Entre misiones de la ONU y acuerdos bilaterales, más de 5.000 soldados ruandeses actúan en la República Centroafricana bajo un doble mandato opaco. En vísperas de la renovación del mandato de la MINUSCA, el Consejo de Seguridad debe decidir: ¿mantenimiento de la paz o mantenimiento de la influencia?
Una reunión decisiva en el Consejo de Seguridad
El 29 de octubre de 2025, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió para examinar la situación en la República Centroafricana y el destino de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA).
Su jefa, la diplomática ruandesa Valentine Rugwabiza, abogó por el mantenimiento íntegro del personal de la misión, mientras que se está estudiando un plan para reducirlo en un tercio.
En un contexto de recortes presupuestarios impuestos por Estados Unidos en el sistema de las Naciones Unidas, varios países miembros se preguntan si es pertinente renovar esta costosa misión. La votación sobre el mandato de la MINUSCA está prevista para el mes de noviembre.
Pero detrás de este debate presupuestario se esconde una cuestión mucho más profunda: la confusión de roles e intereses en los despliegues militares de la ONU, en particular los de Ruanda, liderada por Paul Kagame.
Ruanda, inesperado campeón del mantenimiento de la paz
Desde hace una década, Ruanda se ha impuesto como uno de los principales proveedores de tropas de la ONU, solo por detrás de India, Egipto y Bangladesh.
Cada año, más de 10.000 soldados ruandeses se despliegan bajo la bandera azul de las Naciones Unidas en la República Centroafricana, Sudán, Sudán del Sur, Mozambique, Malí y Costa de Marfil.
A primera vista, este pequeño país de África Central parece ser un modelo de contribución internacional. Pero detrás de esta imagen halagadora se esconde una realidad más pragmática: Kigali ha encontrado en las misiones de la ONU una solución a sus propios retos internos.
Un ejército demasiado grande para un país pequeño
Ruanda, con sus 12 millones de habitantes, cuenta con un ejército estimado en cerca de 150.000 hombres, más que el ejército de tierra francés, que sin embargo proviene de un país de 68 millones de habitantes.
Este ejército, en gran parte monoétnico, representa una carga logística y financiera considerable para Kigali.
Para Paul Kagame, enviar sus tropas al extranjero es, por lo tanto, una estrategia con un triple beneficio: mantener ocupado un ejército sobredimensionado y evitar tensiones internas; hacer que terceros (la ONU o socios bilaterales) financien su mantenimiento y equipamiento; y reforzar su influencia regional, bajo el pretexto de intervenciones legítimas y humanitarias.
La República Centroafricana, laboratorio de una confusión inquietante
El caso centroafricano ilustra mejor que ningún otro esta ambigüedad.
Actualmente, más de 5.000 militares ruandeses están presentes en el país: unos 2.000 desplegados bajo el mandato de la MINUSCA y otros 3.000 operando en el marco de un acuerdo bilateral entre Bangui y Kigali.
¿Cuál es el problema? Todos estos soldados, dependan o no de la ONU, están equipados y remunerados por las Naciones Unidas, lo que difumina la frontera entre las fuerzas internacionales y las fuerzas ruandesas que actúan en interés nacional.
Una jefa de misión ruandesa… y juez y parte
Esta confusión se ve acentuada por el hecho de que la jefa de la MINUSCA, Valentine Rugwabiza, es ella misma ruandesa.
Propuesta y respaldada por Kigali, se encuentra al frente de una misión que incluye tanto a cascos azules ruandeses, oficialmente bajo su mando en la ONU, como a un contingente bilateral ruandés, dirigido por un oficial… que también es su asesor militar.
En otras palabras, el mando operativo y el mando bilateral se confunden.
Una situación única en la historia de las operaciones de paz de la ONU y una importante fuente de conflicto de intereses.
Cuando la ONU pierde su neutralidad
Sobre el terreno, esta doble presencia ruandesa crea una confusión total entre la población local y los observadores internacionales.
Los centroafricanos, a menudo incapaces de distinguir entre las tropas «de la ONU» y las tropas «bilaterales», se preguntan: ¿en nombre de quién actúan realmente estos soldados?
Y lo que es aún más grave, la neutralidad de la ONU se ve comprometida.
¿Cómo puede una misión que se supone que representa a la comunidad internacional estar dirigida por una representante de un Estado cuyas tropas actúan paralelamente según sus propios acuerdos e intereses?
Esta situación socava la credibilidad del mantenimiento de la paz en su conjunto y alimenta las críticas contra un sistema de la ONU considerado complaciente con ciertos regímenes autoritarios.
Las voces que se alzan para pedir cuentas
Ante este embrollo, es urgente que los actores regionales e internacionales pidan al Consejo de Seguridad que actúe antes de la renovación del mandato de la MINUSCA.
La oposición ruandesa y centroafricana, las ONG de defensa de los derechos humanos y algunos Estados vecinos (en particular la República Democrática del Congo, Congo-Brazzaville, Chad y Camerún) deberían exigir una aclaración urgente.
Hay tres preguntas que se repiten con insistencia: ¿cuál es la naturaleza exacta del despliegue ruandés en la República Centroafricana?, ¿cuál es la responsabilidad del Departamento de Mantenimiento de la Paz de la ONU en esta confusión? y ¿qué papel desempeña la Sra. Rugwabiza al frente de una misión que dirige y al mismo tiempo representa a un país directamente implicado?
Opciones sobre la mesa
Se pueden poner sobre la mesa varias propuestas: poner fin a la MINUSCA, en su configuración actual para recrear una nueva estructura más clara e independiente, o bien reducir drásticamente el personal, comenzando por la retirada progresiva de las tropas ruandesas a partir de enero de 2026 para restablecer la confianza y la neutralidad de la misión.
Una cosa es segura: el statu quo ya no es sostenible. Mientras la MINUSCA esté dirigida por una ciudadana ruandesa y respaldada por tropas del mismo país, su credibilidad seguirá estando mancillada.
Conclusión: la paz no puede estar bajo influencia
La cuestión que se plantea ahora al Consejo de Seguridad trasciende el marco centroafricano: afecta al crédito moral y político de las Naciones Unidas.
Al tolerar estos solapamientos de intereses e incoherencias estructurales, la ONU corre el riesgo de deslegitimar su misión fundamental: mantener la paz de manera imparcial e independiente.
El caso ruandés en la República Centroafricana se ha convertido en el símbolo de una deriva: la de una organización internacional que, por falta de vigilancia, permite que sus instrumentos se desvíen en beneficio de agendas nacionales.
Para que la paz siga teniendo sentido, no puede estar bajo tutela ni ser variable.
Fuente: Echos d’Afrique
Foto: Valentine Rugwabiza, jefa de la MINUSCA
República Centreofricana: cuando los cascos azules se convierten en el brazo armado de Kigali (Africa Flashes, 02.11.2025)