La guerra de Botsuana a su población indígena, los bosquimanos del Kalahari, ha saltado a un nuevo terreno de juego, escribe Lewis Evans. Insatisfecho para detener e intimidar a quienes se dedican a la caza de subsistencia en su propia tierra, el estado ha empezado a disparar desde un avión. Estos actos ilegales y genocidas deben cesar!
La policía de Botsuana recorre el Kalahari en busca de personas que cazan con lanzas para intimidarlos y detenerlos. Aviones con sensores de calor vuelan sobre las tierras de los bosquimanos para localizar ‘furtivos’, en realidad bosquimanos cazando antílopes para comer.
En una democracia saludable, no se dispara a la gente desde helicópteros por buscar alimentos, no son detenidos a continuación, desnudados y golpeados mientras están bajo custodia sin ser juzgados.
Tampoco se priva a las personas de sus medios de vida legítimos o se les persigue con engaños.
Por desgracia, en Botsuana, el tan cacareado ‘faro de la democracia’ en el sur de África, todo esto se produjo el mes pasado en un incidente que no ha sido denunciado. Nueve bosquimanos fueron detenidos y posteriormente desnudados y golpeados durante su detención.
Los bosquimanos del Kalahari han vivido de la caza y la recolección en las llanuras del sur de África durante miles de años. Son un pueblo pacífico que no puede hacer casi ningún daño a su entorno y tienen un profundo respeto por sus tierras y la vida que llevan. Cazan antílopes con lanzas y arcos, mayoritariamente Orix, los cuales son endémicos de la zona.
Según el experto en conservación Phil Marshall, no hay rinocerontes o elefantes donde viven los bosquimanos. Incluso si los hubiera, los bosquimanos no tendrían ningún motivo para cazarlos. Cazan diversas especies de antílope, utilizando la grasa para su medicina y reservando un lugar especial para el mayor de ellos, el eland, en su mitología. Ninguno de estos animales se encuentra en peligro.
Una historia vergonzosa de persecución estatal
A pesar de todo esto, el gobierno de Botsuana ha utilizado la caza furtiva como pretexto para su última ronda de persecuciones. El gobierno cada vez más autoritario del general Ian Khama ve a los bosquimanos como una vergüenza nacional. Se les quiere integrar a la fuerza en la sociedad dominante, en nombre del «progreso».
Hay enormes reservas de diamantes en las tierras de los bosquimanos o cerca, así como gas natural que está a punto de ser extraído por fracking. Botsuana prefiere ver a los turistas extranjeros ricos en las tierras de los bosquimanos, muchos de ellos cazadores de trofeos occidentales, así como a las empresas extranjeras que trabajan en la extracción de recursos. A sus ojos, los cazadores-recolectores ‘primitivos’ son un inconveniente.
Entre 1997 y 2002, cientos de familias de bosquimanos fueron desalojadas brutalmente de sus tierras en la Reserva de Caza del Kalahari Central. Sus casas fueron destruidas, sus pozos se taparon, sus posesiones fueron confiscadas y fueron trasladados en masa a campos gubernamentales. Cualquiera que intentó resistirse fue golpeado o incluso recibió disparos de balas de goma.
Hay estrechos vínculos entre el gobierno de Botsuana y la infame corporación de diamantes De Beers, y ambos se han enriquecido con las piedras preciosas. Sin embargo, el gobierno era lo suficientemente inteligente para saber que los diamantes por sí solos eran una excusa fea para la extinción de todo un pueblo, por lo que hizo circular rumores absurdos.
Los bosquimanos eran cazadores ‘furtivos’, dijeron. Conducían vehículos todo terreno, disparaban masivamente con rifles y representaban una amenaza para el medio ambiente del que dependían y que habían gestionado hacía milenios. Tuvieron que cambiar, por el bien de la «civilización».
A pesar de una sentencia histórica de 2006, que los bosquimanos ganaron con el apoyo de Survival International, la situación aún es terrible. La mayor parte de los bosquimanos del Kalahari siguen viviendo en campos del gobierno, y el acceso a la reserva de caza sólo se ha concedido a un número limitado de individuos. Se aplica en virtud de un sistema de permisos brutal, que obliga a los niños nacidos en la reserva a abandonar su casa y la familia a la edad de 18 años.
Los permisos no son hereditarios, y así, cuando la actual generación de bosquimanos muera, su pueblo habrá sido efectivamente legislado para la extinción. El sistema ha sido comparado con el de la era del apartheid de Sudáfrica por el veterano activista antiapartheid y ex preso de Robben Island Michael Dingake.
La aniquilación de un pueblo – genocidio a plena luz del día
Como si esto no fuera suficiente, ni siquiera se les permite cazar para comer. En 2014, Botsuana introdujo una prohibición de caza en todo el país, pero dio una dispensa especial para los cazadores de caza mayor que pagaran, que van al norte del Kalahari y el delta del Okavango, en el extremo norte del país, para matar animales por deporte.
Tal dispensa no se extendió a los pueblos tribales que realmente viven en estos territorios, que son acusados de «caza furtiva», detenidos, golpeados y torturados mientras que los turistas son recibidos en alojamientos lujosos de caza.
Y ahora se les está disparando desde helicópteros. La policía de Botsuana recorre el Kalahari en busca de personas que cazan con lanzas para intimidarlos y detenerlos. El gobierno ha introducido aviones con sensores de calor para volar sobre las tierras de los bosquimanos a fin de localizar los ‘furtivos’, cuando en realidad los bosquimanos cazan antílopes para comer.
Los policías y los agentes forestales utilizan cualquier tipo de brutalidad que consideren necesaria para hacer cumplir la prohibición.
Se trata de una crisis humanitaria urgente y horrible. El futuro de todo un pueblo está en juego. Si los bosquimanos no pueden entrar en su tierra o buscar en ella comida no tendrán más remedio que volver a los campos del gobierno, donde los servicios vitales son insuficientes y las enfermedades como el VIH/SIDA proliferan.
Políticas de este tipo han sido utilizadas por los gobiernos de todo el mundo. Es más fácil y menos impactante que exterminar simplemente a la gente, pero a largo plazo tiene un resultado similar. Negando a las personas su tierra y los medios básicos de subsistencia, las formas viables de vida son abolidas, y se roba la tierra de los pueblos, los recursos y la mano de obra.
En un mundo a gran escala y amante de los titulares, la difícil situación de los bosquimanos del Kalahari corre en gran medida el riesgo de ser ignorada. Con todo ello, los bosquimanos –vistos como atrasados y primitivos simplemente porque sus formas comunales son diferentes– podrían enfrentarse a la aniquilación si la política brutal de ataque a plena luz del día no se modifica.
Lewis Evans es un articulista y activista de Survival International, el movimiento global por los derechos indígenas.