Desde una perspectiva cultural y de intercambio de información, proponemos a través de una serie de artículos no un «curso de polemología», sino una puesta en relieve de las herramientas que ofrece esta disciplina para comprender mejor los acontecimientos y las situaciones que marcan nuestra época. Los retos son múltiples, divergentes pero vitales, lo que explica la complejidad de esta región.

Primer caso de estudio: el conflicto entre la República Democrática del Congo y Ruanda. Marco general

El conflicto estalló formalmente en noviembre de 1996, cuando el régimen del FPR instalado en Ruanda –tras la victoria militar del Frente Patriótico Ruandés (FPR)– invadió el este de la República Democrática del Congo (entonces Zaire), con el pretexto de perseguir a los refugiados hutus agrupados en campamentos alrededor de Goma y Bukavu. Estos refugiados estaban acusados de haber participado en el genocidio de 1994.

Desde entonces, se instaló el estado de guerra entre Zaire y las tropas de Ruanda, lo que condujo a la caída de Mobutu en 1997 y al asesinato de Laurent-Désiré Kabila en 2001. Desde entonces, el conflicto ha continuado, alternando fases de gran intensidad con períodos de relativa calma.

En 2021, el resurgimiento del movimiento rebelde M23, apoyado por Kigali, reavivó las tensiones. En 2025, una ofensiva relámpago permitió a las tropas del M23, apoyadas por el ejército ruandés, tomar Goma, Bukavu y vastos territorios que ahora están fuera del control de Kinshasa. Se ha instalado allí una administración paralela bajo la etiqueta M23/AFC.

La iniciativa de Washington: el Acuerdo de Paz entre la RDC y Ruanda

El 27 de junio de 2025, bajo los auspicios de Estados Unidos y del presidente Donald Trump, se firmó en Washington un acuerdo de paz entre Kinshasa y Kigali. Este acuerdo, presentado como «histórico», debía consolidarse en una cumbre presidencial en julio.

Dos meses después, el proceso se encuentra estancado. El Comité Conjunto de Supervisión, reunido el 3 de septiembre con el apoyo de Estados Unidos, Catar, Togo y la Unión Africana, hizo un amargo balance: violencia persistente, retrasos en la aplicación y ausencia de medidas concretas.

Las recomendaciones centrales –neutralización de las FDLR y «levantamiento de las medidas defensivas» por parte de Kigali– siguen siendo vagas y nunca mencionan explícitamente la retirada de las tropas ruandesas. El acuerdo de Washington parece así más una dinámica diplomática que una respuesta eficaz a la crisis de seguridad.

El proceso paralelo de Doha

Poco después de Washington, Catar abrió otro canal: las negociaciones directas entre el Gobierno congoleño y el M23/AFC. Ambos procesos se presentaron como complementarios: Washington para el marco interestatal y Doha para el diálogo entre Kinshasa y su oposición armada.

A principios de septiembre de 2025, Doha seguía centrándose en dos puntos: un mecanismo de supervisión del alto el fuego y el intercambio de prisioneros.

Muchos observadores comparan Doha 2025 con Arusha 1992, cuando Ruanda se vio obligada a negociar con sus agresores del FPR. El riesgo es que Paul Kagame, al igual que en Arusha, utilice las conversaciones como táctica para consolidar sus posiciones militares y políticas.

La trampa de las «medidas de confianza»

La principal exigencia del M23/AFC: la liberación de los prisioneros. Sin embargo, esta demanda sigue siendo deliberadamente vaga, ya que mezcla a prisioneros comunes, prisioneros de guerra y supuestos prisioneros políticos. En cuanto a los presos comunes, su destino depende exclusivamente del derecho interno; en cuanto a los prisioneros de guerra, su gestión corresponde al CICR, en el marco del derecho internacional humanitario; en cuanto a los presos políticos, este concepto no existe jurídicamente en la RDC.

Sin aclaraciones, la medida se convierte en una trampa destinada a debilitar aún más a Kinshasa.

Los cálculos de Paul Kagame

Talk and Fight (Hablar y Luchar):

Habiendo crecido como «niño soldado» y sin haber conocido otra adolescencia o juventud que como combatiente en las rebeliones de Uganda, Paul Kagame es más que partidario del principio predicado por su mentor y antiguo comandante en jefe Yoweri Museveni de Uganda. Este último, en el poder desde hace 40 años en Uganda, es el creador, el apoyo y la base de las rebeliones que ensangrientan la región.

Desde entonces, enseña a sus reclutas, como Paul Kagame, el principio de «Talk and Fight» (hablar y luchar). Esto significa que, en un conflicto, cuando llega el momento de las negociaciones entre las partes beligerantes, hay que aprovecharlo para que en todo momento se les vea en una posición de fuerza militar sobre el terreno. Por lo tanto, es durante el período de negociaciones cuando hay que reorganizarse, reequiparse, reposicionarse… para poder atacar y avanzar en cualquier momento, para gran disgusto del enemigo, que está absorto y distraído por las negociaciones y se ha desmovilizado militarmente.

Distraccioness regionales: desestabilizar Burundi o utilizar otras milicias como Red-Tabara para desviar la atención de la presencia ruandesa en la RDC.

Ofensiva diplomática: las alianzas de Kigali con la EAC y la SADC se refuerzan en detrimento de Kinshasa: con la EAC con William Ruto en Kenia, con la SADC con Thabo Mbeki de Sudáfrica… y se trata de grandes espacios diplomáticos y económicos ineludibles.

Por lo tanto, la diplomacia de la RDC bajo el Gobierno de Suminwa debería encontrar los mismos recursos que ha desplegado en los últimos meses para hacer oír la causa de la RDC en foros internacionales como la ONU o incluso en Europa, y contrarrestar esta ofensiva regional emprendida por Paul Kagame.

¿Cómo evitar que la RDC se vea envuelta en el escenario de Arusha?

En el plano militar, se pueden emprender cuatro acciones: mantener la movilización de las Fuerzas Armadas dd la RDC (FARDC) y evitar la desmoralización con el pretexto de las negociaciones; detener las pérdidas de terreno, especialmente en zonas estratégicas como Minembwe o Uvira; y prevenir la apertura de nuevos frentes en el país.

En el plano político: habría que evitar las alianzas peligrosas entre la oposición política y la oposición armada, una trampa ya experimentada en Ruanda en la década de 1990; consolidar la mayoría parlamentaria, debilitada por las rivalidades internas, con el fin de garantizar la seguridad de la acción gubernamental; contrarrestar los llamamientos al reparto del poder que socavarían la legitimidad democrática derivada de las elecciones; prevenir cualquier vacío institucional que sumiría a la RDC en el caos.

Conclusión

La RDC se encuentra en una encrucijada. Entre las presiones diplomáticas externas, las manipulaciones estratégicas de Kigali y las fragilidades internas, el país corre el riesgo de repetir el trágico escenario de Arusha para Ruanda en los años 1992-1994.

La clave reside en mantener una relación de fuerzas favorable sobre el terreno, reforzar la cohesión política interna y aumentar la vigilancia frente a las trampas diplomáticas y militares tendidas por Paul Kagame.

Fuente: Echos d’Afrique

Charles Onana: Los congoleños están solos (Omertà, 17.08.2025)