El pastor luterano alemán Friedrich Martin Niemöller, comandante de un submarino durante la Primera Guerra Mundial y más tarde simpatizante nazi, sufrió un radical proceso transformador. Acabó convirtiéndose en un activo militante contra el Tercer Reich y fue encarcelado en los campos de exterminio de Sachsenhausen y Dachau. Tras su liberación, y hasta su fallecimiento en 1984, luchó denodadamente contra cualquier imperialismo. Es suyo el conocido poema atribuido al dramaturgo Bertolt Brecht:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.
La humanidad está viviendo un momento tan crítico que, por nuestro propio bien, deberíamos ser capaces de actualizar este incisivo y brillante poema. De hecho, como dejó claro su autor, no se trataba originalmente de un poema, sino de un sermón en la semana santa de 1946 en Kaiserslautern, Alemania, sermón cuyo título era precisamente “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”. Es por esta causa por lo que existen muchas versiones de él, la mayoría transmitidas oralmente. Pero lo fundamental es que se trata de una denuncia sobre las consecuencias de no resistirse a la tiranía y a los crímenes contra la paz cuando aún estamos a tiempo. Aunque para ser capaces de actualizarlo habría que pasar antes por un proceso interior semejante al que vivió Friedrich Martin Niemöller, un proceso de desenmascaramiento de las burdas mentiras de la propaganda.
Visto el rumbo de los acontecimientos internacionales, especialmente en Siria, seguramente la cuestión que deberíamos ponernos, en el caso de que todo siga avanzando en esa misma dirección, no es la que se refiere a si algún día nos tocará a nosotros ser las víctimas de esta tragedia global sino la de cuánto tardará en llegar esa hora. Analistas que me merecen mucho respeto y que son mucho más conocedores que yo de todo lo que se está moviendo en torno a la terrible agresión internacional a Siria, empiezan a afirmar, cada vez con más insistencia, que quizá el desastre nos alcanzará también a nosotros antes de lo que pensamos.
Hasta algunos altos cargos de la política internacional empiezan a alertar también sobre la posibilidad de una Guerra Mundial. Es lo que acaba de hacer el ministro alemán de Asuntos Exteriores en una entrevista en la revista Bild. Las máscaras van cayendo. Fracaso tras fracaso, las opciones en Siria de Estados Unidos (con sus aliados-vasallos y sus terroristas “moderados” que decapitan a sus víctimas y se comen sus órganos, aunque nuestros “independientes” grandes medios silencien tales barbaries), se van reduciendo hasta el punto de que pronto se verán forzados a optar por una retirada o por una intervención directa. Es decir por una guerra total.
Seguramente, ahora Friedrich Martin Niemöller escribiría un poema en el que la cuestión de la propaganda se convertiría, más aún que durante el periodo nazi, en la clave fundamental. Y también, seguramente, el marco de tal poema sería más internacional, dada la actual globalización y la capacidad destructiva total de las armas atómicas, químicas o biológicas. Quizá ahora escribiría algo parecido a esto:
– Primero atacaron Afganistán, aunque la casi totalidad de los terroristas del 11S provenían de Arabia Saudí, nuestro intocable gran proveedor del crudo que solo se puede vender y comprar en dólares. Pero yo no me enteré de todo esto porque no tenía tiempo para informarme en medios independientes y veraces. Ahora se sabe ya que esta agresión internacional, que aún mantiene el país en el caos, estaba bien planificada antes del 11S. Invocaron con tanta indignación la situación de las mujeres afganas y ahora su situación es peor aún que durante los talibanes.
– Después atacaron a Irak, al que acusaron de poseer armas de destrucción masiva que amenazaban la seguridad de Occidente. Me manifesté un día, junto a millones de otras personas, en contra de aquella agresión, pero ¿qué más podía hacer después?, ¡tenía tantas cosas que atender! El hecho es que continúan allí también el caos, el derramamiento de sangre y la desolación.
– Después atacaron Libia. Decían que la llamada Responsabilidad de proteger nos obligaba a defender allí la libertad y la democracia. Pero yo seguía sin tener tiempo para informarme mejor sobre todo eso. Más tarde supe algo sobre el ansia de expoliar los extraordinarios yacimientos libios de petróleo, las 144 toneladas de oro del Banco Central de Libia o sus reservas de divisas. También supe algo sobre los planes que tenía Muamar el Gadafi, tan contrarios a los imperiales. Pero, en el momento en el que verdaderamente se jugaba la suerte de Libia, me confundieron muchos expertos, incluidos algunos “de izquierdas”, que decían que ya no se trataba de una intervención internacional como la de Irak sino tan solo de una rebelión interna. Ahora solo reina allí también el caos.
– Después continuaron liberando Siria de aquel que designaron como el sátrapa asesino de turno. Había osado oponerse a los proyectos imperiales sobre la conducción del gas en toda aquella región, por lo que también arrasaron ese precioso país con la ayuda de una horda de decenas de miles de yihadistas extranjeros mercenarios. Pero ¿qué podía hacer yo? Mi propia situación económica no me daba mucho margen. Las élites financieras mundiales habían conseguido también aquí en Europa, gracias al sometimiento de nuestros propios dirigentes, concentrar cada vez más el dinero y el poder en medio de un empobrecimiento generalizado; en América Latina caían uno tras otro diversos gobiernos incómodos para los intereses de los grandes financieros estadounidenses; los recursos naturales en África eran asegurados por los más diversos y criminales medios; se ponía al rojo vivo la situación en la frontera europea con la Rusia de Putin y en el Mar de China Meridional… mientras las grandes potencias se fueron enfrentando entre sí cada vez más directamente en Siria. No vi llegar la hecatombe que se nos venía encima.
– Ahora ha comenzado, tan cerca nuestro, la Tercera Guerra Mundial. Como habían alertado Noam Chomsky y tantos otros, la pretensión estadounidense de una hegemonía global nos ha llevado al desastre. Pero ya no hay tiempo para nada, tan solo para intentar la supervivencia. Aunque, tras el estado en el que posiblemente quedará nuestro mundo, ¿la suerte de los supervivientes será preferible a la de los muertos?