Se me ha pedido “un análisis de la situación general de la zona de los Grandes Lagos”. Y si he de ser sincero, no tengo otra opción que la de decir lo siguiente: humanamente, según la lógica de los acontecimientos, el panorama es realmente desolador. Faltan tan solo un par de días para que se cumpla el 24º aniversario de aquel terrible 6 de abril de 1994 en el que Paul Kagame abrió las puertas del averno, lúcidamente, conscientemente, y su impunidad sigue siendo absoluta. Peor aún, al actual desolador panorama, que luego veremos con un poco más de detalle, se ha añadido una pésima noticia: el futuro del coche eléctrico dependerá en una enorme medida de los abundantes recursos de cobalto del Congo.
Lo paradójico es que en principio debería tratarse de una gran y esperanzadora noticia para todo el África de los Grandes Lagos y en especial para el Congo. Pero en esa sufrida región las cosas no tienen lógica alguna, más allá de la lógica del pillaje ejecutado por un verdadero monstruo que hace y deshace a su antojo con el beneplácito absoluto de “la comunidad internacional”. Pillaje al que acompañan todos los daños “colaterales” imaginables e inimaginables: desestabilización permanente, miseria endémica, violencia de todo tipo -incluida la sexual-, crímenes inacabables… Daños que son “colaterales” para nuestro “civilizado” y “avanzado” Occidente, pero centrales, absolutos e irreversibles para las víctimas.
A comienzos de este año circuló por la Red un artículo titulado: “Un solo mineral amenaza la producción de ‘smartphones’ y autos eléctricos”.[1] Al título seguía este destacado: “La fabricación de automóviles eléctricos, ‘smartphones’ y otros dispositivos corre peligro a causa del alza de los precios del cobalto, el material principal de las baterías de litio. Durante los últimos 12 meses, su precio pasó de los 33.200 dólares por tonelada a los 75.000”. Transcribo dos párrafos de él:
“La producción de un ‘smartphone’ requiere de entre 5 a 10 gramos de cobalto, la de un ordenador portátil de cerca de 30 gramos, mientras que la batería de un vehículo eléctrico necesita de 5 a 20 kilogramos [mil veces más que un smartphone, aclaro] de este metal. A lo largo de los próximos dos años el parque mundial de autos eléctricos puede alcanzar los 282 millones de unidades. En otras palabras, el 16% del parque automovilístico mundial, según los analistas de la organización de estudios de mercado BNEF (Bloomberg New Energy Finance). Las empresas fabricantes de automóviles afrontan cada vez más problemas a la hora de firmar contratos de suministros de cobalto.
De acuerdo con los datos de la agencia de estadística Statista, las reservas mundiales de cobalto en 2016 eran de más de 6 millones de toneladas. La República Democrática del Congo tenía unas reservas de 3,4 millones de toneladas, las mayores del mundo. Está previsto que para el año 2022 la producción de cobalto crezca hasta las 219.000 toneladas al año, en comparación con las 122.000 toneladas de 2017. La mayor parte de la producción provendrá de la República Democrática del Congo.”
Me he extendido un poco en el desarrollo de esta noticia ya que, desde mi punto de vista, si no nos centramos en esta realidad fundamental, nuestros análisis tendrán bastante de divagación insustancial. Esta mala noticia es la culminación de una serie ya larga de acontecimientos que van desde la nefasta e impune invasión de Ruanda por parte de Uganda y el FPR -que enseguida lideraría Paul Kagame- el 1 de octubre de 1990 hasta el penoso espaldarazo del papa Francisco a la versión oficial del genocidio -que es el fundamento sobre el que se asienta tanta impunidad-, al pedir pública y solemnemente perdón a Paul Kagame, que es precisamente el mayor responsable de él.
Al intentar enumerar en unas rápidas pinceladas tal sucesión de acontecimientos nefastos, podría referirme a la marginación de personalidades clave como el secretario general de la ONU Boutros Ghali o la fiscal del TPIR Carla del Ponte. O a la utilización misma del TPIR como arma de guerra, con complicidades tan graves como la de Human Rights Watch, como denunció el antiguo attorney general de Estados Unidos Ramsey Clark. O a la desactivación de las órdenes de arresto emitidas por el juez Jean-Louis Bruguière, mediante toda una serie de intrigas que hace unos años ya analizó, entre otros, un testigo excepcional aquel 6 de abril en Kigali: el coronel Luc Marchal, vicecomandante de la MINUAR.[2] O a la desactivación de las otras órdenes internacionales de arresto, las del juez Fernando Andreu, resultado de las presiones de Estados Unidos, como quedó en evidencia en diversos cables de Wikileaks…
Toda esta sucesión de desastrosos acontecimientos no es algo casual ni extraño. Existe un denominador común, analizado muy bien por, entre otros, Charles Onana o Patrick Mbeko: Paul Kagame es en este momento no solo en el África Central sino en todo el continente africano el subcontratista, gendarme y hombre fuerte de los grandes poderes económicos occidentales. Desde que Estados Unidos, el Reino Unido y Bélgica lo auparon al poder -a costa incluso de un genocidio- este gran criminal ha colmado todas las expectativas de sus padrinos. En su reciente artículo titulado “El gran criminal Paul Kagame domina el continente africano”, PatricK Mbeko escribe: [3]
“En 1994, los estadounidenses se dirigieron a los responsables ruandeses hutus y les propusieron que aceptaran convertir a su país en un centro neurálgico para las operaciones clandestinas de los Estados Unidos en África central. Un documento de la CIA ‘altamente confidencial’ resume claramente el plan de acción estratégico de Estados Unidos para Rwanda, […]
Como ha observado notablemente mi amigo Charles Onana, que ha investigado extensamente el asunto, ‘lo que la CIA propuso al gobierno interino hutu y se negaron a hacer era convertir a Ruanda en un área de operaciones encubiertas. […] el lugar donde […] preparar el saqueo y la desestabilización de los países extranjeros.[…] Este documento de la CIA ayuda a comprender el interés desmesurado que Estados Unidos tiene en Ruanda, un país pequeño que prácticamente no cuenta con recursos, y el apoyo proporcionado a Paul Kagame y a su movimiento político-militar.
Washington considera a Paul Kagame como un gran estratega militar, alrededor del cual se decidió promover la estabilidad de la región de los Grandes Lagos. ‘Esta estabilidad en salsa americana es la desestabilización del Congo con su cortejo de millones de muertes, el saqueo masivo de los recursos que pasan a través de Ruanda para llegar a Europa y a Estados Unidos, la desestabilización de Sudán y Burundi, que acaba de rozar una guerra civil alimentada por Kigali, etc.’ […]”
Es desde este análisis desde donde podemos entender los problemas que ha tenido Pierre Nkurunziza en Burundi para prolongar su mandato. O la permanencia, por el contrario, en el poder en el Congo de alguien como Joseph Kabila, cuyo origen ruandés y su posición al servicio de Paul Kagame ya es conocida por todo el mundo.
Pero frente tanta desolación existe otra lectura de la realidad. Podría ser comparada metafóricamente con “la otra cara” del tapiz de la Vida, la cara “buena” de ese único tejido que, entrelazado estrechamente en la urdimbre, revela en toda su belleza y esplendor el diseño de la verdadera imagen que no llegamos a descubrir desde la cara de lo cotidiano. En esa cara “buena” lo que yo veo es que en este preciso momento estamos en el corazón mismo de la octava pascual, en la que resuena cada día un Hoy litúrgico intemporal en el que la Vida vence a la muerte, la Verdad a la mentira… Y veo también que hoy, 3 de abril de 2018, es precisamente el 50º aniversario del último discurso -en realidad un sermón lleno de la fuerza del Espíritu- de Martin Luther King.[4] Fue la noche anterior a su asesinato. Ese sermón forma parte, para mí, del patrimonio espiritual de la humanidad. Un sermón imprescindible en un análisis como el que hago ahora. Por más innecesario y hasta fuera de lugar que pueda parecer a aquellos “sabios y entendidos” que consideran que hay que limitarse a hacer unos sesudos análisis lo más “científicos” posibles:
“Se nos vienen días difíciles. Pero ahora no me importa, porque he estado en la cima de la montaña. No me importa. Como a cualquier persona me gustaría vivir una larga vida. Pero eso no me preocupa ahora. Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allí con ustedes. Pero quiero que sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida. Así que esta noche estoy feliz, no me preocupa ninguna cosa. ¡No le temo a ningún hombre! ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor!”
Son tiempos recios, solo aptos para dos tipos de gentes. Tiempos para inconscientes, idiotizados por unos poderosos medios al servicio de sus dueños. Masas que claman contra la asesina del niño Gabriel pero que, lobotomizados, contemplan plácidamente en las pantallas de sus televisores al presidente de la Unión Africana Paul Kagame, asesino de millones de niños. O tiempos para gentes, por el contrario, tan lúcidas como Martin Luther King o Monseñor Christophe Munzihirwa, que saben que la Verdad vencerá a este mundo de mentiras e injusticias. Más aún, ya lo ha vencido. Gentes como, Victoire Ingabire Umuhoza o Déogratias Mushayidi. Vienen a veces a mi interior las imágenes de sus rostros limpios, hasta ingenuos, de los días del Diálogo Intra Ruandés.
Son tiempos para gentes tan lúcidas pero a la vez tan generosas como ellos, gentes dispuestas a no tener ya nunca más una vida propia, una vida “normal”… Gentes capaces de encuadrar su vida en un marco mucho más amplio que el de una vida “normal”, un marco de eternidad. Gentes capaces de estar dispuestos a que sus vidas sean una sucesión de problemas y penalidades de todo tipo (económicos, de difamaciones y calumnias, de agresiones…) aunque sostenidos siempre por la fuerza y hasta el gozo del Espíritu. Gentes capaces de aguantar las embestidas del poder, gentes que a los primeros ataques no se plieguen y se adapten a los criterios de este mundo: hay que ser “prácticos” y “posibilistas”, no pretendamos enfrentarnos al régimen de Kagame y mucho menos a “la comunidad internacional”, limitémonos a salvar y ayudar a los individuos concretos, si somos tan estrictos nos vamos a quedar solos… Son tiempos para estos dos tipos de gentes que están en las antípodas, los inconscientes y los “soñadores”, pero no para las gentes “normales”: gentes bien informadas pero sin la fuerza interior de Victoire o Deo, y sus colaboradores. Porque en ese ámbito, el de las gentes “normales”, no hay otra alternativa que la del pesimismo. Porque como se suele decir, los pesimistas no son otra cosa que optimistas bien informados.
[2] https://l-hora.org/?p=8023&lang=es El coronel Luc Marchal volvió a analizar de nuevo todo este dossier en 2015, pero este artículo contiene más información personal y directa.
[3] https://l-hora.org/?p=7683&lang=es
[4] https://www.youtube.com/watch?v=QOmYMBfcUm4