El presidente Chávez ha muerto. Desaparece prematuramente uno más de los líderes a los que el Imperio estadounidense no consiguió someter con los métodos “blandos” que describe John Perkins, exsicario económico de la National Security Agency de los Estados Unidos. Incluyendo también, en esta categoría de blando, cualquier tipo de grave intromisión o agresión que no llegue a ser la invasión militar directa. En su libro Imperialismo y barbarie, James Petras disecciona los variados giros tácticos de Estados Unidos en sus obsesivas estrategias para derrocar al presidente venezolano: van desde la financiación y respaldo político del golpe militar de 2002 hasta el de organizaciones políticas, medios de comunicación y ONG desestabilizadoras. Tras sus reiteradas derrotas, y a la espera de poder asestar el golpe oportuno, la Casa Blanca ha ido erigiendo en torno a Venezuela un poderoso cordón militar externo que abarca toda América Central, el norte de Sudamérica y el Caribe: golpe militar en Honduras que derrocó al Gobierno de Zelaya, elegido democráticamente (en junio de 2009) y aliado de Chávez; establecimiento de siete bases militares en el este de Colombia… (la larga lista de actuaciones excede el espacio del que dispongo).
En el Imperio están de fiesta ya que creen que ahora será más fácil la estrategia de la división. Hugo Chávez no era solo un irreductible líder nacionalista sino mucho más aun: era un creador de alianzas antiimperialistas cada vez más consolidadas. Algunas de sus actuaciones iban más allá del ámbito regional. Es el caso de sus intentos de acabar con la dictadura del petrodólar como moneda internacional de reserva. Además, la Venezuela de Chávez, con sus universidades gratuitas o su construcción masiva de viviendas para las personas con menos recursos económicos tras salir de un cuarto de siglo de ajustes neoliberales como los que ahora sufrimos en Europa, es también la “incómoda” evidencia de que existe un modelo alternativo frente a esas destructoras políticas económicomediáticas.
En estos días, nuestros grandes analistas y tertulianos de lo políticamente correcto se han dedicado a criticar (desde una pose “profesional” y “aséptica”) al “líder populista”, o incluso (desde otra pose mucho más paternalista y hasta despreciativa e hiriente) al “payaso”. Y no solo lo han criticado a él sino también a la mayoría del pueblo venezolano que, de modo “infantil” según dichos “intelectuales de referencia”, se ha volcado a honrarlo de una manera sorprendentemente masiva y entregada. Desde su vida bien resuelta, segura e instalada en el confort, a estos “expertos” se les ha olvidado el tener en cuenta un pequeño detalle: el comandante Chávez les cambió la vida a esos millones de seres humanos sumergidos en la precariedad y la pobreza (no hay espacio aquí para algunas elocuentes estadísticas como, por ejemplo, la de reducción de la pobreza durante su Gobierno).
Son los mismos creadores de opinión que durante años han estado adoctrinándonos sobre la necesaria aceptación de las duras condiciones que “la crisis” nos impone a todos, dado el “comprensible temor” de “los mercados”. Son los mismos que reiteran hasta la saciedad los calificativos de “sátrapas” o “déspotas” en las campañas mediáticomilitares contra Muamar el Gadafi, Bashar Al-Assad, etc. Son los mismos que jamás se refieren a los lacayos del Imperio aunque tengan en su haber millones de muertos, como el presidente “democrático” de Ruanda, Paul Kagame. Son los mismos que, por supuesto, jamás critican a nuestros “serios” y “respetables” líderes atlantistas. El hecho de que desde su cínica “seriedad” desaten, una tras otra, tantas y tan devastadoras “intervenciones militares liberadoras” es una “cuestión menor” frente a la de la personalidad y las formas grandilocuentes de Chávez. Este es el mundo que las grandes familias financieras anglosajonas vienen estructurando desde hace muchas décadas: un mundo de crueles desigualdades que no puede ser explicado sin el uso sistemático de las comillas, un mundo de manipulación permanente del lenguaje y de las mentes, un mundo de desinformación y engaño.