Pasada la resaca del terrible atentado terrorista contra la revista Charlie Hebdo, es bueno reflexionar sobre las causas del terrorismo, las consecuencias que se derivan y, por qué no, la utilización que hacen del terrorismo, los gobiernos occidentales. Sé que piso un terreno bastante resbaladizo, sólo hablar de causas del terrorismo ya me sitúa en el mismo saco de aquellos que dicen que justifican el terrorismo. Y no, el terrorismo no admite ninguna justificación. Pero, sin embargo, hay unos factores de carácter político, económico y social que lo fomentan, quieran o no.
La revista Charlie Hebdo ha vuelto a reproducir caricaturas de Mahoma como homenaje a sus compañeros asesinados. También lo han hecho decenas de revistas y periódicos de todo el mundo occidental. Pero no puedo evitar sentir un sabor amargo que me hace entender las palabras, tan polémicas, del Papa Francisco cuando dijo «si insultas a mi madre te pegaré un puñetazo», lo que, para mí, es una explicación de las reacciones humanas más que apología de la violencia. Y es que, ¿es necesario ridiculizar a cientos de millones de personas de todo el mundo que creen que es una blasfemia reproducir la cara de su Profeta? El mundo occidental se ha manifestado en defensa de la libertad de expresión, uno de los valores de la República, que nos permite reírnos de la religión, los gobernantes y los poderosos. Es cuando el humor y la sátira se convierten en revolucionarios, cuando socavan las estructuras opresoras.
Pero, en el caso de las caricaturas de Mahoma, ¿nos reímos de los opresores o los oprimidos? Pensémoslo bien y pongámonos en el lugar de los ciudadanos de Ruanda, de Congo, de Irak, de Afganistán, de Libia, de Costa de Marfil, de Siria, de Palestina …, que han sufrido bombardeos, invasiones, atentados …; que han visto derribar a sus gobiernos para sustituirlos por el caos; que han perdido familiares, bienes y la paz; que lo han perdido todo y, tal vez, sólo les queda el consuelo de su religión. Para ellos no es una revista satírica que se ríe de sus creencias, es el mundo occidental que se ríe de ellos después de haber provocado su desgracia. Por ello, el de Charlie Hebdo es un humor colonial, de aquel que se siente superior intelectualmente al pueblo colonizado. Y no es un humor valiente, a pesar de que ponga a sus autores ante los fusiles de posibles terroristas. Hoy, el humor más valiente sería el que denunciara la explotación de los recursos naturales de los pueblos oprimidos por las multinacionales, que pagan costosos anuncios en los medios de comunicación occidentales. El humor valiente sería el que denunciara la desestabilización política que promueven los gobiernos occidentales para justificar crímenes de guerra contra los estados hostiles, y no precisamente para promover la paz y la democracia. El humor valiente sería el que denunciara que son los mismos gobiernos de occidente quienes han financiado y armado a los grupos islamistas radicales, que ahora son la fuente que nutre al terrorismo.
Y, el humor valiente sería el que denunciara la perversa utilización del terrorismo que hacen los gobiernos occidentales para reprimir las libertades y justificar la implantación de estados policiales. Sobre los cadáveres, aún calientes, de los redactores de Charlie Hebdo, los gobernantes europeos ponían en práctica reformas para controlar a la población civil y restringir la circulación de personas, lo que nos acerca, aún más, al «gran hermano» de Orwell. «Estoy de acuerdo en que nos recorten las libertades para conservar la libertad», respondía una mujer ante una cámara de televisión. Hasta este extremo nos han llevado: nuestra civilización es la de la libertad y la tenemos que defender de los violentos, aunque sea renunciando a la libertad. Esta es la paradoja en la que nos han sumido.
Nosotros, los civilizados de occidente, somos los buenos y eso nos legitima para saquear los recursos de los malos. En nuestro nombre, otros fanáticos, aún mucho más fanáticos que los terroristas de Charlie Hebdo, juegan en un tablero gigante de ajedrez en el que las piezas que caen son millones de personas de los países «malos». En nombre de la civilización, estos fanáticos llevan la violencia y la guerra a los países donde sus gobernantes se resisten a su dominio ideológico y económico.
Todos somos Charlie Hebdo, pero no somos los ocho millones de muertos de Ruanda y el Congo, ni los millones de muertos provocados en Irak, en Libia, en Siria, en Ucrania … Estos no merecen las portadas solidarias de los grandes medios de comunicación occidentales, porque no son de nuestra civilización, no son de los buenos.