El Instituto Schiller, coordinador y líder de nuestra Coalición Internacional para la Paz, está muy preocupado, y con toda razón, porque el Armagedón acabe finalmente con el mundo tal y como lo conocemos. Creo que quienes no están preocupados entran de lleno en la misma categoría de aquellos que el teólogo activista asesinado por los nazis Dietrich Bonhoeffer calificó de seres idiotizados por la propaganda.
El Instituto Schiller realiza unos magníficos análisis geoestratégicos, pero, al mismo tiempo, hace continuas referencias a la importancia de la moralidad (Helga acaba de hacerlas de nuevo hace unos minutos). Y es que la falta de moralidad está siempre en el origen de la devastadora caída de los imperios y de todas las locuras bélicas de la historia. Belicismo delirante y corrupción moral están profundamente conectados.
Quienes, siguiendo un proyecto expansionista delirante, se han propuesto provocar en Irán un cambio de régimen (el 7º y último de los cambios que se proponían), dicen estar muy preocupados porque Irán consiga la bomba nuclear. Pero, al igual que otros muchos países que se resisten a las últimas locuras del decadente Imperio anglo/occidental (países como es el caso de la misma Rusia), Irán tiene algo que es mucho más poderoso que las armas nucleares: la dignidad.
En Irán existe la conciencia de que el asesinato terrorista de cada uno de sus generales o científicos nucleares (en su domicilio, junto a toda su familia) no es un fracaso, porque cada uno de ellos en un mártir que con su sangre vivificará a su pueblo. En esto concuerdan los militares y militantes más heroicos con los maestros del Movimiento de la no-violencia: hay algo mucho peor que la muerte física, la muerte moral.
Un mundo que se desentienda de grandes tragedias actuales como la de Gaza o la de Siria porque pueda parecer que estas tragedias no están directamente relacionadas con el estallido del Armagedón nuclear, es un mundo indigno, un mundo moralmente muerto. Al igual que un mundo que se desentienda de África porque los conflictos en ella no son con armas de destrucción masiva, con armas que puedan acabar con nuestro estilo de vida anglo/occidental.
No deberíamos tolerar la locura de un rearme europeo escandalosamente dañino tanto para los más desfavorecidos de nuestras sociedades como para la economía real tan lúcidamente explicada por Lyndon Larouche. Tampoco deberíamos tolerar ni la locura del proyecto del Gran Israel, ni la locura de pretender el derrumbe de Rusia, ni la locura de la anexión del inmenso este de la RD del Congo que pretende el genocida ruandés Paul Kagame.
Un intento de anexión de la RD del Congo con siete millones de desplazados; con más de siete millones de víctimas mortales; con cientos de miles de violaciones; con el sistemático asesinato o encarcelamiento de aquellos heroicos lideres que podrían acabar con esa locura, como es Victoire Ingabire Umuhoza… A pesar de que la Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos falló a favor de ella condenando su encarcelamiento, Paul Kagame ha vuelto a secuestrarla y nadie tiene acceso a ella.
Acabo esta intervención del mismo modo como ya acabé aquella otra en la que os trasmití el mensaje de apoyo de nuestro querido amigo y maestro en la no-violencia premiado en 1980 con el Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel. Acabo, pues, con su reciente llamamiento urgente, tan semejante al del Instituto y la Coalición: “Desarmar las conciencias armadas. Parar las guerras y las mentiras”.
Fuente: Instituto Schiller
Intervención de Joan Carrero
Reunión nº 109 de la Coalición Internacional por la Paz