«Jesús dijo: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». MARCOS 12:17
No se ha puesto por poco la Conferencia Episcopal Española (CEE) cuando su portavoz, Ricardo Blázquez, en el discurso inaugural de la Asamblea Plenaria de la CEE se mostró «gravemente preocupado» ante la «grave situación» creada por quienes «al margen y en contra de la ley pretenden romper la unidad de España» y advirtió del peligro de «caos» y de «división de la sociedad». Cito textualmente: Desde el espíritu de lealtad constitucional y de cristiana colaboración al bien común en un Estado de Derecho… nos preocupa gravemente la grave situación creada por quienes, al margen y en contra de la ley, pretenden romper la unidad de España. Uff!
Todo ello, explicado desde un espíritu de cristiana colaboracion al bien común. De estas palabras debemos deducir que, según el cardenal Blázquez, los dos millones de catalanes que quieren que Cataluña sea un Estado no tienen una actitud cristiana, aunque sean de misa diaria y sigan al pie de la letra los evangelios. Porque, como todo el mundo sabe, España es una unidad de destino universal, que se remonta a los orígenes del tiempo, defensa espiritual de Occidente, y bla, bla, bla… Todavía están con estas!
Naturalmente, según el presidente de la Conferencia episcopal, los políticos españoles que defienden la unidad de España sí tienen un espíritu de cristiana colaboración al bien común, aunque roben a sus conciudadanos, quieran imponer su lengua a los que tienen otra lengua materna, o les hagan constantemente la puñeta negándoles los recursos económicos y las infraestructuras necesarias para lograr el bien común. Y cuando los partidarios de la unidad de España incumplen la Constitución -como ha sentenciado en varias ocasiones el Tribunal Constitucional-, no tiene importancia porque, por encima de todo, está la sagrada unidad de España.
Y la pregunta es obvia: ¿Qué tiene que ver el cristianismo con la voluntad de los catalanes de tener un Estado propio? ¿Qué mandato divino o doctrina de Jesucristo han infringido los ciudadanos de Cataluña que se han manifestado reiteradamente de forma pacífica, lúdica y festiva, con unas muestras de hermanamiento que han dado la vuelta al mundo por el ejemplo de civismo y de espíritu de concordia? Y los políticos partidarios de la independencia -que por cierto son mayoría absoluta en el Parlamento de Cataluña-, ¿qué pecado han cometido? Defienden sus ideas con un absoluto respeto a las de los demás. Debaten con un señorío y un savoir faire que es un ejemplo en el mundo en unos momentos en que la política se ha convertido en insultos y ruido. Y en el otro lado, por parte de quienes defienden la unidad de la patria, ¿encontramos la misma actitud de respeto a las ideas de los demás? Son unos exacerbados, radicales, fascistas, nazis, corruptos…, entre muchos otros insultos, es la aportación al debate que hacen los detractores de la independencia de Cataluña, desde unos medios de comunicación que marginan al adversario y adoctrinan a la población. ¿Quiénes son los que predican y fomentan el odio contra una parte de los ciudadanos? ¿Tienen un espíritu de cristiana colaboración al bien común los políticos y medios de comunicación españoles que, permanentemente, propagan la catalanofobia?
Una vez más, la Conferencia Episcopal Española malbarata la tarea de la otra iglesia, la que está formada por religiosos y seglares que viven al lado de la gente, especialmente de los más pobres. Muchos de estos cristianos han luchado, algunos hasta dar la vida, por la libertad del Pueblo de Cataluña. En parte, gracias a ellos, se mantuvo la lengua y la identidad durante trescientos años de persecución, especialmente en el tiempo de la dictadura franquista, cuando los obispos acompañaban al dictador bajo palio.
Y, puesto que los obispos, una vez más, toman partido por los poderosos en contra de los más débiles, nosotros también nos vamos a permitir criticar su actitud y afirmar que, además de encontrarla poco cristiana, también está lejos del pensamiento del Papa Francisco cuando, en su encíclica «Alabado seas» dice: «la desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal». Interpretando estas palabras, podemos afirmar que los catalanes soberanistas, que defienden la pervivencia de su cultura, tienen una actitud mucho más cristiana que aquellos que, desde hace siglos, maquinan para hacer desaparecer la cultura catalana y españolizar, esto quiere decir castellanizar, a los alumnos catalanes.
Así que, señores obispos, ya lo sabéis: al César lo que es del César y…