Necesitamos malos para que los buenos podamos hacer la guerra ANÓNIMO
¡Y qué suerte ser de los buenos! Ahora todos contra Putin, a defender a Ucrania de las ansias imperialistas soviéticas. Incluso los progresistas más progres defienden la intervención militar de la OTAN (de entrada NO, decía Felipe González). Desde que Estados Unidos de América se arrogó el «deber de defender la democracia» en todo el mundo, la pauta siempre ha sido la misma: derribar a los gobiernos que no se doblan a los intereses económicos de las grandes corporaciones. Mi generación lo vivió por primera vez en los años setenta, con el golpe militar de Pinochet contra Salvador Allende, apoyado por la CIA. Le siguieron Panamá, Uruguay, Argentina… dictaduras sanguinarias propiciadas por Estados Unidos contra gobiernos progresistas, y el saqueo de los recursos naturales de estos países.
A principios de los años 80, la CIA y los servicios secretos de Reino Unido, Pakistán y Arabia crearon, con el objetivo de expulsar a los soviéticos de Afganistán, un grupo de extremistas y fundamentalistas islámicos que reunió a 50.000 combatientes –muyahidines– de más de medio centenar de países. En ese escenario aparece Bin Laden, que en 1988 fundaría Al Qaeda.
En África, a principios de los años noventa, Paul Kagame, formado en las academias militares de Estados Unidos, con el Frente Patriótico Ruandés inició una escalada violenta contra Ruanda, hasta que en 1994 el asesinato de los presidentes hutus de Burundi y Ruanda desató los dos genocidios que provocaron más de seis millones de muertes. A pesar de que los altos tribunales de Francia y España han condenado a Kagame y su gobierno, sigue teniendo el apoyo de los gobiernos occidentales y sus opositores están encerrados en prisión o asesinados.
Y qué decir de Irak y las armas de destrucción masiva inexistentes, hoy convertido en un estado fallido y sus recursos naturales saqueados por las multinacionales.
Luego le tocó a Libia, el estado con la renta per cápita más alta de África. Pero Gadafi defendía la unión de los estados africanos y una nueva moneda de referencia que sustituyera al petrodólar. Su linchamiento fue televisado en directo junto con las impúdicas risas de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Hoy Libia es un estado fallido y sus recursos expoliados.
Luego tocó el turno a Siria. Según el coronel Pedro Antonio Baños, ex jefe de Contra inteligencia y Seguridad del Cuerpo del Ejército Europeo: “Siria, bajo el gobierno autoritario de Bashar al-Ásad, era un país laico y tremendamente tolerante desde el punto de vista religioso. El partido Baaz de Bashar al-Ásad defendía un socialismo muy particular, marcadamente anticapitalista, panarabista y enfrentado a las monarquías del Golfo… Aprovechando el estallido de las primaveras árabes, estas monarquías y Estados Unidos trasladan a presos de las prisiones de Irak a Siria, se les dota de armamento y se les financia con generosidad. En poco tiempo, pasan de 1000 a 5000, son llevados y pagados desde muchos lugares del mundo. Son fanáticos, gente marginada, mercenarios… Pero al mundo sólo le dicen que al-Ásad bombardea a su pueblo, con el apoyo de Rusia. Paradójicamente, el perverso Putin defendió a un gobierno legal de un país miembro de Naciones Unidas, mientras Obama defendía a mercenarios islamistas fanáticos (confirmado por los cables de Hillary Clinton publicados por Wikileaks). Seguramente, si no hubiera sido por el apoyo de Putin, hoy Siria sería otro estado fallido, gobernado por islamistas y saqueado por los de siempre.
Y, finalmente, recordemos que el actual régimen ucraniano llegó al poder gracias a un golpe de estado en el que participaron grupos filo nazis. Así que, con estos antecedentes, ¡NO A LA GUERRA!