La semana pasada, el Secretario General de las Naciones Unidas, señor Ban Ki-moon, en un discurso en Madrid afirmó que «Cataluña no figura en la categoría de territorios a los que la ONU reconoce el derecho de autodeterminación». De estas palabras se hicieron amplio eco todos los medios de comunicación, especialmente los de la capital. Pero, ¿de donde se saca Ban Ki-moon tal aseveración? ¿Cuando aprobó la ONU las categorías de territorios a los que les reconoce el derecho de autodeterminación? ¿Con qué criterios? ¿Por qué Quebec y Escocia entran en la categoría de los territorios a los que se les reconoce este derecho y Cataluña no? Por supuesto, estas categorías no existen, Ban Ki-moon se las inventó. Lo único que existe al respecto es el artículo 1 del Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, de 1976, que dice: «Todos los pueblos tienen el derecho a la autodeterminación». En ninguna parte se habla de categorías. Entonces, ¿por qué Ban Ki-moon, al que, en virtud de su cargo le deberíamos exigir una escrupulosa neutralidad, ha tomado partido de manera tan descarada en contra de Cataluña?
¿Tal vez, conociendo mejor al personaje, podremos responder a esta pregunta? ¿Quien es Ban Ki-moon? O, por sus hechos lo conoceréis. Sólo pondré dos ejemplos, los que nos son más cercanos, que nos ayudarán a entender su gestión al frente de las NNUU, y, de paso, entenderemos que esta organización se ha convertido en ineficaz a la hora de resolver los conflictos internacionales.
Para empezar, Ban Ki-moon, en 2010, nombró a Kagame, presidente de Ruanda, junto con Zapatero, co-presidentes de un grupo para liderar los Objetivos del Milenio contra la Pobreza – los calificó, ni más ni menos de «héroes de nuestro mundo». Este nombramiento provocó el rechazo de más de doscientas organizaciones del Estado español. El escándalo fue de grandes dimensiones ya que Kagame está acusado por el Tribunal de la Grande Instance de Francia y por la Audiencia Nacional Española de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, genocidio, magnicidio, terrorismo, pillaje, violaciones… además del asesinato de nueve ciudadanos españoles, cooperantes y religiosos. Tales crímenes, los más horribles que existen, provocaron el genocidio ruandés de 1994 y el posterior exterminio de millones de hutus entre Ruanda y el Congo. Este es el personaje elegido por Ban Ki-moon para liderar la lucha contra el hambre y la pobreza.
El segundo hecho aún nos es más cercano, aunque está relacionado con el mismo caso. Precisamente la persona que impulsó la querella criminal contra Kagame fue el mallorquín Joan Carrero, junto con los familiares de las nueve víctimas españolas. Y, en 2008, el magistrado de la Audiencia Nacional Española, Fernando Andreu, dictó un Auto judicial que ordenaba la búsqueda y captura internacional de cuarenta altos cargos del Frente Patriótico Ruandés, que actualmente gobierna Ruanda. Como nos podemos imaginar las presiones políticas del gobierno ruandés y de su presidente Kagame han sido durísimas. Y es cuando vuelve a intervenir Ban Ki-moon. No sólo quiere lavar el nombre del dictador ruandés, sino que crea un Grupo de Expertos del Consejo de Seguridad de las NNUU, que, con el pretendido objetivo de investigar el terrorismo que existe en el Este del Congo, en la frontera con Ruanda, acusa Juan Carrero de financiar a los grupos terroristas que operan en la zona. Tal acusación tuvo amplio eco en algunos diarios españoles que le dedicaron un amplio despliegue. Afortunadamente ninguna de las acusaciones no tenía fundamento y las principales instituciones de Baleares, Parlamento, Consejo y Ayuntamiento de Palma, por unanimidad de todos los grupos políticos, aprobaron medidas de apoyo a Juan Carrero y de rechazo a las infames acusaciones. Y, aún más, cinco cables de Wikileaks denunciaron la conspiración que había urdido el Departamento de Exteriores de los EEUU, con la complicidad del Gobierno para desacreditar a Juan Carrero y, de paso, desactivar la querella criminal contra Kagame.
Por supuesto, Ban Ki-moon nunca respondió las quejas que le llegaron desde distintas instancias, ni depuró responsabilidades por haber calumniado a uno de los mayores luchadores por la paz y la justicia que existen en la actualidad.
Bueno, ahora ya conocemos un poco más al personaje. Una vez más se ha puesto en contra del débil y a favor del poderoso. En lugar de velar por el cumplimiento de los Pactos y Tratados impulsados por las Naciones Unidas, los manipula para ir contra quienes piden su amparo. Y sin embargo, Cataluña tiene tanta categoría que lo merece todo.