Una vez más, muchos “líderes” de opinión y de la política han aprovechado unas afirmaciones del president Carles Puigdemont para desacreditarlo o incluso ridiculizarlo ante millones de españoles. Me refiero a las que realizó sobre la posibilidad de que los catalanes puedan decidir su integración o no en la Unión Europea. De nuevo se le ha intentado ridiculizar ante millones de españoles ignorantes que tan solo se “informan” en las televisiones o, a lo sumo, en las emisoras y diarios “serios”. O “normales”, como está de moda decir ahora, calificándonos implícitamente de anormales al resto de seres humanos. Españoles de la España profunda, tan ignorantes que ni saben que hay países europeos mucho más avanzados que el nuestro, como son Suiza, Noruega o Islandia, con una ciudadanía muy bien informada y muy lúcida, que no forman parte de la Unión Europea.
Sin hablar del Reino Unido que, formando parte de la Unión Europea desde 1973, ha decidido liberarse por fin del proceso cada vez más agobiante, que se está dando en ella, hacia una creciente centralización. Proceso que avanza de modo imparable. Un proceso que está conduciendo a una sorprendente concentración del poder por parte de las grandes familias globalistas –las verdaderas grandes mafias mundiales, digámoslo claro. Una concentración jamás vista en la historia, tan poderosa pero a la vez tan disimulada y silenciada por los grandes medios “normales”, que nuestros entusiastas españolistas, que cuelgan tantas banderas en sus balcones, ni son capaces de percibirla. No se enteran de lo que está pasando ante sus narices.
Estos “lideres” de opinión y de la política me recuerdan cada vez más a aquellos incitadores perversos y resentidos que en tantas películas de Hollywood, en especial en las ambientadas en un Far West sin ley, conducían a una masa aborregada hacia el linchamiento de aquellos que molestaban. A mí, por el contrario, las citadas declaraciones del president de la Generalitat respecto a la posibilidad de consultar a la sociedad catalana sobre su integración o no en la Unión Europea no hacen sino confirmarme la coherencia y la honestidad del proceso interior de una persona de una talla excepcional.
La consulta a la que el president se refiere está, desde mi punto de vista, tan estrechamente ligada al referéndum sobre la independencia que lo que me parece extraño es que no se las haya relacionado a ambas desde el comienzo mismo del Procés. Por mi parte siempre he tenido clara su estrecha relación. Ya en el año 2012, mi primer artículo sobre el Procés llevaba por título: “Catalunya, un nuevo estado… ¿en la Unión Europea?”. Dicho artículo terminaba así:
“¿Quién nos explica que el Banco Central Europeo es en este momento el instrumento con el que –prestando ingentes cantidades a los bancos a un interés prácticamente nulo, cantidades con las que los bancos a su vez compran los bonos por los que el Estado paga un elevado interés– [los grandes financieros] han conseguido que la mayor partida presupuestaria del Estado español tras la de las pensiones sea ya la del pago de intereses: casi 40.000 millones de euros este año, cantidad que se ha comido ya todos los recortes sociales realizados y que es igual a la de todos los ministerios juntos? […] ¿Tanto problema sería para una Catalunya independiente el encontrar cerradas las puertas de esa Unión Europea que se ha ido convirtiendo en un nuevo mecanismo, en el ámbito europeo, para el mayor y más global saqueo de la historia? Yo creo que es más bien lo contrario: son los mercaderes de la financiarización y los mercenarios de la guerra los que no son dignos de Catalunya. Estos desalmados solo ceden cuando los pueblos aguantan en pie su embestida.”
Que el president haya ligado la consulta sobre la integración en la Unión Europea y el referéndum sobre la independencia no es nada extraño. Lo extraño es que se haya podido esperar algo bueno de gentes como el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker. Lo extraño es que no haya surgido ya antes la cuestión sobre la calaña de este alto funcionariado europeo que nadie ha elegido, que tienen un enorme poder de decisión y que solo están en esa posición porque han sido colocados ahí por unos grandes y criminales padrinos. Sí, criminales. Quien aún no se haya dado cuenta de ello, mejor “que se lo haga mirar”, como dicen los catalanes. Sí, criminales. Por más que pretendan que el fallecimiento de miles de seres humanos por causa de sus políticas de austeridad y recortes son tan solo los inevitables “efectos colaterales” de unas decisiones que ellos consideran necesarias. Sin referirnos al sufrimiento de millones de víctimas no mortales. Ni tampoco a los millones de víctimas de sus guerras para “proteger a los pueblos” y llevarles “la democracia”.
Si algún error puede haber habido en el Procés este no sería tanto, en mi opinión, el de no haber sido suficientemente consciente del gran autoritarismo y violencia del “régimen” (que incluye, por supuesto, al PSOE, al menos como colaborador necesario) como, sobre todo, el de no haber sido conscientes de la ciega servidumbre de estos altos funcionarios europeos a las élites globalistas. Unas élites que tienen como su mayor enemigo el despertar político de los pueblos y su movilización.
El problema no son las gentes del “régimen” español. Ellos tan solo son los vasallos de los vasallos europeos. Nunca se debería haber perdido esta visión global. No se pueden desconocer informaciones claves que muestran a las claras quienes son aquellos que en realidad tienen el poder para mover los hilos, informaciones como las proporcionadas por la única auditoría que se ha podido hacer nunca a la Reserva Federal: en solo dos años y medio de “rescate” bancario, fueron entregados a los grandes bancos ¡mas de 16 billones de dólares! Ocho veces más que el presupuesto militar mundial anual. Frente a esto, todos los otros datos palidecen, son insignificantes.
Pero ese hipotético error ha quedado ya, desde mi punto de vista, suficientemente subsanado tanto con la magistral jugada de autoexilio del president en Bruselas, que está concitando muchas y buenas adhesiones de sectores y fuerzas de la auténtica Europa de los pueblos, como con la reciente manifestación multitudinaria, también en Bruselas, bajo el lema “Desperta, Europa”.
En los diferentes artículos que he escrito durante estos últimos meses sobre el Procés (el primero de ellos el mismo 1 de octubre, bajo el impacto formidable de lo que los catalanes fueron capaces de hacer) existe una constante: el Procés es mucho más que un proceso independentista. Julian Assange lo formuló magníficamente diciendo: «El caso catalán es el proyecto más gandhiano desde Gandhi. Lo que está pasando en Catalunya es la redefinición de la relación entre la gente y el estado».
La sociedad catalana debería ser cada vez más consciente de que lo que están haciendo no es solo por Catalunya sino por toda la humanidad. Seguro que el saberse la vanguardia del mundo que viene les dará aún más fuerza. Este conflicto se ha desencadenado precisamente en España porque han confluido unas circunstancias especiales, unos contrastes demasiado pronunciados: un pueblo catalán informado, digno y amante de su historia y su tierra que choca frontalmente con un régimen extremadamente centralista y autoritario. Un régimen con incluso demasiados elementos aún franquistas y fascistoides en su seno.
Por eso, el Procés aparece en su cara más visible como un conflicto por la independencia respecto a una España intolerante, uniformadora, despreciativa hacia las diferencias y con un resentimiento contra Catalunya en especial. Pero se trata de mucho más que un proceso independentista. Como afirmó el pasado día 7 el diputado Antoni Castellà, ante las cámaras en Bruselas en plena manifestación: “No es Rajoy el que puede trontollar, sino la Unión Europea”. De ahí tanta tolerancia por parte de esas élites funcionariales europeas, e incluso tanto apoyo, a las arbitrariedades legales y la represión violenta contra los independentistas catalanes en este decadente Reino de España. Aunque, como Gandhi sabía muy bien, la historia demuestra que con frecuencia la resistencia digna y no violenta que no desfallece obliga al represor a tomar medidas cada vez más extremas, medidas que finalmente serán insostenibles ante la comunidad internacional.
Neus verges
Inmens!!!! El nostre gran Presidente Puigdemont!!!!
VISCA CATALUNYA INDEPENDENT!!!!