Pablo Casado no para de decir que esta legislatura española, socialista-comunista, está en vía muerta. Seguramente es cierto. Pero quien está en vía muerta y más que muerta es él: su futuro es muy negro. Yo no lo creo y espero que no se salga con la suya. Aunque la gran vía muerta española es España, este país o esta nación o este Estado o como se quiera decir, formado por un rebaño de gobernantes analfabetos y jueces corruptos, de contables ignorantes y vengativos, de hombres vagos que viven de otros hombres pacíficos que no paran de trabajar y de ahorrar para ellos. ¡Vía muerta! Por supuesto que la vía muerta es la propia España, la que hace muchos años que está haciendo el último bostezo y cualquier día lo acabará de hacer. No puede ser vivir tanto tiempo in extremis y agonizando. Su decadencia, por propia inanición, no tardará en llegar. Me alegro, porque su historia es una historia de contrabando, de podredumbre y de depravación. Una sociedad así termina por hundirse del todo algún día. En su lugar quizá nacerá una más civilizada y honesta.
Lo que me preocupa de verdad es la Vía Muerta Catalana. Los Países Catalanes no actúan como hay que hacerlo. Los catalanes no actuamos de acuerdo con lo que queremos los catalanes. Esto es una paradoja refutable. Inaceptable. Si los catalanes votamos independencia y libertad, debemos vivir independientes y libres. Pero no nos atrevemos. ¿Qué pasa? Nuestros políticos son blandos y miedosos. El pueblo cumple, pero los gobernantes no. No es que queramos, sólo y en exclusiva, la independencia territorial y la libertad personal: lo que sobre todo queremos es nuestra dignidad como seres humanos, una conciencia transparente y una vida feliz. Con esto nos conformamos. ¿Por qué nuestros líderes no se hacen responsables de ello y salen de la Vía Muerta en la que nos tienen estacionados?
Fuente: Última Hora