La comunidad internacional ha asegurado la inmunidad legal para el presidente de Rwanda, Paul Kagame, a pesar de la evidencia de la responsabilidad del FPR por crímenes de guerra.
El genocidio ruandés de 1994 a menudo ha sido descrito como la matanza más rápida del siglo XX, llegando hasta un millón de víctimas en tan sólo 100 días. Uno de los principales impulsores de los asesinatos fue el miedo: miedo a un ejército real de botas militares y uniforme que ataca de día, pero también miedo a sus aliados sobre el terreno, la llamada quinta columna. En el primer caso, el miedo estaba evidentemente justificado: un ejército rebelde tutsi había invadido el país cuatro años antes y parecía a punto de derribar al gobierno dominado por los hutus. Ahora, pruebas recién descubiertas sugieren que el otro motivo –el miedo a los civiles tutsis– también estaba justificado.
Varios documentos confidenciales del Tribunal Penal Internacional para Rwanda de la ONU (TPIR) proporcionan pruebas espeluznantes de que los civiles tutsis trabajaron mano a mano con el Frente Patriótico Ruandés de Paul Kagame (FPR) para cometer crímenes contra los hutus en 1994. La fuerza de estos documentos está sustentada en largas entrevistas con personas que fueron testigos de estas operaciones.
Los documentos del TPIR se refieren al abakada del FPR o cuadros civiles y «población leal» que ayudó al FPR a cometer violaciones masivas de los derechos humanos en todo el país. Los abakada eran tutsis tecnócratas reclutados antes, durante y después del genocidio. Se convirtieron en la interfaz entre el FPR, por un lado, y las agencias de la ONU, las ONG, los investigadores de derechos humanos y los periodistas del otro. Los cuadros jugaron un papel crucial en la diplomacia y el sistema de propaganda de Rwanda tras el genocidio.
Los crímenes mencionados en los documentos de Naciones Unidas incluyen la identificación de los hutus prominentes que más tarde serían ejecutados, localizados y encerrados en las mazmorras, entregando los hutus a los agentes de inteligencia del FPR y excavando fosas comunes para enterrar a las víctimas . Los documentos –que contienen información de identificación y no se pueden hacer públicos– consisten en testimonios de ex miembros del FPR que rompieron con el régimen.
Ruandeses traicionándose los unos a los otros
El horror de lo ocurrido en Rwanda en 1994 sigue siendo desconocido en Occidente, aunque una cantidad significativa de la historia ha sido bien documentada y verificada. Lo que sabemos oficialmente es que la línea dura de los hutus y una parte de la población civil exterminaron a los tutsis en matanzas organizadas a nivel local, que las emisiones nacionales de la radio hutu RTLM demonizaron a los tutsis y proporcionaron un grado de aprobación a los asesinos. Grupos de derechos humanos, periodistas y académicos estimaron que al menos 600.000 tutsis fueron asesinados desde abril a julio de 1994. Lo que más sorprendió al mundo fue «el elemento popular» del genocidio, el hecho de que los agricultores hutus se atrevieron a matar a sus vecinos tutsis y, en algunos casos, a los miembros de sus propias familias que eran tutsis. En su libro The Order of Genocide, Scott Straus explora el perfil del autor del crimen de genocidio. Después de realizar una exhaustiva investigación en las cárceles de Rwanda, Straus postula que la mayor parte de los asesinatos de tutsis fueron llevados a cabo por un pequeño grupo de «asesinos extremadamente celosos, paramilitares y soldados». Alrededor de una cuarta parte de los asesinatos fueron cometidos por población hutu ordinaria, dice, estimando que entre un 7 u 8% de la población adulta hutu, o de un 14 a un 17% de los hombres adultos hutus, mataron directamente a tutsis o a hutus que se oponían a la violencia.
Sin embargo, hay paralelismos extraños entre la forma como se ejerció la violencia en las zonas controladas por el gobierno hutu y las zonas controladas por el FPR tutsi, y como los ruandeses de ambos grupos étnicos parecían a punto para atacarse mutuamente tan pronto como su presidente, Juvenal Habyarimana, hutu, fue asesinado el 6 de abril. Finalmente, con su estructura de mando de arriba abajo y la organización política superior, el FPR estaba en mejores condiciones para ocultar sus crímenes y controlar la narrativa.
La denuncia y la entrega de los hutus en las zonas controladas por el FPR
Un civil de Byumba, en el norte de Rwanda, que se unió al FPR durante el genocidio, dio un testimonio detallado a los investigadores del TPIR sobre el papel de los cuadros civiles. La prefectura de Byumba fue controlada en gran parte por el FPR desde el principio del genocidio.
«Hasta el 8 de abril de 1994, no había soldados (hutus) exgubernamentales en la región de Ngarama, prefectura de Byumba. Los soldados del FPR y sus cuadros tomaron el control de la región. Comenzaron a dar de alta a todos los jóvenes en sus filas. En este momento, los homicidios y desapariciones comenzaron. Ellos comenzaron a dirigirse a intelectuales y políticos que pertenecían al antiguo régimen, y a ex alcaldes, concejales, maestros y personas de negocios.»
El testigo proporcionó una lista parcial de víctimas asesinadas, gente que conocía personalmente, incluyendo a un agrónomo hutu que trabajaba para la ONG Care International. Dijo que las víctimas inicialmente se habían escapado de las fuerzas del FPR, pero fueron atraídas hacia atrás y les prometieron que estarían fuera de peligro y podrían permanecer en sus puestos de trabajo. «Finalmente fueron asesinadas, tal y como se temían», dijo el testigo. Los cuerpos fueron arrojados a una fosa común cerca del mercado de Mugera, dijo, señalando que un sinnúmero de campesinos fueron asesinados también en otros lugares del municipio.
En julio de 1994, las unidades de cada batallón del FPR operaban en mazmorras y contaron con la «población leal» para encarcelar a los hutus que consideraban «Interahamwe» –una milicia hutu que había matado a los tutsis durante el genocidio. El testigo dijo que la “población leal” consistía en supervivientes del genocidio tutsi y refugiados tutsis que habían crecido en Uganda y fueron repatriados a Rwanda. «Los exsoldados fueron detenidos y ejecutados en estas mazmorras, como lo fueron los intelectuales hutus, miembros del antiguo régimen y todas las personas consideradas obstáculos, conocidas como bipingamizi.«
«Los cuadros civiles fueron quienes identificaron a los individuos que fueron entregados a los soldados. Lo hicieron de acuerdo a sus propios intereses. Todo lo que los soldados tenían que hacer era matar.»
Un segundo documento elaborado por investigadores del TPIR revela el fenómeno de la «población leal» que señaló a los sospechosos para ser encerrados en las mazmorras. Los investigadores dijeron que cuando la Cruz Roja Internacional y las ONG se dieron cuenta de la existencia de las mazmorras, el FPR trasladó a los prisioneros a otros lugares donde fueron ejecutados.
Un tercer documento del TPIR que proporciona el testimonio de un cuadro civil recogido en 2002 dice que muchos de sus colegas en Byumba denunciaron y entregaron a hutus a la célebre DMI, la Dirección de Inteligencia Militar del FPR, como una cuestión de procedimiento. “Había desapariciones en los campos de refugiados. Las personas desaparecieron tras haber sido denunciadas por ciertos cuadros. Los cuadros trabajaron con sus informantes y luego informaron a la DMI.”
Un cuarto documento del Tribunal reveló un testimonio similar de agentes de la DMI trabajando con los cuadros en los campos de refugiados para interrogar a personas sospechosas de ser «extremistas.» Las personas que fueron interrogadas, en su mayor parte, «desaparecieron».
Un quinto documento del Tribunal, de 2005 y de 54 páginas, describe en detalle las operaciones de matanzas llevadas a cabo por las fuerzas de Kagame en Giti, un municipio donde no se había cometido ningún genocidio contra los tutsis. El testimonio de un alto funcionario de la DMI estacionado en Giti es francamente espantoso. Describe las unidades móviles de la DMI que llegaban a Giti y la vecina Rutare en el mes de abril, deteniendo a civiles hutus y matándolos a tiros o a golpes de azada. Dice que los voluntarios tutsis fueron reclutados por el FPR a un ritmo más rápido en estas áreas y ayudaron a cavar fosas comunes. Muchos de los civiles tutsis fueron llamados la Fuerza Tigre. La Fuerza Tigre plantaría más adelante plataneros sobre las tumbas para camuflar los lugares, explica.
El ex funcionario dice que el FPR creó una red de «servicios de inteligencia civiles» a petición de Kagame y Kayumba Nyamwasa, entonces jefe de la DMI. Esta red trabajó estrechamente con la DMI para reunir información de inteligencia entre la población civil.
Giti se convirtió en una central para las matanzas, según el agente de la DMI. Muchos hutus fueron llevados allí desde otras áreas y el FPR, finalmente, se quedó sin espacio para enterrar a los hombres, mujeres y niños que mataban. Los hutus fueron finalmente transportados con camiones a Gabiro, lugar de formación del FPR al borde del parque Akagera, donde fueron ejecutados y quemados.
El testigo dijo que creía que Giti era simplemente una de las muchas áreas en Rwanda donde el FPR cometió matanzas sistemáticas de los hutus. Cuando fue presionado por los investigadores, admitió que Giti era un «árbol que ocultaba un bosque más amplio».
Otro testigo
Un exresidente de Giti entrevistado por esta periodista dijo que su padre, un hutu prominente de la comunidad, fue secuestrado y asesinado pocos días después de que el FPR estableciera una base en abril de 1994. Para su horror, encontró el cuerpo de su padre con varios cientos de otros hutus asesinados en la escuela primaria de Giti. «El patio de la escuela estaba completamente cubierto de cadáveres. Y dentro, las aulas estaban llenas. Fue aterrador.» El testigo, que es de origen étnico mixto con rasgos distintivos tutsis, dijo que se salvó de ser ejecutado porque su madre era tutsi y sus parientes tenían vínculos con el FPR. Dijo que estaba consternado por cómo los vecinos tutsis que había conocido y de confianza –personas que nunca habían sido perjudicadas por los hutus– identificaron y localizaron a hutus en el pueblo para que el FPR los matara. Comenzaron con los líderes de la comunidad y luego pasaron a los campesinos, señaló.
Otro exfuncionario de inteligencia del FPR que rompió con el régimen dijo que recuerda a los cuadros civiles tutsis matando activamente en Giti y Rutare. «Un cuadro llamado Martin cogió un machete, apartó a un hutu y le cortó la cabeza». En muchos casos, los soldados y los civiles observaron como familias enteras fueron asesinadas, dijo.
El exfuncionario alegó que los cuadros civiles quedaron bajo la autoridad del ala política del FPR, conocida como la Secretaría. El papel de los cuadros en la eliminación de los hutus fue concebido por los miembros de la Secretaría del FPR y el Consejo de Mando Superior, insistió. Hubo un número estimado de 4.000 abakada en Rwanda durante el genocidio, y al final de 1994 el FPR había reclutado de forma masiva y aumentado su número a 15.000.
Un soldado ahora en el exilio dijo que su familia tutsi ocultó granadas en la casa de Kigali antes del genocidio y que el FPR había «infiltrado» con éxito la capital y otras zonas de Rwanda, con cuadros y comandos en 1993 .
Un exabakada que trabajaba en zonas controladas por el FPR entre abril y julio de 1994 admitió que había tres categorías de cuadros: aquellos que proporcionaban asistencia social y adoctrinamiento político entre la población civil, una segunda categoría que ayudó al esfuerzo de guerra y facilitó los crímenes denunciando y entregando a los hutus a los escuadrones de la muerte, y un tercer grupo de individuos extremadamente celosos que participaron directamente en la matanza.
En una entrevista, el excuadro dijo que muchos cuadros civiles fueron capturados y muertos en zonas controladas por los hutus antes de que las fuerzas de Kagame tomaran el territorio.
Pero en las prefecturas del norte y el este, que estuvieron muy pronto bajo el control del FPR, los cuadros eran libres de llevar a cabo su trabajo sucio, confirmaron diversas fuentes. En otras áreas, tales como Gitarama, Butare y Ruhengeri, fueron reclutados rápidamente nuevos cuadros en junio y julio, ya que estas prefecturas fueron tomadas por las tropas de Kagame.
En la prefectura de Gisenyi, por ejemplo, vastas áreas estaban vacías a mediados de julio cuando el FPR tomó el control; un número significativo de hutus había huido al Zaire en aquellos momentos. Sin embargo, algunos se quedaron en su casa y, finalmente, fueron asesinados. Un soldado del batallón Charlie del FPR dijo que cuadros civiles operaban con equipos de la DMI en Gisenyi y eliminaron la mayor cantidad posible de hutus. Más al norte, en Ruhengeri, unidades de la DMI masacraron a hutus en julio y agosto en el Campo Muhoza y enterraron a las víctimas en fosas comunes cercanas, de acuerdo con el testimonio de un exagente de la DMI dado a los investigadores del TPIR.
Un soldado inicialmente estacionado en Byumba y posteriormente transferido a Kanombe dijo que cuadros civiles llevaron a cabo el saqueo generalizado de propiedades hutus y trabajaron en estrecha colaboración con los comisarios políticos en batallones. Los comisarios políticos convocaban reuniones falsas, atrayendo a los civiles y prometiéndoles comida o seguridad, sólo para matarlos después, explicó el soldado.
«En algunos casos, los civiles eran más extremistas y celosos que el Ejército Patriótico Ruandés (EPR). Los soldados de tropa del EPR fueron entrenados para la batalla. Los comisarios políticos y los cuadros civiles que decidieron trabajar con la DMI tenían otras intenciones», dijo.
El soldado dijo que el papel de los abakada e incluso los supervivientes tutsis en los crímenes es bien conocido, pero nunca habla de dentro o fuera de Rwanda. Alegó que un buen número de tutsis s’oponen vehementemente a Kagame, pero tienen miedo de hablar del pasado porque no están dispuestos a implicarse ellos mismos. «Kagame mantiene esto sobre sus cabezas».
«Y los hutus han sido silenciados por completo sobre el tema». Los hutus en Rwanda y en el extranjero que se atreven a acusar al FPR de crímenes terminan en prisión, desaparecen o son acusados de genocidio, señaló.
Y sin embargo, hutus y tutsis han dado testimonio crucial en el Tribunal y la agencia de refugiados de la ONU (ACNUR) sobre estas atrocidades.
Un refugiado hutu dio al ACNUR los nombres de una docena de tutsis –abakada y vecinos– que mataron a su hermana adolescente en abril de 1994 en el pueblo de Gituza. Describió a los tutsis como una especie de milicia, no diferente de los Interahamwe. Dijo que los tutsis estaban armados con azadas y machetes cuando llevaron a su hermana en casa mientras él se escondió en el jardín detrás de los árboles de aguacate, paralizado por el miedo. Después escuchó en agonía mientras la violaban, uno por uno, y dejaban la habitación en llamas antes de salir de las instalaciones. Cuando se abalanzó después de que se fueran, su hermana estaba muerta. El refugiado huyó a Tanzania, informó del crimen, pero no recibió justicia. Los tutsis responsables siguen ocupando posiciones destacadas en la comunidad, dijo.
Un tribunal de la ONU establecido para juzgar a los autores de genocidio y graves violaciones del derecho internacional ha protegido a Kagame y sus altos mandos: no se ha emitido ni una sola acusación contra el FPR. En contraste, 95 personas vinculadas con el antiguo régimen hutu fueron procesadas y 61 fueron condenadas.
Kagame ejerce un reinado criminal
La comunidad internacional se ha asegurado la inmunidad legal para Kagame y ha permitido que su régimen cometiera crímenes después del genocidio, tanto en Rwanda como en la vecina Congo, que invadió en 1996 y donde sus tropas fueron acusadas por los expertos de la ONU de haber cometido posiblemente genocidio.
Un oficial tutsi de alto rango que huyó en el año 2000 dijo que el FPR reclutó y eliminó a miles de jóvenes hutus a finales de 1994 y 1995, utilizando a los cuadros civiles en la campaña. Los cuadros trabajaron con la gendarmería, unidades de la guardia presidencial, la sección de formación y agentes de la DMI para reclutar y luego ejecutar aestos hombres, la mayoría en los campos militares, pero también en el Parque Akagera, dijo. «Se hizo de manera eficiente en todas partes». En ese momento, las operaciones de la DMI eran dirigidas por Emmanuel Karenzi Karake.
Decenas de soldados y oficiales entrevistados insisten en que el FPR mató a cientos de miles de civiles hutus durante y después de 1994, además de los reclutas de habla francesa tutsis que fueron considerados sospechosos por agentes de inteligencia en las secciones de entrenamiento.
Varias personas entrevistadas dijeron que los cuadros civiles del FPR siguen ejerciendo el poder en Rwanda, pero ahora se llaman los Intore. Durante las dos últimas décadas, miles de personas, tanto hutus como tutsis, han sido entrenadas en campos secretos en Nasho y Ndego, en el Akagera. Los Intore trabajan en el país y en el extranjero, y entre ellos hay enfermeras, médicos, maestros, personal de la universidad, banqueros, taxistas, entre otros profesionales. La mayoría están capacitados para espiar a los ruandeses en todos los ámbitos de la vida, pero algunos Intore reciben una formación especializada para asesinar y cometer otros crímenes, según las mismas fuentes.
En ningún lugar de Rwanda la presencia del Estado se hace sentir con más intensidad que en el ámbito local a través de un sistema de vigilancia de barrio que se llama Nyumbakumi. El Nyumbakumi utiliza agentes de las esferas militares, políticas y civiles para ejercer el control: agentes de la DMI, miembros de la secretaría del FPR y sus auxiliares civiles conocidos como Intore monitorizan cada uno de ellos a 10 hogares.
Judi Rever, Foreign Policy Journal, 03.06.16