Pareciera que la memoria en nuestra época es frágil frente a los acontecimientos que vivimos marcados por lo mediático y la aceleración del tiempo. No hay tiempo para pensar, no hay tiempo para orar, no hay tiempo para saber que lo que se siembra se recoge. La vorágine en que se vive, dominados por el pensamiento único y los tóxicos de la propaganda, lleva a los olvidos intencionados.
Es necesario hacer memoria. Los días 6 y 9 de Agosto de 1945, el mundo vivió la tragedia que duele hasta hoy, cuando el presidente de los Estados Unidos Harry Truman ordenó arrojar dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki matando a miles de niños, niñas, hombres y mujeres de la población civil, cuando Japón ya estaba vencido y dispuesto a rendirse en la II guerra mundial
El gobierno de los EE.UU. justificó su crueldad puesta de manifiesto por el afán de experimentar los efectos de las bombas atómicas, arrojadas porque era el “mal menor” para poner fin a la guerra.
Muchas voces en el mundo de personalidades, religiones y organizaciones hacen llamados al diálogo y la paz antes que sea tarde. Las grandes potencias en sus delirios de poder no quieren oír y se dirigen hacia la autodestrucción, a la suspensión de conciencias, arrastrados al juego de la guerra dónde todos pierden.
Entre las voces reclamando a las grandes potencias poner fin a la carrera nuclear está Daisaku Ikeda, filósofo budista y educador, quien dedicó su vida a la construcción de la paz y trabajó por la eliminación de las armas nucleares, desarrollando campañas y generando conciencia en las nuevas generaciones, denunciando los horrores de las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki y sus consecuencias hasta el presente.
El Papa Francisco en sus reiterados llamados al diálogo y la Paz, convocó en el Vaticano a un encuentro por la abolición de las armas nucleares que ponen en peligro la existencia planetaria y la creación.
La historia es vida de los pueblos, el pasado siembra el presente y en el Preámbulo de la Carta de la ONU se reclama: “Nosotros los pueblos del mundo queremos la Paz…”. Hay que poner fin a la voracidad del poder de dominación de países que invierten millones de recursos en armas para las destrucción y muerte, cuando la lucha central de la humanidad es contra el hambre y la pobreza, preservando los bienes y recursos de la Madre Tierra en peligro.
En mis viajes por Japón, en Hiroshima escuché los testimonios del horror y muerte a 74 años por los “hibakushas”, como las voces de los sobrevivientes de Nagasaki y en otros países, la memoria y el dolor lo vivido en los campos de exterminio nazi en Alemania. Otras guerras y genocidios se van acumulando en la vida de los pueblos, y la indiferencia y irresponsabilidad de los gobiernos actuales son responsables de la incertidumbre mundial, del peligro cada vez mayor de desatar otra guerra mundial.
Ya el Papa Francisco señaló: “Estamos ya en la Tercera Guerra mundial, a cuentagotas”.
Muchas otras guerras se van sobreponiendo en distintas regiones del mundo. La de Israel provocando el genocidio contra el pueblo palestino. Rusia y Ucrania, con una Europa que perdió su voz y con temor se ve envuelta en el conflicto por la OTAN con consecuencias imprevisibles; los conflictos en África, en el Congo y muchos otros. Los millones de refugiados sin destino expuestos a la deriva de la vida y sin esperanza alguna.
En este panorama sombrío están las guerras silenciosas que carcomen la vida de los pueblos día a día. La Deuda Externa que los pueblos son obligados a pagar con su hambre y pobreza. Cómo decía E. Galeano “Más pagamos, más debemos y menos tenemos”. La guerra del hambre provocada por la especulación financiera y la falta de recursos para el desarrollo y vida de los pueblos.
Es necesario hacer memoria para que ilumine el presente.
Hoy los medios de comunicación guardan silencio, despierten antes que sea tarde.
Foto: No más hibakushas, no más armas nucleares (ICAN – Campaña por la Abolición de las Armas Nucleares)
Adolfo Pérez Esquivel: Diálogos por la paz - A 75 años de Hiroshima y Nagasaki (Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e I.A.S. UNTDF, 06.08.2020)