En este artículo, nos proponemos analizar y comprender las razones que llevan a la diplomacia del actual Gobierno belga, apodado «Arizona» y dirigido por el valón Maxime Prévot (del partido Les Engagés) como ministro de Asuntos Exteriores, a adoptar una postura que conduce, de forma casi sistemática, a la humillación de Bélgica como Estado y nación por parte del régimen dictatorial del general Paul Kagame en Ruanda.
Presentación del contexto y de la señal de ruptura diplomática
Para comprender el alcance de esta humillación, conviene ante todo situar los acontecimientos en su contexto, empezando por la fuerte señal que supone la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Kigali y Bruselas. Esta ruptura marca un punto de inflexión en las relaciones bilaterales, poniendo de relieve las dificultades y tensiones subyacentes entre ambos países.
Recordemos que, el 17 de marzo de 2025, el régimen de Paul Kagame anunció de forma repentina y para sorpresa general la ruptura de sus relaciones diplomáticas con el Reino de Bélgica, dando a los diplomáticos belgas un plazo de 48 horas para abandonar el territorio ruandés. Al mismo tiempo, el Gobierno ruandés prohibió todas las actividades de interés belga en Ruanda, empezando por la Escuela Belga de Kigali, un centro de enseñanza secundaria que existe desde hace más de sesenta años.
Para justificar esta medida de extrema gravedad en el plano diplomático, el régimen de Paul Kagame publicó un lacónico comunicado en el que afirmaba que Bélgica se inclinaba cada vez más del lado de la República Democrática del Congo en el conflicto que la enfrenta a Ruanda. A continuación, reprendió a Bélgica por acoger en su territorio a los autores del genocidio de 1994, por seguir dando cobijo a los negacionistas del genocidio tutsi y, en general, a las personas portadoras de la «ideología genocida».
Reacciones de Bélgica a través de su ministro de Asuntos Exteriores
Una vez pasada la sorpresa, Bélgica expresó su pesar por la decisión de Kigali a través del viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, Maxime Prévot. Este calificó la medida de desproporcionada y lamentó que, cuando surge un desacuerdo entre los dos países, Ruanda prefiera romper el diálogo en lugar de mantenerlo.
También indicó que había invitado a su homólogo ruandés, Olivier Nduhungirehe, a reunirse con él durante su visita a Bruselas. Sin embargo, este rechazó la invitación de forma despectiva, como veremos más adelante.
Las insistentes gestiones del ministro belga de Asuntos Exteriores ante el régimen de Paul Kagame
Desde la ruptura diplomática, el ministro Maxime Prévot ha multiplicado sus gestiones , a veces hasta forzar las ocasiones, para apaciguar al régimen de Kagame. Estas iniciativas, marcadas en varias ocasiones por actitudes percibidas como reverencias, han llevado al ministro, y a través de él a Bélgica, a situaciones que muchos consideran humillantes.
El objetivo parece ser convencer a Paul Kagame de que restablezca las relaciones diplomáticas rotas en marzo de 2025, dando la impresión de que Bélgica ha salido más perjudicada de esta ruptura y que, por lo tanto, debe ceder en todo, aun a riesgo de exponerse a rechazos por parte de Kigali.
Ausencia de medidas de reciprocidad
Contrariamente a las costumbres diplomáticas, Bélgica no ha tomado ninguna medida recíproca contra Ruanda. Las numerosas organizaciones ruandesas activas en Bélgica no han sufrido ninguna restricción, incluidas las directamente vinculadas al poder de Kigali. Peor aún, desde marzo de 2025, las células del partido-Estado FPR parecen haber intensificado sus acciones destinadas a intimidar no solo a los belgas de origen ruandés opuestos al régimen de Kagame, sino también a los ciudadanos belgas que expresan críticas hacia el poder ruandés.
Iniciativas consideradas complacientes
Al mismo tiempo, el ministro de Asuntos Exteriores belga parece esforzarse por evitar cualquier acción que pueda desagradar al régimen de Kigali. Así, el Instituto Egmont canceló la presentación de un libro sobre Ruanda por razones de «sensibilidad diplomática», según el ministro. El autor, Filip Reyntjens, profesor emérito de la Universidad de Amberes, debía presentar su obra el 9 de septiembre de 2025. El evento fue finalmente cancelado a petición del Ministerio de Asuntos Exteriores, que temía que la celebración de la conferencia comprometiera los esfuerzos de Maxime Prévot por restablecer unas relaciones pacíficas con Ruanda.
Burlas y arrogancia del régimen de Kagame. Amenazas de reciprocidad
A los ruandeses que temían posibles medidas de reciprocidad si Bélgica aplicaba a Ruanda las mismas sanciones que las impuestas por Kigali, es decir, el cierre en 48 horas de todos los establecimientos y actividades belgas en Ruanda, el régimen de Kagame les respondió con desdén. Les aseguró que Ruanda nunca había esperado nada de Bélgica y que no tenía nada que ganar, añadiendo que, por el contrario, era Bélgica la que se beneficiaba de sus relaciones con Kigali.
Cuando el ministro ruandés Olivier Nduhungirehe fue contactado por su homólogo belga, deseoso de reanudar el diálogo durante una visita a Bruselas para una reunión en la sede de la Unión Europea, rechazó secamente la invitación. Con un toque de burla, afirmó que no iba a Bélgica, país con el que Ruanda ya no mantiene relaciones diplomáticas, sino a la Unión Europea.
El colmo de la humillación: la estancia del ministro Prévot en Kigali (18-20 de noviembre de 2025)
El viaje de Maxime Prévot a Ruanda no puede interpretarse como un simple gesto protocolario. Tiene un fuerte significado simbólico que Kigali supo aprovechar de inmediato.
Nada más llegar, se le notificó al ministro Prévot que, contrariamente a lo que había declarado antes de su partida, es decir, que viajaba a Ruanda únicamente para asistir a la Cumbre de la Francofonía, de la que Bélgica es miembro, y no para realizar una visita oficial a un país que ha roto sus relaciones diplomáticas con Bruselas , debía considerarse huésped de Ruanda, y no de la OIF.
Su homólogo ruandés, Olivier Nduhungirehe, le indicó que se encontraba en visita oficial a Ruanda, que determinaría el programa y el protocolo de su estancia. Maxime Prévot se vio así obligado a rendir homenaje en el Memorial del Genocidio de Gisozi y a escribir un mensaje en el libro de visitas. El texto que debía copiar, redactado y validado por los servicios ruandeses, le fue entregado tal cual.
También se vio obligado a acudir al campamento de Kigali, donde diez cascos azules belgas fueron asesinados el 7 de abril de 1994, para depositar una ofrenda floral. En esa ocasión, tuvo que declarar que Bélgica lamentaba no haber impedido el genocidio.
Prévot aceptó todas estas exigencias y las cumplió escrupulosamente, tanto en el Memorial de Gisozi como en el campamento de Kigali.
El ministro Maxime Prévot «fue a Canossa», plegándose a las exigencias del régimen de Paul Kagame. Este episodio se asemeja claramente a un acto de sumisión destinado a obtener la «reconciliación» con el poder ruandés. Sin embargo, según las reacciones de la prensa local, este cambio de postura no ha servido de nada: los comentarios no han sido más que sarcasmos, insultos hacia Bélgica y desprecio hacia su representante.
Además, Maxime Prévot habría sido amonestado en privado por Louise Mushikiwabo, quien le habría intimado a apoyar su candidatura a un tercer mandato al frente de la OIF en 2026. Según el relato, convertido en un auténtico «rehén en Kigali», el ministro belga no habría tenido más remedio que aceptar para evitar una crisis adicional.
Tras estas muestras de deferencia, la reacción del régimen volvió a ser desdeñosa, incluso abiertamente acusatoria. Este clima quedó patente en un artículo del medio de comunicación progubernamental IGIHE, firmado por Tom Ndahiro.
El 20 de noviembre, este publicó un texto con un título provocador: «Ideología del genocidio: Bélgica, guardiana del patrimonio genético», que concluía con estas palabras: «Hasta ahora, las palabras de Maxime Prévot son más que vanas. Son insultantes. Porque el incendiario ha vuelto al pueblo, con una manguera en la mano, gritando «¡Fuego!», mientras vierte discretamente aún más queroseno en el pozo. »
¿Por qué?
Para intentar comprender este espectáculo diplomático en el que uno , Ruanda, juega con la arrogancia y la humillación, mientras que el otro, Bélgica, parece suplicar una reconciliación, solo disponemos de especulaciones que plantean más preguntas que respuestas.
Todo ciudadano belga tiene derecho a preguntarse legítimamente:
¿Tiene Bélgica una deuda oculta, moral o material, con el régimen de Paul Kagame, más que con Ruanda en sí?
¿Qué beneficios obtenía Bélgica de su relación con el régimen ruandés, hasta el punto de parecer perder algo cuando Kigali rompió los lazos? Y, por su parte, ¿qué esperaba ganar Ruanda al romper esas relaciones, al tiempo que daba a entender que se trataba de un sacrificio consentido?
¿Qué podría llevar a un ministro de Asuntos Exteriores a aceptar tal humillación, y a humillar así a su país, con la esperanza de recuperar el favor de Paul Kagame?
¿Por qué motivos un ministro belga llegaría a restringir los derechos fundamentales de sus propios ciudadanos, la libertad de expresión y la libertad de prensa, para no contrariar a una dictadura que, por su parte, viola sistemáticamente esos mismos derechos?
¿Qué grupos de presión pro-Kagame hay activos en Bélgica? ¿De dónde sacan una influencia tan considerable que no solo logran influir en los responsables políticos, como en otras partes del mundo, sino también orientar la política exterior hasta el punto de imponer actitudes de contrición y autoflagelación hacia un régimen autoritario?
Conclusión
Parece indispensable que el Gobierno belga proporcione explicaciones y aclaraciones sobre esta situación. Los representantes del pueblo, diputados y senadores, tienen el deber de interrogar al ejecutivo. En una democracia parlamentaria, donde la oposición tiene pleno derecho a existir y donde todo gobierno se basa en una coalición, ninguna pregunta debería ser tabú. Incluso los expedientes clasificados como «secretos de defensa» pueden hacerse públicos si el Parlamento lo exige.
Fuente: Echos d’Afrique
Foto: El ministro belga de Asuntos exteriores, Maxime Prévot, con su homólogo ruandés, Olivier Nduhungire.
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