Burundi se encuentra hoy en el centro de una nueva tormenta geopolítica en la región de los Grandes Lagos, blanco a su vez de la estrategia expansionista de Kigali.

Introducción

Desde hace tres décadas, la región de los Grandes Lagos se ve sacudida por una inestabilidad crónica, fruto de rivalidades étnico-políticas y ambiciones hegemónicas insatisfechas. Tras la República Democrática del Congo (RDC), ahora es Burundi quien parece estar en el punto de mira de Paul Kagame. Con el pretexto recurrente de «neutralizar a las FDLR», Kigali activa su maquinaria propagandística, prepara la opinión pública y justifica de antemano cualquier injerencia armada en el país vecino.

Este escenario, tristemente familiar, recuerda la estrategia empleada por el régimen ruandés para invadir la RDC en varias ocasiones desde finales de la década de 1990. Hoy en día, parece que se va a esgrimir el mismo pretexto para Burundi, un país que hasta ahora se había librado de las grandes convulsiones regionales, pero que ahora se encuentra en el centro de una peligrosa espiral.

El regreso del mito de Sísifo a la región de los Grandes Lagos

En un artículo anterior publicado en “Échos d’Afrique”, mencionábamos el suplicio de Sísifo aplicado a la RDC: un Estado condenado a empujar eternamente la roca de las «FDLR», pretexto conveniente esgrimido por Paul Kagame para justificar sus intervenciones militares. Este mito parece extenderse hoy a Burundi.

A finales de octubre de 2025, parece claro que Bujumbura está condenada a sufrir el mismo destino: ser acusada de dar refugio a las FDLR y amenazada con una agresión bajo el pretexto de «neutralizar» estas fuerzas, que sin embargo no existen en su territorio.

Las motivaciones de Paul Kagame: un expansionismo asumido

El régimen democrático del CNDD-FDD, en el poder en Burundi desde 2005, es una verdadera espina clavada para Paul Kagame. Burundi, al consolidar sus instituciones surgidas de los acuerdos de Arusha y mantener una cooperación militar con la RDC, se opone de facto a las ambiciones hegemónicas del FPR.

Kigali y sus aliados regionales, en particular la Uganda de Yoweri Museveni y, más recientemente, la Kenia de William Ruto, pretenden imponer un dominio político y militar que algunos califican de «imperio Hima-Tutsi» en la región de los Grandes Lagos. Burundi, por su posición estratégica y su alianza con Kinshasa, obstaculiza este proyecto.

El acuerdo de defensa entre Burundi y la RDC, que autoriza el envío de tropas burundesas para apoyar a las FARDC frente a las ofensivas del M23, proxy ruandés en el este del Congo , irrita profundamente a Kigali. Para Paul Kagame, derrocar o neutralizar al presidente Évariste Ndayishimiye se convierte entonces en un objetivo estratégico.

Propaganda y guerra de información: la maquinaria de Kigali en marcha

Desde hace varias semanas, los medios de comunicación y las plataformas de propaganda del FPR multiplican los rumores: Burundi estaría dando refugio a responsables de las FDLR que huyen del este de la RDC. Una noticia ampliamente difundida en las redes sociales, titulada «Este de la RDC: Burundi, punto de llegada de los generales de las FDLR en desbandada», afirma falsamente que existe una colusión ideológica entre los «antiguos genocidas» y el CNDD-FDD en el poder.

Este tipo de comunicación no es baladí. Prepara a la opinión pública internacional para una nueva agresión militar «preventiva», con el pretexto de proteger a los tutsis o erradicar a las FDLR. El régimen de Kigali ya ha utilizado esta táctica en numerosas ocasiones, en particular para justificar sus incursiones en la RDC y más allá.

Las acusaciones espejo y el «comodín» del genocidio

Desde su llegada al poder en 1994, Paul Kagame ha perfeccionado la técnica de las «acusaciones espejo»: atribuir a sus adversarios los crímenes que él mismo comete. Este mecanismo se basa en una formidable baza diplomática: el genocidio contra los tutsis de 1994, esgrimido como escudo moral para neutralizar cualquier crítica.

Hoy en día, Kigali adapta este discurso al contexto burundés, evocando un supuesto «genocidio de los banyamulengues» orquestado por los ejércitos burundés y congoleño. Las recientes declaraciones de Moïse Nyarugabo y Bertrand Bisimwa van en este sentido: acusan a Burundi de «crímenes contra la humanidad» en las tierras altas del Kivu del Sur.

Un país marcado por la historia, pero decidido a no repetirla

Contrariamente a las acusaciones de Ruanda, Burundi es uno de los pocos Estados de la región que ha institucionalizado la memoria y la prevención de los genocidios. La historia del país, marcada por las tragedias de 1972, 1988 y 1993, todas ellas dirigidas contra la población hutu, ha llevado a la creación de salvaguardias políticas y jurídicas destinadas a impedir que se repitan tales excesos.

Según varios testimonios, Paul Kagame habría desempeñado un papel en algunos episodios recientes de desestabilización, en particular el fallido golpe de Estado de 2015. Los oficiales responsables de este intento encontraron refugio en Ruanda, donde aún gozan de la protección del régimen.

El pueblo burundés, consciente de este doloroso pasado, permanece alerta para evitar que la historia se repita, esta vez con un pretexto importado.

Un plan de agresión bajo cubierta humanitaria

Las señales de una operación militar contra Burundi se multiplican. Los movimientos de tropas en la frontera, la propaganda contra Bujumbura y la activación de aliados locales (en particular, los grupos armados banyamulengues integrados en el AFC/M23) indican que los preparativos están muy avanzados.

Kigali podría justificar esta agresión alegando «detener un genocidio» o «neutralizar a las FDLR», cuando en realidad se trataría de una violación flagrante del derecho internacional.

Conclusión: Burundi en el filo de la navaja

Burundi está abiertamente amenazado. En cualquier momento, y probablemente antes de que se alcance un acuerdo de paz en la región, Paul Kagame podría desencadenar, a través de la AFC/M23 o directamente, una guerra contra Bujumbura con un pretexto humanitario o de seguridad.

El régimen del CNDD-FDD, bajo la dirección del presidente Évariste Ndayishimiye, debe prepararse para esta eventualidad en todos los ámbitos: político, diplomático, económico y, sobre todo, militar. El pueblo burundés, advertido por la historia, sabe ahora que la vigilancia es su primera línea de defensa.

Fuente: Echos d’Afrique

Foto: Paul Kagame (en el centro) y Évariste Ndayishimiye (a la derecha) 

Évariste Ndayishimiye : “La política de Ruanda es belicosa” (BBC Afrique, 25.03.2025)