seguramente no conocerán aquellos que deciden a la ligera -no me refiero a quienes lo hacen de manera informada y reflexionada- que hablar de un probable nuevo conflicto mundial es una exageración…
El pasado 20 de septiembre, Willy Wimmer, antiguo secretario de Estado del Ministerio de Defensa alemán y presidente de OSC, resumía con precisión el origen y la gravedad de la actual crisis: “Sabemos que, al inicio de la tragedia siria, fuerzas especiales británicas, francesas y americanas estaban sobre el terreno a fin de crear esta situación de guerra civil y hacerla evolucionar hacia la dimensión internacional. […] Después hemos vivido una tragedia y el pueblo sirio parece exhausto. Ahora es importante poner fin a esta miseria y ocuparse de lleno en que las chispas sirias no alcancen otros países incluidos los nuestros, pues eso significaría una gran guerra. En este contexto, querría referirme al informe científico presentado en Holanda concerniente a la destrucción del avión de Malasia. Es verdaderamente necesario preguntarse: ¿Existe un verdadero interés en aclarar la tragedia o se busca una razón para desatar la guerra? He aquí la situación en la que nos encontramos y es por esto por lo que Siria no está demasiado alejada. […] Hubo un tiempo en el que el pluralismo formaba parte integrante de nuestra cobertura mediática, pero este no existe más. Se nos fuerza a ir a la guerra. […] La democracia en Europa occidental está seriamente amenazada.”
Nunca la Federación Rusa había dado a Occidente unos avisos del calibre de los que ahora está dando: ya sea el de su enérgica actuación militar en Siria o el de los recientes ejercicios “Cáucaso 2016” junto a la península de Crimea, ejercicios en los que ha participado un contingente de 120.000 soldados, diez veces superior al del mayor ejercicio realizado antes. Los líderes rusos están convencidos -y personalmente creo que tienen motivos más que suficientes para ello- de que “ahora o nunca”, de que si no paran ya en seco las agresiones imperialistas occidentales que cada vez reducen más su espacio vital, no las podrán ya detener jamás. La barbarie en Libia, tras la debilidad e indecisión tanto de la propia Rusia como de China, fue el punto de inflexión, fue la que (junto a la posterior guerra en el este de Ucrania) les abrió los ojos. A partir de entonces han actuado en consecuencia: han parado en seco la agresión occidental a Siria mediante decenas de miles de mercenarios yihadistas y están mostrando del modo más inconfundible a Occidente que debe dejar ya en el Donbáss de poner a prueba su paciencia.
Rusia sabe perfectamente que en las cúpulas estadounidenses se debate algo muy grave sobre Siria, algo por lo que Hillary Clinton aboga públicamente: una zona de exclusión de vuelo y unas zonas de seguridad. Algo cuya gravedad no es ocultada ni por el mismo presidente de la Junta de jefes Estado Mayor, el general Joseph Dunford: “Ahora mismo… para controlar todo el espacio aéreo sirio sería necesario iniciar una guerra contra Siria y Rusia”. Por tal motivo Moscú envió hace unas semanas a Siria algunos sistemas de defensa de última generación, misiles antiaéreos S-300 y S-400. El 6 de octubre, el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, el general Igor Konashenkov, declaró que serían utilizados en el caso de que las tropas sirias o rusas se viesen amenazadas y añadió: “Yo recomendaría a nuestros colegas de Washington que sopesen con cuidado las posibles consecuencias del cumplimiento de semejantes planes”. Después de tal advertencia sobre el hecho de que los aviones de Estados Unidos serían abatidos, un portavoz de la Casa Blanca confirmó que el plan de ataques aéreos estadounidenses en Siria había sido cancelado. Pero en un reciente artículo, Mike Whitney se pregunta: En una situación parecida, la enferma mental Hillary ¿haría lo mismo? Y concluye que, dadas sus declaraciones públicas, parece que no cedería como ha hecho Obama sino que seguramente seguiría adelante… hacia la Tercera Guerra Mundial. No es necesaria demasiada imaginación para llegar a tal conclusión, ya que ella misma declaró que iría más allá que Obama.
Ni China, ni sobre todo Rusia, están ya dispuestas a tolerar que siga avanzando un proceso cuyo objetivo a largo plazo es privar a Rusia de un aliado clave en Oriente Medio. Se trata de una guerra de desgaste de la OTAN contra la Federación Rusa. Pero en la memoria de Rusia están vivas aún las heridas de demasiadas guerras, en especial las de la Segunda Guerra Mundial, con sus ¡¡veintiséis millones!! de víctimas rusas. Memoria rusa de la cual se olvidan de manera incomprensible los mediocres y arrogantes líderes -si es que los puede llamar así- de la actual Unión Europea. El mensaje de ambas potencias, especialmente a los estadounidenses, es cada vez más claro: esta vez Estados Unidos no se libraría de sufrir la guerra sobre su propio territorio, una guerra nuclear. Algo tan profundamente impopular debe ser ocultado tanto a las sociedades europeas como a las norteamericanas. Por eso contrastan las alertas en los medios no occidentales sobre la gravedad de la crisis que está viviendo la humanidad con el silencio al respecto en “nuestros” grandes medios. Ni tan solo han informado de algo tan revelador como es el hecho de que, dada la posibilidad del estallido de una Guerra Mundial, el Kremlin haya dado órdenes para que sean repatriadas las familias de sus diplomáticos y otro personal que trabaja en Occidente.
Más allá del estrecho y agobiante marco informativo que nos presentan “nuestros” grandes medios de comunicación, son muchos los que fuera de Occidente saben que la situación es crítica. Es penoso que los no informados lancen acusaciones de alarmismo a quienes tienen un marco informativo mucho más amplio. Y tal chatura de horizontes queda aún más en evidencia cuando se consideran las numerosas situaciones precedentes en las que la humanidad ha estado al borde del abismo sin que se haya informado de ello a la población. Es decir, sin que se informase a aquellos en cuyo nombre se llevaban a cabo supuestamente tales guerras. Pero ese será ya el objeto de la tercera parte de este artículo.