En la misma noche del 31 de enero, celebrando la salida de la Unión Europea, el líder del Brexit, Nigel Paul Farange, exclamaba con potente voz frente a una multitud exultante: “Lo primero de lo que hemos de alegrarnos es de que no tendremos que escuchar más a Juncker y Guy Verhofstadt. Nuestros ministros no tendrán que escuchar más a estos burócratas a los que nadie ha elegido. A partir de ahora elegiremos nosotros a nuestros propios ministros y les podremos pedir cuentas.” Desde mi punto de vista la cuestión clave es esta: ¿Cómo ha sido posible que la extrema derecha haya podido abanderar el lúcido análisis de la realidad que las izquierdas deberían haber hecho desde hace mucho tiempo? Este tipo de cosas nunca son casuales. Un hecho tan paradójico y llamativo en cualquier ámbito de trascendencia política y económica -concretamente, en un acontecimiento de tanto impacto como es el Brexit- difícilmente puede ser casual. Pienso que son bastante ingenuos quienes no se preguntan sobre las causas de semejantes paradojas y, por añadidura, aceptan rápidamente las acusaciones de conspiracionismo contra quienes pretendemos ir a fondo en cuestiones que, como la que ahora nos ocupa, tiene repercusiones económicas y políticas tan importantes.
En aras de la brevedad limitaré mi análisis al hecho de que en este proceso de desacreditación del Brexit, al igual que en tantos otros acontecimientos que tienen que ver con la creación y fortalecimiento de la Unión Europea, ha sido decisivo el impacto masivo de una “información” omnipresente “proporcionada” por los grandes medios “globalistas”. Hablamos de la Unión Europea real, no de la que se ha logrado imponer en el imaginario colectivo. Una Unión Europea intervenida y dominada por los grandes poderes atlantistas que han impuesto la financiarización como el verdadero mecanismo de poder y control. Hablamos de una “información” que no es otra cosa que pura propaganda. Una “información” que tales medios no nos “proporcionan” aséptica y profesionalmente, sino que nos imponen masiva y coordinadamente bajo una apariencia de libertad de información. Hablamos de unos medios “globalistas” que dejan de serlo rápidamente en el mismo momento en el que se trata de ciertos aspectos incómodos de la tan pregonada globalización: la justicia universal, el acceso a una información alternativa a la dominante en nuestros países atlantistas, la libre circulación de seres humanos…
Todo esto queda ejemplificado en la resonancia mediática que se da a las opiniones “globalistas” -y por tanto “progresistas”, se supone- de personajes sin escrúpulos como John Carlin. Un personaje “globalista” capaz de haberse dedicado en cuerpo y alma a misiones tan miserables como la del lavado de imagen del gran genocida Paul Kagame. Hablamos de una especialidad, la del lavado de imagen de tiranos y asesinos, que tiene su epicentro mundial precisamente en Londres, la ciudad natal de John Carlin y en la que vive actualmente. Hablamos de un personaje “globalista” que últimamente dedica los mayores improperios -catetos, pueblerinos, “nacionalistas”, fanáticos…- a todos aquellos que votaron por el Brexit. Un personaje “globalista” que dedicó una gran energía profesional a boicotear la justicia universal, consiguiendo -junto a Toni Blair y su esposa- la liberación del general ruandés Karenzi Karake, que había sido apresado en Londres. Un personaje “globalista” muy dedicado ahora al Procés catalán. ¿Dedicado al Procés con la intención de intentar evitar que, al igual que el Reino Unido, Catalunya se salga del ámbito de lo políticamente correcto? No se trata de una pregunta ni ociosa ni extraña. Lo extraño es que un “progresista” como él se encuentre tan cómodo en una Unión Europea conducida y controlada por impresentables burócratas al servicio de la élite que controla los procesos globales de financiarización. Unos burócratas sobre cuya corrupción ya escribí anteriormente.
Para ayudar a encontrar la respuesta a la pregunta central de este artículo, la que formulo en el primer párrafo, podría apuntar muchas otras cuestiones. Pero me limitaré a dos o tres: ¿Por qué los grandes medios “progresistas” no nos recuerdan jamás aquella clave fundamental que tan lúcidamente formuló Ernesto Che Guevara: “Pueden [los banqueros internacionales] darse el lujo hasta de financiar una ‘izquierda controlada’ que en modo alguno ni denuncie ni ataque el corazón del Sistema: el Banco Central y los ciclos de expansión-inflación/recesión-deflación.”? ¿Por qué los promotores y artífices de la actual financiarización, que controlan la Fed y Wall Street, financian siempre con más entusiasmo a los “globalistas” demócratas -Carter, los Clinton, Obama… en realidad criaturas por ellos creadas- que a los republicanos, a algunos de los cuales incluso han boicoteado enérgicamente -Nixon o Trump- al no poder controlarlos a su antojo? ¿Por qué, en España, tanta gente sigue considerando aun como políticos de izquierdas a personajes como Felipe González, que, en nuestra Transición tutelada, fue entronizado como líder del PSOE por el general Vernon Walters, el hombre encargado para ello por el Gobierno estadounidense y las grandes familias financieras anglosajonas?