Hace unos días se reunieron el presidente del Gobierno y la presidenta de la Comunidad de Madrid para acordar medidas conjuntas para combatir la pandemia, que está descontrolada absolutamente en la capital y en buena parte de la Comunidad de Madrid. Los resultados del encuentro fueron escasos, más allá de anunciar la creación de un grupo de trabajo conjunto que se reunirá periódicamente; pero que no ha durado ni dos días por la negativa de Díaz Ayuso a endurecer las medidas que deberían adoptarse. Eso sí, la puesta en escena de la rueda de prensa conjunta fue más propia de la China comunista de Mao que de un estado moderno europeo: una gran alfombra roja y decenas de banderas españolas y de la Comunidad de Madrid arropando a los dos dirigentes, ambos cubiertos con la correspondiente mascarilla que lleva la bandera de España.
Es curioso como los dirigentes del PSOE y del PP, a los que podemos añadir los de VOX y también los de Ciudadanos, han utilizado la pandemia para hacer profesión, mejor podríamos decir exhibición impúdica, de su nacionalismo exacerbado; aunque, ya lo sabemos, los nacionalistas son los otros. El disparo de salida en la carrera para demostrar la españolidad lo dio Pedro Sánchez apelando a la unidad nacional al anunciar el estado de alarma, continuó con las ruedas de prensa diarias del grupo de expertos en el que había más militares que civiles. La escalada de patrioterismo histriónico ha continuado hasta la performance madrileña de los dos presidentes y si esto no era suficiente, la presidenta madrileña nos regaló su proclama: «No podemos tratar a Madrid como al resto. Es su forma de ser, su libertad, su amplitud de horarios…». Mientras, continúan creciendo de manera alarmante los contagiados y los muertos en la capital, que amenazan al resto de territorios del Estado. Se ve que las banderas y las proclamas patrióticas no detienen al virus.
Y, ¿queréis decir que es necesaria tanta bandera? ¿A qué viene tanta exhibición de amor a la Patria? A no ser que se les pueda aplicar el refrán que dice «dime de qué presumes y te diré qué te falta». Está claro, se envuelven con la bandera de España para tapar su ineptitud. Así es, más les valdría a los madrileños, y por extensión a todos los ciudadanos del Estado, que los patriotas gobernantes de Madrid no hubieran desguazado la sanidad pública, ni privatizado hospitales, ni reducido el número de profesionales de la sanidad… Y ahora, la presidenta madrileña exclama «en España no hay médicos».
Tanto a unos como a otros, más les valdría que demostraran su amor a España investigando el enriquecimiento ilícito de la monarquía y exigiéndole responsabilidades; también podrían dejar de maniobrar para controlar el poder judicial carcomido, que ha sido puesto en evidencia por los tribunales europeos y por las Naciones Unidas; así como desmantelar las cloacas del Estado, que conspiran para desacreditar a los adversarios políticos; podrían atacar la corrupción, que saquea las arcas públicas, y evitar el fraude fiscal… Tal vez así tendríamos los recursos necesarios para tratar dignamente a los sanitarios y evitar que emigren a Inglaterra, a Francia o a Portugal. Miles de profesionales de la sanidad al terminar la carrera cada año emigran de España buscando trabajo o mejores condiciones laborales.
Pero los patriotas españoles ya les va bien esta España. Y tapan con la bandera el hecho que no remedien todos estos problemas.