La preocupación por el mantenimiento de la coherencia y por evitar contradicciones y derivas excesivamente electoralistas no debe hacer que perdamos la perspectiva, debemos guardar nuestras mejores energías para enfrentarnos a quienes son nuestros verdaderos enemigos
Cuando escucho una y otra vez las acusaciones que se hacen a los líderes de Podemos de complicidad con el régimen “populista” y hasta “criminal” de Venezuela, la verdad es que me indigno. Porque quienes hacen tan cínicas acusaciones son gentes de los dos grandes partidos (sin referirnos ahora a los grandes medios) que, como los hechos demuestran y los cables de Wikileaks confirman, no solo han mantenido durante los últimos años unas estrechas relaciones con los grandes financieros anglosajones sino que incluso han sometido totalmente a España a sus dictados económicos y a su principal instrumento político-militar: el Gobierno estadounidense, el “mayor exportador mundial de violencia”. Y quienes, en nuestras adoctrinadas sociedades occidentales, consideren que con esta afirmación volvemos de nuevo a trasnochados radicalismos y antiamericanismos, se equivoca totalmente. Esa expresión entre comillas es de un estadounidense que amaba profundamente a su país; un estadounidense que es una de las personalidades más respetadas y queridas de la historia; un estadounidense con cuya aureola hasta el mismo Obama pretende cubrir sus crímenes: Martin Luther King.
Sus posicionamientos sí que eran radicales. O los de un tal Jesús de Nazaret, que, “con voz fuerte” llamaba “raza de víboras” y “sepulcros blanqueados” a los miembros de la casta religiosa-política-económica responsable última del enorme sufrimiento de la gran masa de pobres y que incluso expulsó del templo a latigazos a quienes creían que todo se puede vender y comprar. Ni el afroamericano ni aquel judío tenían que ganarse el voto del centro ni de ningún otro sector. Podían llamar a las cosas por su nombre. Desde los días de los grandes crímenes en Vietnam, Estados Unidos ha llevado a cabo otros tan terribles como los de Irak. Incluidos los mayores desde la II Guerra Mundial: los de Ruanda y Congo, responsabilidad estadounidense al 100%, según declaró el secretario general de la ONU Boutros-Ghali. Sin embargo, sorprenden las ponderadas y moderadas respuestas de los líderes de Podemos a las tendenciosas acusaciones que sufren. Y es que un amplio sector de la católica España (el sector que puede dar la mayoría absoluta) no se aclara: parece tener por referencia espiritual al radical Jesucristo pero teme al moderado Podemos.
Lo mismo se podría decir de otras acusaciones, como es la de populismo. Es increíble que aquellos que incumplieron sistemáticamente el seductor y engañoso programa con el que se presentaron a las elecciones acusen ahora a Podemos de populismo. Y ¿qué decir de las acusaciones referentes a que hundirá económicamente al país, realizadas por quienes se han sometido cobardemente a los dictados de la desregulación y la financiarización que ha sumido a Occidente en la actual gran crisis? ¿Habrá que seguir, pues, por el camino del sometimiento a unos poderes financieros que además de arruinar a las clases medias nos han robado la dignidad? ¿Habrá que seguir en una Alianza Atlántica que nos ha convertido en cómplices de grandes crímenes en Libia, Siria y otros muchos lugares? ¿Habrá que seguir sometidos a un liderazgo decadente que solo se mantiene (por ahora) por su criminal fuerza militar, mientras el resto del mundo va ya por otros derroteros?
Podemos me parece una formación realista y moderada, a diferencia de quienes en los partidos “serios” están tan fuera de la realidad y son tan fanáticos partidarios de una financiarización y una dominación globales que se han llegado a creer que es viable un Sistema en el que unas decenas de personas poseen la misma riqueza que la mitad de la humanidad. O, lo que es aún más grave y decisivo: un Sistema fundamentado en unos bancos centrales en manos privadas. Si llega a gobernar, Podemos quizá solo alcance a realizar algunas reformas de ese Sistema pero no consiga liberar a España de él. Aunque hay una gran diferencia entre esto y, por el contrario, trabajar a favor de semejante Sistema o, como mínimo, someterse dócilmente a él, como vienen haciendo desde hace décadas los dos grandes partidos de ámbito nacional.