Al parecer no es nada fácil integrar los acontecimientos cercanos que nos toca vivir cotidianamente en el amplio marco de los grandes “juegos” de dominación global a los que se refería Zbigniew Brzezinski. Tal dificultad de integración me evoca la imposibilidad de los seres humanos de hace milenios para comprender que no es el sol el que sale por el este y, tras cruzar el cielo, se pone por el oeste de nuestra Tierra plana, el centro del universo. Y también, por añadidura, su imposibilidad para descubrir la relación directa entre el devenir cíclico de las estaciones y la existencia de un ecuador que divide en dos hemisferios nuestro esférico planeta. Con el heliocentrismo, la salida del sol siguió siendo por el este y su puesta por el oeste, con todas las consecuencias que eso conllevó siempre en lo cotidiano. Tampoco hizo inútiles nuestras previsiones de cara a los cambios estacionales. Pero integró todo ello en una realidad incomparablemente más amplia, haciéndonos más sabios y ayudándonos a enfrentar mejor los procesos vitales.
El heliocentrismo fue propuesto ya en el siglo III antes de Cristo por Aristarco de Samos. Sin embargo, debieron transcurrir dieciocho siglos antes de que el matemático, astrónomo y clérigo católico polaco Nicolás Copérnico presentase en 1543, en su libro póstumo De Revolutionibus Orbium Coelestium, un modelo matemático completamente predictivo de un sistema heliocéntrico. De igual modo, para muchos aún parece ser casi imposible la integración de lo local en lo global. E incluso es más masivo aún el no tener en cuenta, en la práctica, el marco global, aun conociendo bastante de él.
En mi artículo anterior intenté enmarcar la escandalosa indefensión de nuestros profesionales de la Salud, su falta de recursos, en el ámbito global, en el que se da una concentración, cada vez mayor, del dinero y del poder de decisión. Existieron avisos reiterados, con años de anticipación y con detalles de gran precisión, de la pandemia que vendría. Pero, dadas las muchas puertas giratorias entre la industria armamentística y Defensa, nuestro establishment prefería dedicar recursos a la prevención contra inexistentes amenazas militares. O a nuestra posible participación en las inacabables guerras de agresión estadounidenses. Por no hablar de rescates bancarios “preventivos”. Ahora, en este nuevo artículo, quiero partir también de una noticia local de hace tan solo unos días: la posible compra de grandes hoteles mallorquines a precio de saldo por parte de empresas norteamericanas e inglesas que cuentan con un capital financiero muy importante, tienen un exceso de dinero (¡qué curiosa casualidad!), “necesitan” invertir y los hoteles son su prioridad en estos momentos.[1]
¿Qué va a pasar con tantos de esos hoteles cuyos propietarios seguramente nunca estuvieron demasiado interesados en saber qué es la Fed y cuáles son sus verdaderos objetivos? Ahora ya no se trata de grandes empresas estratégicas como Repsol, Telefónica, el Santander o el BBVA, que, como expliqué en el IV artículo de la serie sobre el coronavirus, estuvieron a punto de caer en manos de aquellos grandes financieros que, en medio de un mundo en crisis, son los grandes beneficiados de la ilimitada impresión por la Fed de esos papeles que llamamos dólares. Empresas estratégicas que fueron salvadas el pasado 17 de marzo por el Real Decreto de medidas urgentes para impedir que diversos bancos y empresas de gestión de inversiones estadounidenses como JP Morgan (del que fue presidente David Rockefeller) o Black Rock se hiciesen con el control de más del 10% de ellas. Empresas que dejaron gran parte de su valor en Bolsa tras la declaración del estado de alarma.
Es verdad que, hace ya años, un hotel tan emblemático en Mallorca como el Hotel Valparaíso fue comprado por empresarios chinos. Pero el capitalismo de la actual China “comunista” tiene mucho más que ver con el ya “antiguo” capitalismo industrial, en el que se producían bienes, que con la locura de la actual financiarización estadounidense. Pura y delictiva especulación que no solo utiliza a su antojo y sin supervisión alguna la creación de dólares desde la nada sino que ha creado una economía de apalancamientos, derivados, actividades bancarias fuera de balance, etc. absolutamente independiente de la economía real. Financiarización que, como un virus incomparablemente más destructivo que el Covid-19, ha llevado a Occidente a la UCI de la historia. Además, aquella compra tampoco fue a precio de saldo gracias a una “providencial” pandemia como la actual.
¿Cómo ha podido venírsenos encima un tal tsunami sin que, con tantos medios de información al alcance de nuestra mano, ni tan solo acabemos de entender que está sucediendo? Crisis recurrentes gracias a las cuales unos pocos siempre obtienen grandes beneficios, una gran liquidez de los mismos de siempre en el momento oportuno… Si todo este cúmulo de circunstancias, que de nuevo harán más ricos a los mismos de siempre, no ha sido planificado, no quedará más remedio que volver al inicio mismo de mis análisis en el primer artículo sobre el coronavirus: esta gente debe tener tanta baraka, que quizá no haya que tomarse a la ligera la doctrina del Destino Manifiesto.
Pero el hecho incuestionable es que ya en 1991 David Rockefeller estaba seguro de su control sobre la información -la que depende de los medios masivos capaces de determinar la llamada opinión pública-, control de la información absolutamente fundamental, a su vez, para el control del “progresismo”. Para el control, por tanto, de cualquier proceso social y cualquier avance político. Estaba tan seguro de tal control que decidió dar inicio a la última etapa que nos llevará a todos, según él creía, al anhelado Gobierno Mundial sin nacionalismos ni guerras. Recordar las palabras que en este sentido pronunció en la reunión del Club Bilderberg de 1991 ilumina con una intensidad nueva el increíble fenómeno del obscurantismo informativo que reina actualmente en nuestro Occidente “libre, democrático e informado”.
Si alguien considera que estas valoraciones sobre el grave deterioro que sufre actualmente el periodismo en Occidente son excesivamente radicales, le invito a ver la película Desvelando la verdad. La situación de total soledad, e incluso rechazo, sufrida por los profesionales de la pequeña agencia de noticias estadounidense Knight Ridder, la única que no cedió frente a todas las mentiras con que se justificó la agresión a Irak, es plenamente trasladable a nuestra situación actual. Al igual que la desvergüenza de los políticos republicanos y la absoluta mediocridad de la casi totalidad de los periodistas de aquel momento, retratadas en el film, son plenamente trasladables a la de otros políticos demócratas y otros profesionales de la información, por más que unos y otros gocen del favor de los grandes medios a los que David Rockefeller dio las gracias en la citada reunión del año 1991. Políticos demócratas llenos de “carisma” y glamour, como los Clinton o Barack Obama, pero que han favorecido a los grandes financieros tanto o más aún de lo que lo hicieron los republicanos. ¡Cómo no iba a ser así, si eran “criaturas” suyas! Políticos demócratas cuyo militarismo y responsabilidad en crímenes de agresión internacional -aunque sea a través de terceros como Paul Kagame, responsables de un caos que ha causado millones de muertos- nada tienen que envidiar a los de sus “oponentes” republicanos.
Por increíble y hasta paranoide que parezca, es posible el consenso y la práctica unanimidad de todos los mayores, más renombrados y más “respetables” medios en torno a falsedades tan burdas que pueden ser percibidas como tales por cualquier persona honesta que dedique algo de su tiempo a intentar informarse por otras vías alternativas. Aunque hay algo que me resulta aún más impresionante que tal unanimidad en el desvarío: el hecho de que inmediatamente después de salir a la luz las mentiras sobre Irak, los referentes “informativos” de la mayoría social volvían a ser los grandes medios que, traicionando a la verdad y a sus lectores, se habían vendido al poder, al engaño, al pillaje y a la muerte. Y no hago análisis de salón ni de escritorio, todo eso lo he vivido personalmente, con gran asombro, en torno a la descomunal farsa sobre los acontecimientos que, en Ruanda y Congo, han ocasionado desde 1990 la mayor mortandad habida tras la Segunda Guerra Mundial.
Las grandes ONG de derechos humanos, grandes creadoras también de opinión, merecen un tratamiento en exclusiva. Son reiteradas y graves las responsabilidades de Amnistía Internacional o HRW en avalar crímenes inexistentes o de falsa bandera así como en silenciar otros reales o la verdadera autoría de ellos: el asesinato de bebés por Sadam Husein, las armas de destrucción masiva más tarde, el doble magnicidio en Ruanda y el genocidio en 1994, las masacres de Muhamar Gadafi, los ataques con armas de Al Assad… Pero para todo esto es suficiente con leer páginas honestas, serias y valientes como las de Mikel Itulain.
Semejante “depositación de autoridad” en aquellos a los que previamente hemos adjudicado el “supuesto saber” es un fenómeno tan impresionante que los análisis puramente racionales son incapaces de explicarlo. Diría que incluso tampoco son suficientes los puramente psicoanalíticos, a pesar de que han sabido acercarse tanto al núcleo del problema que incluso han creado las lúcidas categorías que acabo de entrecomillar. En la presentación pública del libro Los cinco principios superiores recurrí, por ello, a otras categorías propias de lo mítico, mágico o sagrado: el sortilegio, el hechizo o el encantamiento.
Y es que, efectivamente, han logrado hipnotizar y alienar a nuestros conciudadanos. Antes me he referido al glamour de los referentes políticos “progresistas” que nos han impuesto los grandes medios de las poderosas “familias” financieras. Es muy revelador lo que podemos leer en Wikipedia sobre el término glamour: “[…] encanto natural que fascina. Originalmente se refería a un hechizo mágico u oculto que afectaba la percepción visual de una persona, mostrando los objetos percibidos de una manera diferente de la real y presentándolos de una manera atractiva, magnífica o glorificada”.
Igualmente solo consigo intentar comprender la soberbia desmedida de estas gentes, que se consideran como dioses, desde categorías cuasi religiosas, como las que se refieren a Lucifer, el espíritu brillante como ningún otro que pretendió competir con Dios. ¡Competir con el creador de los mundos inconmensurables e inimaginables que las ciencias más recientes van descubriendo con estupor y asombro! ¿Hay tanta diferencia entre los proyectos de estas gentes y los delirios de Adolf Hitler, por ejemplo? ¿O entre su arrogancia y la megalomanía de tantos emperadores que a lo largo de la historia acabaron todos ellos perdiendo el sentido de la realidad? Pero vayamos ya a lo que sucedió aquel día, hace casi treinta años en la reunión del Club Bilderberg. Lo expuse en las dos primeras páginas del libro La hora de los grandes “filántropos”:
“existen en nuestro mundo unos grandes poderes económicos que no solo escapan a cualquier control democrático sino que incluso son capaces de poner a la democracia contra las cuerdas. Ellos mismos no tienen problema alguno en publicarlo desde hace décadas. Si a comienzos de los setenta no tenían ya problema alguno en formular tan claramente el núcleo de su proyecto, al menos en lo que respecta a la Comisión Trilateral, menos aún en esta Hora en la que ya hemos entrado: la red global de poder que han logrado tejer es tan enorme y poderosa, el control que creen tener sobre los acontecimientos internacionales es tan considerable, que ya no es necesario tanto secretismo, ni tan siquiera en lo que respecta al Club Bilderberg, mucho más informal, exclusivo y discreto. Pero durante décadas fue diferente.
En la reunión de 1991 del Club Bilderberg (es decir, justamente en las fechas en las que considero que se inició el periodo del que voy a tratar en este libro), David Rockefeller agradeció al Washington Post, The New York Times, Time Magazine y otras grandes publicaciones, cuyos directores han asistido a sus reuniones, el que hayan respetado sus promesas de discreción durante casi cuarenta años. Continuó reconociendo que habría sido imposible para ellos el desarrollar su plan para el mundo si durante esos años hubiesen sido sometidos a las luces de la publicidad. Pero que ahora, sin embargo, el mundo ha evolucionado y está más preparado para avanzar hacia un Gobierno mundial. Y concluyó afirmando que la soberanía supranacional de una élite intelectual y de banqueros mundiales es seguramente preferible a la autodeterminación nacional practicada en siglos pasados. El hecho de que el periódico The Economist, cuyo editor gerente, Adrien Wooldridge, ha sido miembro del Club Bilderberg desde hace bastantes años, publicase el 20 de enero de 2011 un reportaje en el que por primera vez se confirmaba la existencia de ese poderoso club es un claro indicador de que ya no es necesario tanto secretismo.
Se equivocan quienes infravaloren aún la real y trascendental influencia de estos poderosos clubes. Seguramente su práctica inexistencia en los grandes medios de comunicación así como la propaganda que califica fácil y rápidamente de conspiratorio (o incluso de conspiranóico) a cualquiera que haga referencia alguna al poder de estos clubes, tienen mucho que ver en este error. Pero como veremos más adelante, diversos hechos son ya demasiado reveladores. Descubrir las claves ocultas que los explican es tan importante para enfrentarnos a los tiempos que se avecinan como lo fue el descifrar Enigma (la máquina que guardaba los códigos secretos del régimen nazi) para que los Aliados alcanzaran la victoria.”
El objetivo central de ese largo periodo de cuatro décadas al que se refería David Rockefeller, durante el que los grandes medios occidentales fueron “discretos”, tal y como se habían comprometido, no era otro que el de seducir, hechizar y alienar al progresismo. Y pareciera que realmente, al menos en una gran medida, lo han conseguido. Siguiendo en el ámbito local, en el que me he propuesto moverme en este artículo al igual que en el anterior, sólo con estas claves puedo entender que un ayuntamiento progresista como el de Palma se haya sentido orgulloso de declarar a Donald Trump persona non grata mientras recibía con todos los honores a los Clinton y los Obama. O que otro político progresista se sintiese orgulloso de haber logrado “fichar” al delegado de El País, el gran diario “globalista” para el mundo hispanoparlante, como nuevo director del Ente Público de Radiotelevisión de las Islas Baleares. O que jamás se refieran a las claves fundamentales de lo que está ocurriendo en nuestro mundo: la apropiación de los bancos centrales por los grandes prestamistas especuladores, la “discreción” pactada de los directivos de los grandes medios con sus propietarios, etc.
O que, ya en el ámbito más amplio de “els Països Catalans”, los responsables del importante diario Ara se sientan igualmente orgullosos de publicar con frecuencia artículos… ¡nada menos que del New York Times! ¡Ohhhh! O de tener los mismos “expertos” para el África subsahariana que El País: Ramón Lobo, John Carlin… Y, ahora, Gemma Parellada, la fiel continuadora de tales “referentes”, que ha tomado el relevo en la falsaria versión oficial que explica a su manera por qué han muerto en las últimas décadas en Ruanda y Congo una decena de millones de seres humanos. Pero, para todos los prácticos y eficaces “realistas posibilistas” locales, estas reflexiones como las que ahora hago, expuestas en artículos y “libritos”, seguramente deben ser sutilezas de exquisitos analistas teóricos (aunque, junto a las víctimas, nos hayamos dejado la piel en la lucha). Sutilezas que solo conducen a posicionamientos “radicales” (como el de Franz Jägerstätter no jurando lealtad a Hitler, juramento que no tendría consecuencia práctica alguna pero que a él, si no lo realizaba, le costaría la vida). Sutilezas sin consecuencias prácticas, sutilezas semejantes a las de aquellos que especulan sobre si nuestra sólida y plana Tierra, centro del Universo, está estática o si en realidad se mueve.
[1] https://www.ultimahora.es/noticias/local/2020/05/02/1161795/fondos-inversion-planean-sobre-baleares-para-comprar-hoteles-precios-saldo.html