El pasado sábado se realizó en Can Alcover (casa museo del poeta Joan Alcover) una jornada de debate titulada “Impost turístic o ecotasa?”, organizada por Jubilats per Mallorca con la colaboración del GOB. Todas las intervenciones fueron de gran nivel e interés. Pero quiero referirme en especial a la última de ellas, la del expresidente del Govern Cristòfol Soler, que participó en la jornada en representación de la Assemblea Sobiranista de Mallorca. Para un observador poco perspicaz podría parecer que el soberanismo es una cuestión descolgada de la temática central de la jornada. Sin embargo, considero un acierto por parte de Jubilats per Mallorca su inclusión en ella. Las cifras a las que se refirió Cristòfol Soler al inicio de su intervención fueron las que dieron la verdadera dimensión –las proporciones relativas, bastante exiguas– de dicha ecotasa o impuesto turístico, que se ha convertido en la cuestión estrella en nuestras islas, frente a las verdaderas cuestiones de fondo, que los autodenominados constitucionalistas –y en especial sus medios de comunicación– procuran eludir siempre que pueden:

“¿Los recursos que generamos nosotros no nos bastarían para mantener el Medio Natural en unas condiciones lo más favorables posibles? De otra manera: la independencia económica ¿no nos permitiría hacer frente a esto? Porque estamos hablando, aunque luego lo matizaré, de 3000 millones de euros que se van anualmente. Cuando se pueda cobrar el máximo de este impuesto [turístico], un año completo, ¿qué serán 90 millones aproximadamente? El 3%… el 3% de lo que se va.”

El expresidente del Govern afirmó que sin un régimen fiscal propio, sin una independencia económica, todo será muy difícil de solucionar: “el expolio fiscal es el principal causante de buena parte del problema que padecen todos los sectores industriales de las Islas, también el hotelero. […] hemos de imponerlo [el impuesto turístico], precisamente porque no disponemos de recursos propios”. Y, en la misma línea que el representante del GOB, Macià Blazquez, dejó claro que la Assemblea Sobiranista solo aceptará un impuesto turístico si lo recaudado se dedica íntegramente a la protección del territorio.

Yo apuntaría que además es necesario ampliar aún más el marco: el más amplio y decisivo cuadro es el del sistema monetario y financiero europeo y occidental. No será suficiente un soberanismo respecto al expolio fiscal que sufren las Islas por parte del Gobierno Central. El Banco Central Europeo es una emanación del sistema monetario y financiero creado y controlado por las grandes familias de la Reserva Federal estadounidense. Una institución que, como ya he insistido otras veces, ha sido creada por unas “familias” capaces de arrancar al pueblo y al Gobierno de los Estados Unidos la más importante de sus prerrogativas y convertirla en el más decisivo de los monopolios privados: el de la emisión del dólar, el de su fabricación desde la nada y el del control absoluto de la masa monetaria circulante, con todo lo que ello comporta. Hablamos de una Reserva Federal que, eludiendo el control de las instituciones democráticas, puede “rescatar” bancos con cantidades anuales que triplican la de los presupuestos estatales. Hablamos de un Banco Central Europeo que, con su arbitrario modo de actuar (abriendo totalmente el grifo de la liquidez para los bancos pero no para los Estados) ha sido capaz de originar en España en pocos años una deuda soberana equivalente al PIB.

Es bien cierto que nuestra sociedad, mucho más adoctrinada de lo que es capaz de reconocer, no está preparada para aceptar esta realidad y, mucho menos aún, para dar la batalla frente a ella. Pero ¿en qué medida (pequeña o grande) esta situación es también responsabilidad de quienes pueden ser considerados la vanguardia intelectual y política de nuestra sociedad balear? Porque, absortos en lo local e inmediato, y sin tiempo ni tan solo para formarnos en estas grandes cuestiones globales, siempre acabamos olvidándonos de lo realmente importante por salvar las urgencias locales del momento. Sin embargo, como supo ver el canciller alemán Otto von Vismarck, “El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”. Y, como afirmó Martin Luther King, el verdadero líder es aquel que no sigue la opinión mayoritaria sino que la crea. ¿Está MES realmente dispuesto a ser ese tipo de líder? En caso afirmativo, el proceso catalán nos está indicando cada vez más claramente el camino a seguir.

Para una apuesta semejante hacen falta unas motivaciones personales y colectivas, unas raíces, mucho más profundas que las actuales. La Balanguera, el precioso himno oficial de Mallorca (adaptación de un poema de Joan Alcover, precisamente, y música del compositor catalán Amadeo Vives), lo expresa maravillosamente:

La Balanguera fila, fila,
la Balanguera filarà.
Girant l’ullada cap enrera
guaita les ombres de l’avior,
i de la nova primavera
sap on s’amaga la llavor.
Sap que la soca més s’enfila
com més endins pot arrelar
La Balanguera fila, fila,
la Balanguera filarà.

Mahatma Gandhi tenía tales motivaciones profundas: repetía una y otra vez que la suave voz de la Verdad le iba indicando el camino. Y a Martin Luther King le sostuvo en sus últimos y difíciles años la serena certeza (que le fue concedida en una insoportable noche) de que, si él tomaba partido por la justicia y se pronunciaba por la verdad, Dios estaría siempre a su lado:

“Después de un día particularmente fatigoso, me fui a acostar muy tarde. Mi mujer ya se había dormido y yo empezaba a hacerlo cuando sonó el teléfono. Una voz irritada dijo: ‘Escucha, negro, hemos tomado medidas contra ti. Antes de la semana próxima maldecirás el día en que llegaste a Montgomery’. Colgué, pero ya no pude dormir. Parecía como si todos los temores me hubiesen caído encima a la vez. Había alcanzado el punto de saturación.

Salté de la cama y empecé a ir y venir por la habitación. Finalmente entré en la cocina para calentar un poco de café. Ya estaba dispuesto a abandonarlo todo. Intenté pensar en la forma de esfumarme de todo aquel tinglado sin parecer un cobarde. En este estado de abatimiento, cuando mi valor ya casi había muerto, determiné presentar mi problema a Dios. Con la cabeza entre las manos, me incliné sobre la mesa de la cocina rezando en voz alta. Las palabras que dije a Dios aquella noche están aún vivas en mi memoria: ‘Estoy aquí tomando partido por lo que creo es de justicia. Pero ahora tengo miedo. La gente me elije para que los guíe, y si me presento delante suyo falto de fuerza y valor, también ellos se hundirán. Estoy en el límite de mis fuerzas. No me queda nada. He llegado a un punto en que ya me es totalmente imposible enfrentarme yo solo a todo’.

En aquel instante experimenté la presencia de la Divinidad como jamás la había experimentado hasta entonces. Parecía como si pudiese sentir la seguridad tranquilizadora de una voz interior que decía: ‘Toma partido a favor de la justicia, pronúnciate por la verdad. Dios estará siempre a tu lado’. Casi al momento sentí que mis temores desaparecían. Desapareció mi incertidumbre. La situación seguía siendo la misma, pero Dios me había dado la tranquilidad interior.

Tres noches más tarde pusieron una bomba en mi casa. Por extraño que parezca, acogí con tranquilidad el aviso de bomba. Mi experiencia con Dios me había dado nuevo vigor y nuevo empuje. Ahora sabía que Dios nos puede dar los recursos interiores necesarios para enfrentarnos con las tempestades y los problemas de la vida.

[…] Cuando las nubes bajas ensombrezcan nuestros días y las noches se hagan más oscuras que mil medias noches, recordemos que existe en el universo un Poder grande y bondadoso, cuyo nombre es Dios, que puede encontrar un camino donde no lo hay y transformar los ayeres lóbregos en mañanas esplendorosas. Él es nuestra esperanza para convertirnos en hombres mejores. Este es nuestro mandato para intentar hacer un mundo mejor.”

Para luchar por ese mundo mejor no hace falta ningún tipo de espiritualidad y mucho menos de revelaciones especiales como aquellas de las que gozaron ellos, pero la empatía con los más desfavorecidos y el anhelo de verdad y justicia, así como el amor a la propia tierra y cultura,  deben ser de la misma intensidad que las suyas para que nos liberen de caer en tantas mezquindades cotidianas, en tantas presiones miserables. No creo que, hoy y aquí, nuestros líderes políticos tengan que llegar a sacrificar sus vidas, como la entregaron ellos. Pero creo que sí necesitarán mucha dignidad y mucho coraje para no acabar anulados e incluso engullidos por un poderoso y perverso sistema que, con la inestimable colaboración de los grandes medios de comunicación, mantiene a la ciudadanía desinformada y confundida pero convencida de todo lo contrario.